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Cortar la Meridiana | + Historia

Los cortes en la Meridiana organizados para protestar contra la persecución judicial a raíz de los hechos del 1-O son motivo de polémica política. Ese es un lugar sensible de Barcelona, que ya se ha cortado en otras ocasiones.

El Mundialito de la Meridiana, una protesta vecinal de 1982.

El Mundialito de la Meridiana, una protesta vecinal de 1982. / Andrés Naya / Arxiu Històric de Roquetes-Nou Barris

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Cualquier colectivo que quiera organizar una acción de protesta o una reivindicación sabe que, para que tenga repercusión, debe conseguir que los medios de comunicación se hagan eco del tema. La presencia mediática se produce sobre todo cuando la acción tiene un impacto destacable en el conjunto de la ciudadanía. Por esta razón hay grupos que lo tienen más fácil que otros para hacer oír su voz. No es lo mismo, por ejemplo, una huelga de basureros o del personal de Renfe que la manifestación de unos trabajadores que pueden ser despedidos de una empresa de un polígono industrial que nadie conoce. En este caso se busca realizar algún tipo de evento que llame la atención. Hace unos años, por ejemplo, lo hicieron los controladores aéreos, invadiendo las pistas de El Prat; y desde octubre de 2019 un grupo de personas se dedica a cortar la avenida Meridiana para protestar contra los procesos judiciales derivados del 1 de octubre de 2017.

Esa vía es una de las principales arterias de Barcelona e interrumpir el tráfico provoca un caos monumental. Precisamente por eso lo hacen, porque si fueran a protestar ante la delegación del Gobierno español o en la plaza de Sant Jaume no tendría el mismo efecto.

Barcelona ha sido siempre una ciudad en la que sus habitantes han mostrado su descontento cada vez que lo han considerado oportuno, bien sea por cuestiones sociales o políticas. La diferencia en esta ocasión es la persistencia de la acción, pero ni mucho menos es la primera vez que la Meridiana es un punto caliente.

Uno de los casos más sonados se vivió hace 40 años, en el verano de 1982, cuando los vecinos consiguieron parar el proyecto urbanístico que el ayuntamiento quería aplicar en la avenida de Rio de Janeiro. Durante la década de los 70, la ciudad debía decidir qué hacer con el tramo de la Meridiana que ocupaban los terrenos de la Renfe y la finca agrícola de Can Dragó. La propuesta inicial era dedicar buena parte de las 32 hectáreas a equipamientos (un hospital, una escuela y un parque). Pero ¡oh, sorpresa! En 1979 el gobierno municipal cambió de idea y anunció la construcción de un parque deportivo y el trazado de la avenida de Rio de Janeiro, que debía servir para descongestionar la Meridiana. El vecindario de la zona puso el grito en el cielo y no se dudó en hacer frente al consistorio. En 1981 se recogieron 3.000 firmas en contra del proyecto, pero el gobierno municipal se hacía el sueco y daba largas. Se necesitaba una acción más contundente para hacerlo cambiar de opinión y el 7 de julio de 1982 cambiaron de estrategia.

El 1982 no era un año cualquiera. Era el del Mundial de Fútbol. El de Naranjito. El campeonato era el gran tema de conversación en todas partes, y aquella gente de Meridiana lo aprovechó para organizar su propio Mundialito, tal y como lo bautizaron ellos mismos. En la víspera de la semifinal, que acogería el Camp Nou y donde se enfrentarían Polonia con Italia, un grupo de personas cortaron la Meridiana a la altura de la calle de Tissó, pintaron las rayas del terreno de juego en la calzada y dos equipos saltaron al improvisado campo de asfalto. Uno, formado por vecinos de la zona, se llamaba Atlético Rambla Río de Janeiro y el otro, donde había trabajadores del ayuntamiento, se bautizó irónicamente como Real Ayuntamiento. El resultado fue contundente: 25 a 0 a favor de los locales.

Gracias a ese tipo de acciones y a la presión vecinal, desde la alcaldía finalmente accedieron a revisar el diseño de la nueva vía y lo modificaron para incluir parte de las peticiones populares. El resultado final fue una vía de tipo comercial, con aceras anchas, y por tanto, sin someter otra calle de aquella zona a una presión intensa de tráfico rodado. Era una época en la que todavía no había habido el cambio de mentalidad que llegaría posteriormente y que permitiría la pacificación de espacios urbanos para ceder protagonismo a los peatones.

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Lucha vecinal en el ADN

Durante los últimos 30 años del siglo XX, el movimiento vecinal fue clave en la transformación de Barcelona. Durante la segunda etapa del franquismo, la ciudad creció desaforadamente y la gente tuvo que organizarse para conseguir incluso los servicios más básicos en las zonas desatendidas: tanto podía ser por una escuela como por una simple parada de bus.

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