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Carta de una lectora: "Después de darle esperanzas, lo condenaron a muerte"

Maria Teresa Canalda ha escrito una carta a la sección Entre Todos para compartir con otros lectores su sensación de impotencia al recibir la noticia de que su marido no puede optar a un tratamiento para tratar un tumor de piel. Fuentes del hospital argumentan cómo se toman decisiones difíciles como esta 

Imágenes de archivo en las instalaciones del ICO.

Imágenes de archivo en las instalaciones del ICO. / ICO

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Luis Benavides
Luis Benavides

Periodista

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La carta enviada por Maria Teresa Canalda a EL PERIÓDICO relata una historia durísima, la de un hombre de 63 años con un 80% de discapacidad física al que le amputan una pierna en el Hospital de Bellvitge este pasado verano debido a una infección. Semanas después, todavía en el el centro médico porque “la evolución no era la deseada”, escribe la lectora, le detectaron un tumor de piel junto a la zona de la operación que unos especialistas han decidido que no pueden atacar por el riesgo que comporta.

Ha sido “un verano espantoso”, dice Canalda, de 60 años, al otro lado del teléfono. Su marido, un excamionero que tras un accidente en la carretera acabó en una silla de ruedas y tiró adelante vendiendo lotería, un hombre fuerte y luchador, ha pasado el último medio año en una cama, hospitalizado. “Por el covid-19, se quedó solo en el hospital”, precisa. Solo podía visitarlo una vez a la semana -reglas anticovid de hospital- y sostiene que la comunicación con los médicos fue inexistente en un primer momento que tras semanas sin llamarla esa comunicación solo mejoró cuando puso una queja.

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La gota que colmó el vaso de su paciencia fue cuando se enteró de la amputación de la pierna por su marido, que aceptó esta operación con estoicismo. “Me llegaron a decir que mi marido tenía la cabeza sobre los hombros, que él podía decidir”, explica Canalda, quien solo tiene palabras de agradecimiento para los doctores de plástica, “muy atentos y humanos”. Esos mismos doctores le dijeron que el tumor tenía solución si lo trasladaban al Institut Català d’Oncologia (ICO) de L’Hospitalet. “Había un tratamiento, la inmunoterapia, que no lo curaría del todo pero lo podría frenar”, recuerda.

“Le trasladan al ICO, está tres semanas y en ningún momento se le hizo pensar que no habría tratamiento”, escribe la lectora, profesora de una academia privada, muy dolida con la manera de proceder del centro: “El lunes 18 de octubre, se reúne una especie de tribunal médico y se produce la gran desgracia: le denegaban el tratamiento. Después de darle esperanzas, lo condenaron a muerte. Ese lunes, lloró. Estaba solo, porque yo tengo que trabajar”.

Para Canalda este último detalle no es menor. “Mi marido solo ha llorado tres veces: cuando nació David porque no estuvo presente, cuando murió nuestro hijo mayor y el pasado 18 de octubre. Esto es algo que no les puedo perdonar”, asegura.

Comité de Tumores

Este diario se ha puesto en contacto con los profesionales del ICO de L’Hospitalet. Fuentes del hospital puntualizan a EL PERIÓDICO que lo que la lectora define como tribunal médico en realidad es un Comité de Tumores, presente en todos los hospitales. En este foro, en el que se pueden debatir semanalmente todos los casos y exponer los pros y los contras de cada paso en concreto, participan todos los especialistas relacionados con el procedimiento. “Todas las decisiones se toman de manera consensuada con todos los miembros del comité velando por una buena praxis y siempre teniendo en cuenta la eficacia del tratamiento y el caso concreto de cada paciente”, subrayan fuentes del hospital, fundado en 1996 en el Hospital Duran i Reynals y convertido en centro asistencial de referencia para el tratamiento del cáncer en los pacientes diagnosticados de la región sanitaria Metropolitana Sud.

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Un Comité de Tumores, que incluye habitualmente oncólogos médicos, cirujanos, radiooncólogos y otros especialistas afines, acuerda una opinión multidisciplinar o colegiada que posteriormente se traslada a la paciente y sus familiares. “En el caso de que el tratamiento no suponga una mejora, o que haya previsión de que el paciente no responda positivamente, se desestima dando otras alternativas adecuadas a su estado y siempre pensando en el bienestar, tanto físico como emocional, del paciente”, añaden las mismas fuentes.

Canalda ha escrito al Síndic de Greuges de Catalunya y baraja la posibilidad de emprender acciones legales, aunque ahora mismo su cuerpo no le pide guerra. Han sido meses muy duros y está agotada. "He escrito la carta para denunciar públicamente esta situación. No tengo ninguna esperanza de que le hagan el tratamiento, me conformo con que nuestra historia sirva para que esto no le pase a nadie más”, asegura poco antes de romper a llorar, con su marido ya en casa.