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Carta de una enfermera: “Sin vecinas no hay barrio, están matando el Raval”

Su visión holística de la sanidad le ha empujado a salir a la calle y colocarse al lado de las personas vulnerables desahuciadas

Entrevista a Antonia Raya , enfermera que nos habla sobre los deshaucios y las desigualdades

Entrevista a Antonia Raya , enfermera que nos habla sobre los deshaucios y las desigualdades / ELISENDA PONS

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Luis Benavides
Luis Benavides

Periodista

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La noticia del desahucio en el número 3 de Riereta, en Barcelona, motivó la última carta enviada por Antònia Raya, de 52 años, a la sección Entre Todos. Sus palabras rezuman pena y rabia, tristeza e indignación. Para ella ese narcopiso recuperado y reconvertido en vivienda por las vecinas organizadas era “todo un símbolo de resistencia en el barrio del Raval”.

Raya es vecina del Poblenou pero conoce especialmente el corazón de Ciutat Vella, su gente y sus necesidades. No en vano lleva desde el 2005 trabajando ininterrumpidamente en el CAP Raval Nord. “Más allá de ese simbolismo que casi todos conocemos, me gustaría resaltar lo que para mí representa el valor más importante de esas vecinas: el valor del cuidado, de cuidar de Riereta y de cuidar del barrio entero, en definitiva”, escribe la sanitaria, también vicepresidenta del FoCAP (Fòrum Català d’Atenció Primària).

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No es la primera vez que se pone delante del teclado para armar un texto y compartirlo con la comunidad de lectores de EL PERIÓDICO. “Cuando estoy enfadada, también cuando estoy agradecida, escribir me ayuda. Me gusta escribir, y escribo de corazón”, explica vía telefónica Raya, que no pudo asistir a la concentración para evitar la ejecución del desahucio y necesitaba mostrarles su apoyo de alguna manera. “No están solos”, asegura una enfermera que ha acudido a incontables desahucios. “Si me entero de un lanzamiento en el barrio y la atención domiciliaria me permite pasarme –continúa Raya-, intento estar”.

Antes que activista, sanitaria

Su vocación en mayúsculas y sobre todo su visión holística de la sanidad le empujan a salir a la calle y colocarse al lado de las personas vulnerables. Antes que activista es enfermera, puntualiza. “Si te dejan sin un techo eso repercute en tu estado de salud, de manera clara y directa, y como persona comprometida con la salud de la población me veo en la necesidad de estar con ellos”, asegura esta profesional de la enfermería con más de tres décadas de experiencia, molesta por la falta de recursos para realizar su trabajo y cumplir así con el código ético que rige su profesión: “Lo leo y me entra dolor de barriga. Por la hipocresía, por la impotencia que me genera, porque no, porque ¡no, no y no! Porque las decisiones que las administraciones imponen suponen barreras insalvables que nos impiden actuar de acuerdo con ese código, y eso provoca una gran frustración en todas nosotras”.

Volviendo al caso de Riereta, Raya avisa: “sin vecinas no hay barrio, están matando el Raval”. Va más allá del último desahucio, se refiere a todos esos bloques propiedad de grandes inversores, con unas pocas vecinas solas, aisladas, rodeadas de pisos turísticos. “Una buena vecina te da la vida, como decía mi madre, pero parece que eso se está perdiendo, que se ha vuelto en algo utópico”, lamenta Raya, una de las personas más queridas del barrio por su implicación en las luchas vecinales como muy bien apuntó Helena López en una entrevista publicada el pasado julio.

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Su idilio con el Raval y sus redes vecinales se remonta a 1998, cuando hizo una suplencia. “Me enamoré de su equipo de profesionales y del barrio, hasta el punto que decidí que quería trabajar allí. Dejé una plaza fija en otro centro y empecé a trabajar en el CAP Raval Nord con contratos de mes a mes. Me la jugué, pero lo tenía clarísimo”, rememora Raya, que con el tiempo superó unas oposiciones y se ganó una plaza fija en este centro de asistencia primaria.

Cada CAP, como cada barrio, tiene su propia identidad, sus singularidades. “Todos tienen necesidades, pero es cierto que el Raval tiene muchas”, cuenta una enfermera abnegada, de las que echa más horas de las que marca su contrato. No es la única y asegura que “solo así se sostiene nuestro sistema sanitario”, ese del que muchos presumen y sitúan entre los mejores del mundo. Por eso insiste: las desigualdades y la atención primaria deberían estar en el centro del debate, y no la tercera dosis o la obligatoriedad de la vacuna, medidas probablemente convenientes pero que por sí solas no mejoran la salud de las personas.