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Vacunar a todo el mundo | +Historia

Cada vez hay más voces que claman sobre la necesidad de que la comunidad internacional se tome en serio la campaña de vacunación global contra el covid 19. La historia ofrece ejemplos de casos de éxito.

Un keniata recibe la vacuna de AstraZeneca en Nairobi.

Un keniata recibe la vacuna de AstraZeneca en Nairobi. / MONICAH MWANGI (REUTERS)

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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El pasado domingo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, anunció que la Unión Europea dará 700 millones de dosis de vacunas contra el coronavirus al programa Covax, una iniciativa liderada por la OMS para conseguir que los medicamentos para contener la nueva enfermedad lleguen a todo el planeta. Ahora bien, como ocurre siempre, ante una emergencia el mundo desarrollado se vuelve egoísta y primero vela por su bienestar. Después, una vez solucionada la papeleta doméstica, se fija en qué ocurre fuera.

Hace pocos días lo escribía en las páginas de este periódico el director de Justícia i Cooperació Internacional del Ayuntamiento de Barcelona, David Llistar: hay partes del mundo infravacunadas, sobre todo en África. Él mismo explicaba que en Senegal solo existe el 6% de la población que tiene la pauta completa. Mentalmente quizá nos queda muy lejos, pero el problema no es solo suyo. Aunque sea por una cuestión puramente egoísta deberíamos procurar que les llegaran vacunas porque, como hemos visto con las variantes delta primero y ómicron después, el virus evoluciona y muta donde tiene campo para correr. O sea, donde no hay vacunas.

Por eso es tan importante que los organismos de poder del mundo desarrollado se pongan las pilas. El problema es que son instituciones elefantiásicas, que avanzan de forma desesperadamente lenta. Lo acabarán haciendo (tarde y mal), al igual que otras veces que se han implantado campañas de vacunación global. Ahora bien, lo que se constata es que siempre se sigue el mismo patrón: primero se ayuda a los habitantes de los países ricos y después a los pobres, aunque lo necesiten más. El caso de la poliomielitis puede servir de ejemplo.

Esta enfermedad infecciosa vírica, que se transmite sobre todo por vía fecal-oral, tiene efectos muy graves en el 1% de los casos. No se puede curar, pero los humanos sí que pueden protegerse de ella gracias a las vacunas. El primer medicamento de este tipo que se demostró eficiente data de 1952, fruto de las investigaciones del microbiólogo estadounidense Jonas Salk. Tres años después se empezó a inocular en Estados Unidos. En tan solo un año, 30 millones de niños ya lo habían recibido. La mayoría eran blancos. Y es que, a pesar de necesitarla tanto o más, los menores afroamericanos fueron menos vacunados porque sus padres carecían de permiso para salir del trabajo y llevarlos a los centros médicos para recibir la inyección. A los incrédulos les recomiendo buscar la información en el reportaje publicado en el ‘New York Times’ el 25 de enero del año pasado.

Paralelamente al trabajo de Salk, los doctores Albert Sabin e Hilary Koprowski desarrollaron otros medicamentos, y después de varios ensayos, el siguiente país donde se vacunó masivamente fue la Unión Soviética. En 1959, 10 millones de niños de la URSS fueron inoculados. No es extraño que en una época en la que el mundo estaba dividido entre capitalistas y comunistas, los líderes de ambos bloques fueran los primeros en pinchar a sus ciudadanos. En 1960, sumando ambos países, ya tenían 77,5 millones de personas vacunadas, mientras que en el resto del planeta se recibían poquísimas dosis.

Luego la situación mejoró porque Sabin desarrolló una vacuna bebible, lo que facilitó su distribución y administración entre la población infantil de las zonas más necesitadas. Ahora bien, no fue hasta 1988 que la OMS, junto a UNICEF, Rotary y el Gobierno de EEUU, unieron esfuerzos para erradicar la poliomielitis del planeta. En algunos lugares ya lo han logrado y en otros el nivel de incidencia ha descendido muchísimo. También se han aplicado con éxito acciones conjuntas en los casos de la viruela y la peste bovina que han pasado a la historia.

En cuanto a la polio, los historiadores de la ciencia subrayan que la voluntad de encontrar solución al problema superó el telón de acero y los dos bandos de la Guerra Fría colaboraron. Con el coronavirus ha ocurrido algo parecido. Nunca tantos humanos se habían unido con un único objetivo. Ahora es necesario mantener esta cooperación para vacunar a todos, porque humanidad solo hay una y solo sobrevivirá si hay colaboración.


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Para apreciar la evolución del sistema médico actual comparado con lo que existía en la España franquista, el caso de la polio es muy ilustrativo. La vacunación empezó ocho años después que en EEUU. Además, las cifras no tenían nada que ver. En 1965, en Barcelona, por ejemplo, solo se aplicaron 4.647 dosis. Con el covid las cifras son diferentes porque el nivel del país también lo es.

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