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¿Qué tiene en común la música con los sonidos de los animales?

Un lémur en peligro de extinción es la especie más cercana a la humana que manifiesta una clara musicalidad. Este mamífero aúlla con un ritmo parecido al de un canto humano. La musicalidad aparece en el reino animal sin un patrón claro. La música tendría un componente biológico pero su explicación evolutiva es un misterio.

El lemur Indri Indri, especie amenazada de Madagascar, es el ánimal más cercano la humanidad que exhibe una forma de musicalidad, en el ritmo de sus coros.

El lemur Indri Indri, especie amenazada de Madagascar, es el ánimal más cercano la humanidad que exhibe una forma de musicalidad, en el ritmo de sus coros. / Filippo Carugati

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Michele Catanzaro
Michele Catanzaro

Periodista

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Un lémur de Madagascar en riesgo de extinción, el indri indri, aulla con un patrón rítmico característico de los cantos humanos. Según un estudio publicado en la revista Current Biology, esta es la especie más cercana a la humana que comparta con ella una forma de musicalidad.

La musicalidad aparece en el reino animal sin patrón claro –más notoriamente en las aves, que tienen una enorme distancia evolutiva de la especie humana. Ciertos rasgos de la música podrían tener bases biológicas universales, heredadas por ancestros animales. Sin embargo, los científicos no consiguen explicar el camino evolutivo que las habría generado.

“Entender qué rasgos de la música son exclusivamente humanos ayudaría a comprender mejor nuestra naturaleza”, explica Andrea Ravignani, investigador del Instituto Max Planck de psicolingüística, en Nimega, y coautor el estudio del lémur. 

El caso del lémur cantante

En las selva de Madagascar, los indri indri emiten secuencias de aullidos en duetos y coros. A lo largo de 12 años, un equipo de la universidad de Turín grabó 350 de esos cantos, emitidos por una cuarentena de individuos en total.

Los intervalos entre el inicio de un aullido y el del siguiente no son azarosos, según el estudio. Su duración guarda unas proporciones concretas: 1 a 1, 1 a 2 o 2 a 1. En otras palabras, los lémures no cantan con un ritmo fijo, como un coro de sapos. Al contrario, son capaces de partir un intervalo en dos partes. 

Ravignani lo explica con la canción We will rock you”, de The Queen, que sigue un patrón rítimico de 1, 1, 2. “Los indri no actúan como un metrónomo, sino como un baterista”, explica Tecumseh Fitch, profesor de biología cognitiva de la Universidad de Viena, no implicado en el estudio (pero anteriormente director de tesis de Ravignani).

Esa partición de los tiempos es un rasgo universal de la música humana. Un estudio de 2015 la identificó como una de las características compartidas en una muestra de centenares de músicas de todo el mundo. “La música es muy variada pero la musicalidad parece ser compartida entre culturas”, afirma Fitch. 

“Las diferentes culturas usan ratios simples entre las duraciones de las notas. Es posible que la música heredara esta preferencia de algo que ya estaba en las vocalizaciones entre animales”, afirma Juan Manuel Toro, profesor ICREA de psicología en la Universitat Pompeu Fabra.

Sin explicación evolutiva

Ese patrón rítmico ya se había hallado en los cantos de las aves. Sin embargo, es la primera vez que se encuentra en mamíferos no humanos. Los otros casos de musicalidad son más confusos. Las focas, por ejemplo, son los animales más cercanos con capacidad para aprender sonidos. Los loros pueden cantar y seguir un ritmo. Pero los grandes simios no parecen tener habilidades musicales.

Difícilmente la musicalidad podría ser un rasgo del ancestro común de especies tan distintas. La explicación alternativa sería la “evolución convergente”. Aves, murciélagos y mariposas tienen alas no porque tuvieran un ancestro común alado: ese rasgo se ha seleccionado de forma independiente en cada animal en respuesta a retos ambientales parecidos. 

Con la musicalidad podrían haber ocurrido lo mismo. El problema es que los expertos no tienen ni idea de cuál sería ese reto ambiental. Darwin avanzó la hipótesis de que la musicalidad daría una ventaja a los machos a la hora de impresionar a las hembras. Sin embargo, el estudio de los lémures no revela diferencias sustanciales entre los dos sexos

En este caso específico, Fitch aventura que la opción de partir los tiempos permite distinguir el canto de cada individuo en un grupo –como en un número de grupo en la ópera. Eso encajaría con la función del canto en los indri, que parece estar asociada a reforzar el vínculo grupo y publicitar su presencia.

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Toro apunta a otra opción: que la musicalidad sea un producto colateral azaroso de la evolución (“exaptación”). Un ejemplo de ello son las plumas: este rasgo fue seleccionado porque ayudaba a conservar la temperatura del cuerpo, pero luego fue explotado para el vuelo. 

“Es emocionante ver confirmada en números el ritmo del canto de los idris. Los autores ha nrecogido unos datos extraordinarios. Sería interesante aprovecharlo para hacer análisis más detalladas”, concluye Julia Hyland Bruno, neurocientífica de la Universidad de Columbia.