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Desi, la perra historiadora | + Historia

Entre las tradiciones universitarias, no puede faltar tener la orla con los compañeros de promoción. La que se acaba de hacer el alumnado de Historia de Ciudad Real llama un poco la atención. Entre los retratos aparece una perra.

Morris Frank y Buddy, en Nueva York.

Morris Frank y Buddy, en Nueva York.

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Estos días la orla de la promoción 2018-2022 del grado de Historia de la facultad de letras de Ciudad Real de la Universidad de Castilla–La Mancha se ha viralizado, porque entre las fotos de los estudiantes que están terminando la carrera hay la de una perra llamada Desi. Ha sido la fiel compañera de Abel Beldad, un hombre invidente de 60 años que perdió la vista a los 56. En vez de quedarse en casa, decidió hacer el acceso a la universidad para mayores de 45 años y matricularse al grado que ahora está a punto de completar. Desde el primer día, su perra le ha acompañado a todas las clases y ahora salen en la orla, uno junto a la otra.

A estas alturas nadie discute el papel de los perros de asistencia. No solo en el caso de las personas ciegas, sino también a la hora de hacer frente a otros muchos problemas de salud. Sin lugar a dudas, la compañía de los animales nos ayuda a ser mejores personas. La pregunta es ¿desde cuándo ocurre esto?

Según Michael Tucker, autor del libro 'Los ojos que guían', dedicado a los perros lazarillo, la evidencia más antigua de un cánido ayudando a un invidente fecha del siglo I y es un mural conservado en Herculano. Aquella ciudad romana, vecina de Pompeya, también quedó sepultada por el Vesubio y es una valiosa fuente de información para conocer la vida cotidiana de hace dos milenios. Otro de los autores que han investigado sobre la cuestión, Steve Swanbeck, en el volumen sobre la historia de la entidad americana The Seeing Eye, cita una ilustración china del siglo XII donde un perro acompaña a un hombre que no ve.

Ahora bien, no fue hasta mediados del siglo XVIII cuando, en París, se empezaron a realizar los primeros intentos para entrenar animales con este fin. Aquel primer paso tuvo continuidad en 1819, cuando el alemán Johann Wilhelm Klein publicó 'Manual de instrucción para ciegos'. Entre otros aspectos, mencionaba el uso de animales para guiar a las personas invidentes.

Sin embargo, no fue hasta bien entrado el siglo XX cuando se empezó a valorar en serio la posibilidad de adiestrar perros lazarillo. Pero para que esto ocurriera la humanidad tuvo que sufrir uno de los desastres más terribles que nunca ha provocado: la Primera Guerra Mundial.

En 1914, las grandes potencias europeas enviaron a las trincheras a millones de hombres. El estallido del conflicto era resultado de una escalada armamentista y del expansionismo colonial, que había comenzado en el siglo XIX. Todos los países enfrentados estaban convencidos de que conseguirían una victoria rápida y limpia. Tenían una fe absoluta en el desarrollo de la tecnología de la época y los primeros soldados se fueron al frente eufóricos; como si ya participaran en el desfile de la victoria. En realidad iban al matadero. Con aquellas armas tan mortíferas lo único que se logró fue provocar más muertes y heridos que en ninguna otra guerra de la humanidad. Y muchos de los que sufrieron el ataque de armas químicas, como el gas mostaza, perdieron la vista.

Entonces, aprovechando que también se habían entrenado animales para acciones militares, se utilizó este conocimiento para aplicarlo en el ámbito civil y en Alemania, en 1916, ya se formaron los primeros perros para veteranos. En 1927, la estadounidense Dorothy Harrison Eustis, que era adiestradora de perros policía en Suiza, escribió un artículo en el 'Saturday Evening Post' explicando su visita a tierras germánicas y el trabajo que se estaba haciendo con los cánidos. Al leer su crónica, muchos lectores se pusieron en contacto con ella para saber más de esos animales. Entre ellos estaba un joven invidente llamado Morris Frank, que viajó a tierras helvéticas para preparar a un pastor alemán, de nombre Buddy, para que se convirtiera en su compañero.

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Frank y Buddy regresaron a Nueva York en verano de 1928 y para demostrar las capacidades de los perros lazarillo, cruzaron las calles más transitadas en hora punta. La prensa enseguida se hizo eco de la proeza. A partir de esa experiencia Frank y Harrison fundaron 'The seeing eye', la primera escuela de perros guía de Estados Unidos, que todavía funciona y es toda una institución.


Armas químicas y ceguera

Una de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial fue la enorme cantidad de heridos entre los soldados. De la misma forma que las armas químicas provocaron muchas cegueras, a raíz de los impactos de obuses y de la metralla, hubo muchos amputados. Disciplinas como la cirugía y la ortopedia tuvieron que avanzar mucho para atender a sus necesidades.