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¿Qué ha pasado con las aplicaciones contra el covid?

Ya nadie habla de las aplicaciones de rastreo del covid que tantas esperanzas levantaron. Su limitado impacto muestra que, en salud, la tecnología no aporta soluciones mágicas. Un balance sobre lo ocurrido es necesario para aprovecharlas mejor en las próximas olas y en las futuras pandemias.

Aplicación Radar Covid.

Aplicación Radar Covid.

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Michele Catanzaro
Michele Catanzaro

Periodista

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Las aplicaciones de móvil para rastrear la difusión del covid-19 han salido del debate público sin una rendición de cuentas exhaustiva. Apenas hay estudios que hagan un balance sobre esas herramientas, que tantas esperanzas despertaron en varios países durante las primeras olas de la pandemia.

“Todo el mundo anuncia cuando se incorporan, pero cuando fallan se corre un tupido velo”, constata Gemma Galdón, de la consultora Eticas, quien estuvo implicada en el diseño que maximizaba la privacidad de estas aplicaciones. ¿Queda archivada la idea de usar los móviles para perseguir el virus?

“Estas aplicaciones pueden tener un papel en las próximas olas y en pandemias futuras”, afirma Margherita Russo, economista de la Universidad de Módena y autora de uno de los pocos estudios comparativos. “Si una variante se escapa de las vacunas, volverán a tener un rol”, coincide Carmela Troncoso, ingeniera de la Escuela Politécnica Federal de Lausana y uno de los cerebros de las aplicaciones europeas.

¿Qué ha fallado?

Con algo más de ocho millones de descargas, la aplicación española RadarCovid ha alcanzado un 20% de cobertura del total potencial de uso. Ese nivel de adopción es parecido al de otros países, según un estudio de 2020. 

Cuando se detecta un positivo, los servicios de salud le deberían entregar un código para que lo introduzca en la aplicación y esta alerte a los contactos cercanos que tiene registrados. Sin embargo, del millón y medio de códigos solicitados por las comunidades autónomas al Gobierno central, menos de 80.000 se han acabado introduciendo en la aplicación. Por cada 100 casos de covid confirmados, se han introducido menos de dos códigos en la aplicación. 

Los datos publicados no permiten dirimir si eso ha ocurrido por desidia de los usuarios al introducir los códigos, o de las comunidades al comunicarlos a los usuarios. En Catalunya, una de las comunidades menos entregadas al RadarCovid, se introdujeron tan solo 31 códigos en la aplicación en la última semana, un 0,2% de los casos confirmados. 

“RadarCovid es una herramienta muy valiosa y complementaria de los sistemas de rastreo tradicionales”, afirma una fuente de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial (SEDIA). Según la SEDIA, la aplicación ha informado a más de 50.000 personas de un posible caso sospechoso. 

“Todos los estudios sobre la efectividad de las aplicaciones indican […] que la falta de impacto ha estado asociada a la falta de adopción”, afirma Troncoso, citando un estudio que estima que un aumento de un punto porcentual de cobertura de la aplicación reduce los casos entre un 1% y un 2%. “La tecnología no es eficaz de por sí, sino solo si una cuota muy alta de la población es rastreada”, coincide Russo. 

¿Qué hay que corregir?

Sistema sanitario débil

“Unas tecnologías de rastreo no pueden solucionar décadas de reducción del Estado del bienestar y los años de austeridad que han terminado de destrozar los sistemas sanitarios. Como toda herramienta digital, deben ir respaldadas por infraestructuras físicas fuertes”, afirma Ekaitz Cancela, autor del libro 'Despertar del sueño tecnológico' (Akal). “Hubo errores de implementación importantes, sobre todo en la coordinación entre la aplicación y los centros de salud”, explica Galdón. “Descubrimos que no tenemos infraestructura digital alrededor del sistema de salud, ni para contar muertos”, añade. Esta experta apunta a una mala gestión de los códigos como un factor crítico en el retraso e ineficacia de la implementación.

Brecha digital y desinterés

Personas mayores, migrantes o pobres pueden no disponer de dispositivos suficientes para que la aplicación funcione, apunta Cancela. Pero incluso las personas que disponen de ellos pueden estar desinteresadas. “Desde un principio, algunos expertos dijimos que estas aplicaciones tenían que dar más juego al ciudadano. Ahora, no dan ningún incentivo. O no te dicen nada, o te dicen algo malo”, afirma Josep Domingo Ferrer, catedrático de informática en la Universitat Rovira i Virgili. “Muchas personas han desarrollado adicción a tecnologías diseñadas para interactuar con ellas y las tecnologías con fines distintos a los lúdicos no les provocan atracción”, comenta Cancela.

Desconfianza y privatización

La Unión Europea diseñó un protocolo muy cuidadoso con la privacidad. Por ejemplo, es el usuario quien tiene que introducir el código, porque la información de las personas con las cuales ha estado en contacto está almacenada en su móvil y no en una base de datos centralizada. “Los ciudadanos comparten sus datos con las grandes corporaciones digitales sin pestañear, y sin embargo han alegado preocupaciones de privacidad con estas aplicaciones”, lamenta Russo. “La razón real es que en el primer caso reciben a cambio bienes de consumo, mientras en el segundo se trata de un bien común”, constata. Cancela y Galdón coinciden en que no ayudó a generar confianza que se asignara el mantenimiento de la aplicación a empresas privadas, Indra en España. “No se está aprovechando la pandemia para crear un sector público digital que respete la privacidad por diseño”, afirma Cancela. 

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Vacunas y variantes

La infección se ha hecho más compleja con el tiempo. Hay variantes que se transmiten más fácilmente y personas protegidas por la vacuna. Eso debería traducirse en cambios en los parámetros de la aplicación, observa Domingo. Además, quienes se descargan la aplicación casi seguramente también se vacunan, observa Troncoso, o sea, son aquellos que menos la necesitarían. La fuente de la SEDIA asegura que RadarCovid sigue operativa pero añade que “ya estamos en otro momento a cuando se creó, y […] la clave está en la vacunación”, concluye.