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Cuidar a quien cuida | + Historia

La pandemia ha dejado secuelas a todo el mundo. También a los profesionales de la salud. Ahora que lo peor parece haber pasado, es momento de prestar atención a sus necesidades. Una inquietud que también existía hace 100 años.

Dispensario antituberculosis de 1909.

Dispensario antituberculosis de 1909. / Arxiu Fotogràfic de Barcelona

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

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Cuando se entra en la consulta, todas las esperanzas están puestas en la bata blanca que hay al otro lado de la mesa. Confiamos en que una vez expuesto nuestro problema, nos ofrezca una solución en forma de tratamiento. Esperamos que sea infalible e incansable.

Durante la pandemia hemos tenido una especie de epifanía colectiva. Muchos descubrimos el esfuerzo y el sufrimiento del personal sanitario. Y venga a salir a los balcones para aplaudir cada noche a las ocho. "De esta saldremos mejores", decían los idealistas... pues va a ser que no. Hace meses que los balcones enmudecieron y las condiciones del sector de la salud han empeorado porque, además del desgaste previo a la pandemia, ahora hay que sumarle el agotamiento provocado por todo lo vivido. Hace pocos días, este mismo periódico explicaba que existe un 37% de médicos con crisis de salud mental. Y según datos de Metges de Catalunya, el 70% de sus afiliados este verano presentaban síntomas de 'burnout' y de cansancio emocional.

Todo ello evidencia, una vez más, que la sociedad cuenta con los médicos, pero que los médicos no pueden contar con la sociedad. Lo saben ahora y lo sabían hace 125 años cuando empezaron a organizar los colegios profesionales. La creación de aquellos organismos, a finales del siglo XIX -el de Barcelona se fundó en 1894- tenía una doble finalidad. Por un lado controlar el intrusismo profesional y por otro regularizar los honorarios, lo que interesaba especialmente al estado para mejorar el sistema de tributación de los facultativos.

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Aunque algunos profesionales inicialmente se mostraron reacios a la colegiación, enseguida tuvo una muy buena acogida por la mayoría. Además, después de muchos debates, en 1917 se hizo obligatorio darse de alta en el colegio.

Ahora bien, con el funcionamiento de esos organismos los problemas de la profesión no desaparecieron. En 1919 durante el Tercer Congreso de Médicos de Lengua Catalana, Joaquim Abelló Roset y Ramon Pla Armengol promovieron la creación del Sindicato de Médicos (SMC). En su reunión fundacional, en marzo de 1920, participaron 500 profesionales procedentes de todos los rincones del país. Era evidente que entre los facultativos había inquietud.

Su primer presidente fue el médico del Hospital del Sagrado Corazón de Barcelona, Hermenegild Puig Sais. La junta directiva del SMC enseguida dejó claro que eran una formación sin vínculos con otras organizaciones sindicales ya existentes, y tampoco querían alinearse con ninguna formación política. Asimismo, se remarcó que no pretendían competir con las funciones de los colegios. Entonces, ¿qué hacían? Pues crear las herramientas necesarias para ayudar a los profesionales que tuvieran dificultades y asegurarles estabilidad económica al jubilarse. Por eso fundaron la Caja de Previsión y Crédito, la Caja de Beneficencia y la Caja de Paro forzoso. Desgraciadamente no tuvieron demasiado tiempo para poner en marcha la totalidad de sus proyectos ya que, en 1923, empezó la dictadura de Primo de Rivera y las organizaciones sindicales fueron prohibidas.

Hubo que esperar hasta la proclamación de la Segunda República de 1931 para que las asociaciones profesionales de médicos pudieran funcionar con libertad. Los colegios provinciales se fusionaron en un solo organismo de ámbito catalán que incrementó la cooperación con el Sindicato. 

Al estallar la guerra, la supuesta posición acomodada de los médicos de localidades pequeñas hizo que la violencia revolucionaria a menudo los identificara como elementos burgueses y fueran perseguidos y asesinados. Del mismo modo quienes a partir de 1939 prefirieron quedarse y vivir bajo el nuevo régimen fascista, fueron depurados. Algunos fueron inhabilitados por su significación política. Además el colegio quedó bajo el control de los franquistas, que eliminaron al SMC para crear la Agrupación Provincial Sindical de Médicos.

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Pero la memoria es tozuda y en 1984 se recuperó el sindicato. El país y la profesión habían cambiado mucho desde 1920 pero es evidente que entidades de este tipo son imprescindibles para recordarnos que también hay que cuidar a los que curan.


Médicos de lengua catalana

El primer presidente del SMC fue el médico Hermenegild Puig Sais. Nacido en Albons en 1860, estudió medicina en Barcelona. Ejerció en El Prat de Llobregat, en el Hospital de la Santa Creu y en el Hospital del Sagrat Cor. Además, formó parte de diversas asociaciones profesionales y fue el vicepresidente de la Asociación General de Médicos de Lengua Catalana.

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