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Los túneles: de Glòries a Mesopotamia | + Historia

El túnel de Glòries ha completado sus primeros días laborables. Esa obra, largamente esperada, ha sido un reto de ingeniería. De hecho, hace miles de años que la humanidad piensa cómo poder agujerear la tierra.

En las obras del funicular de Vallvidrera de 1913 todavía se hacían servir métodos muy antiguos de construcción.

En las obras del funicular de Vallvidrera de 1913 todavía se hacían servir métodos muy antiguos de construcción. / Ballell / AFB

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Este viernes termina la primera semana laborable que en Barcelona ha funcionado (parcialmente) el Túnel de Glòries. Aunque de momento la infraestructura solo está operativa para salir de la capital catalana, parece que en los próximos meses al fin se pondrá punto final a unas obras que se han eternizado. Las razones del retraso son múltiples y ya han sido sobradamente explicadas, además, no hay que perder de vista que su construcción ha sido un reto. De hecho, en épocas anteriores habría sido imposible realizar estos túneles, pero los avances tecnológicos actuales permiten encarar obras de esta magnitud. Ahora bien, desde que la humanidad empezó a vivir en espacios urbanos, le ha dado vueltas a cómo poder hacer túneles. Y no hace precisamente cuatro días de esto.

Evidentemente los primeros no estaban pensados para la circulación de vehículos. Durante las excavaciones de un yacimiento cercano a Bagdad (Irak) llamado Eshnunna, los arqueólogos encontraron un trazado de cloacas de hace unos 3.000 años, de cuando aquellas tierras eran llamadas Mesopotamia. Por entonces uno de los grandes retos era canalizar el agua. La de salida, pero, sobre todo, la de entrada. Y se hacía lo que fuera necesario para conseguirlo. Lo habitual era levantar acueductos, claro que no siempre era posible. En la ciudad griega de Samos no dudaron en agujerear una montaña para abastecer a los habitantes, por ejemplo.

Si alguien sobresalió en el dominio de la ingeniería durante la antigüedad, estos fueron los romanos. En el siglo VI a. C. ya construyeron la Cloaca Máxima, que recogía las aguas residuales de la ciudad. Sus conocimientos eran tan sólidos que sirvieron de base para las infraestructuras de siglos posteriores. Uno de los ejemplos más interesantes es la Mina de Daroca de 1560. En aquella población aragonesa quisieron desviar el curso natural de un barranco para que los aguaceros no se llevaran las casas. Para evitar desgracias realizaron un túnel de 600 metros para conducir el agua hasta el río Jiloca. Según los expertos en la materia, es una obra de referencia para la historia de la ingeniería.

Sin embargo, el gran momento de los túneles llegó a mediados del siglo XIX. La humanidad vivía un crecimiento urbanístico sin precedentes y las ciudades se expandían a una velocidad vertiginosa. Se necesitaban sistemas de transporte colectivo eficientes y si no se podían salvar los obstáculos por el suelo, se iba bajo tierra. En 1844 en Brooklyn (Nueva York) necesitaron tan solo siete meses para construir el primer túnel ferroviario en una ciudad. Pero fue en Londres donde todo cambió.

En 1853 se empezó a agujerear el subsuelo para desplegar la red de metro porque la capital inglesa estaba colapsada y las autoridades no sabían cómo resolver el caos de tráfico que había en la superficie. Y es que, aunque todavía no se hubiera inventado el coche de combustión, el movimiento de carruajes particulares y carros de mercancías era ingobernable. Desde esa ciudad se controlaba un imperio y se notaba.

Después de 10 años de obras, en 1863, por fin se pudo estrenar el primer túnel del metro. Aquella década de trabajos sirvió para desarrollar nuevas tecnologías. Hasta entonces, la forma de diseñar y ejecutar la construcción subterránea seguía los viejos patrones. Sin embargo, los ingenieros de Londres desarrollaron el llamado 'Tunneling shield', un sistema que serviría de base al método actual. A medida que se perforaba, en seguida se iban colocando anillas de hierro fundido que sostenían el peso que dejaba el vacío del espacio sin tierra. Quien más trabajó para perfeccionar aquella tecnología fue James Henry Greathead, a quien se le puede atribuir buena parte del éxito de la expansión del metro londinense. Gracias a él se pudo conectar la 'City' con el sur de la metrópoli pasando por debajo del río Támesis.

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Aquellos conocimientos fueron aplicados en todas partes y, poco a poco, se perforaron todas las ciudades importantes para que sus habitantes pudieran moverse bajo tierra con tanta naturalidad que muchos ni nos paramos a pensar la ciencia y la historia que hay detrás de unos túneles que empezaron a ser posibles en Mesopotamia.


Homenaje urbanístico

Según el plan urbanístico diseñado por Ildefons Cerdà, la plaza de las Glòries Catalanes debía convertirse en el centro neurálgico de la ciudad del futuro. Y precisamente por ello el encargado del nomenclátor, Víctor Balaguer, la bautizó con ese nombre: debía ser el espacio de Barcelona donde homenajear a las grandes personalidades del país.

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