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Dos mil años buscando piso | + Historia

Desde hace tiempo, para mucha gente pagar el alquiler de un piso es muy difícil. Especialmente los jóvenes, que no se emancipan hasta que son muy mayores. El quebradero de cabeza del alquiler hace mucho que dura.

Visita del Cardenal Antoniutti a las obras de las Viviendas del Congrés Eucarístic (VCE), en 1956

Visita del Cardenal Antoniutti a las obras de las Viviendas del Congrés Eucarístic (VCE), en 1956 / Fondo VCE. Archivo Diocesano de Barcelona

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Conseguir alquilar un piso a precio asequible es entre un milagro y una misión imposible para muchas personas, sobre todo para los más jóvenes, que tienen unos salarios vergonzosos. Para intentar poner remedio al tema, el Gobierno de Pedro Sánchez está trabajando en una nueva ley de la vivienda y en los presupuestos quiere incorporar medidas para hacer frente a la escalada constante del coste de los alquileres.

El acceso a la vivienda por parte de las clases populares siempre ha sido un problema. Bueno, "siempre" quizás es exagerar, pero decir que hace dos mil años que dura, no. A menudo la Historia solo presta atención a los grandes hechos y grandes personajes y eso hace que queden zonas oscuras, tal y como demuestran las investigaciones dedicadas a la historia de las mujeres, por ejemplo. Y lo mismo ocurre con las clases desfavorecidas. Como no aparecen directamente en las fuentes históricas, hay que saber escrutarlas con atención.

Así, dando un vistazo a la organización urbanística de la antigua Roma, se puede saber que en aquellos tiempos ya había problemas con los pisos. Quienes ahora llamaríamos miembros de la clase trabajadora vivían en barrios periféricos hacinados en 'insulae'. Este término, que literalmente significa isla, eran bloques de viviendas. En el siglo III aC tenían tres plantas, pero con el paso de los siglos llegarían a las ocho. Obviamente no gozaban de las comodidades modernas: no había agua corriente ni lavabo. Ni siquiera cristales en las ventanas (era un material muy caro) y en invierno las aberturas se protegían con tablones de madera. Y puesto que, además, las 'insulae' estaban cerca unas de las otras, cuando había un incendio (cosa que ocurría a menudo), las llamas saltaban de un bloque a otro con facilidad.

Todo esto se sabe gracias a las leyes y regulaciones que se empezaron a aplicar en tiempos de Julio César y que los emperadores posteriores fueron mejorando: se limitó la altura de los edificios, se obligó a que hubiera un mínimo de separación entre ellos, se creó un rudimentario cuerpo de bomberos... En el siglo IV dC, cuando Roma llegaba a su ocaso, en la ciudad se podían encontrar las casas de los ricos, llamadas 'domus', y las 'insulae'. De las primeras se calcula que había unas 1800 y de las segundas unas 46.600.

El mercado inmobiliario estaba controlado por las grandes fortunas, que trataban de obtener el máximo beneficio subiendo el alquiler cuando crecía la demanda y ahorrando en el uso de los materiales constructivos. Algunos eran propietarios de las 'insulae' enteras y otros lo podían ser solo de los locales de la planta baja, donde se instalaban tiendas o talleres. Este era el caso del famoso político y filósofo Cicerón, que según explicaba en su correspondencia, utilizaba las rentas para pagar los estudios de su hijo.

Después de Roma vino la Edad Media. La primera parte estuvo caracterizada por una mayor presencia desde núcleos rurales, pero con el paso de los siglos y el aumento del comercio, las ciudades fueron ganando fuerza. Y cuanto más crecían, más lo hacía el precio de los alquileres. El historiador Le Roy Ladurie ya lo demostró hace cincuenta años para el caso francés. Entre los siglos XV y XVIII, el ascenso fue constante, mientras que el poder adquisitivo de los inquilinos quedaba estancado. Solo cuando había crisis o guerras se producían reajustes.

Por supuesto, con la revolución industrial, la situación empeoró. Barcelona puede servir de ejemplo. Había mano de obra, pero encontrar un piso era imposible. Había pocos y eran carísimos. Los trabajadores venidos tanto del interior de Cataluña como de diferentes puntos de la geografía española tenían dos opciones: compartir piso entre diferentes familias (algo que ya ocurría en la Roma antigua) o tener su propia barraca. De esta parte de la historia reciente no hay que dar demasiados detalles porque para muchos de nuestros lectores es parte de su propia biografía o de la de sus antepasados más recientes.

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A partir de la década de los setenta pareció que la situación podía cambiar, cuando se favoreció la compra de viviendas; pero en cambio ahora no solo hay alquileres caros, sino también hipotecas imposibles.


El invento del ascensor

Al igual que ocurre con los bloques actuales, no todas las insulae romanas tenían la misma categoría. Además, era habitual que la gente con menos dinero residiera en las plantas superiores de los edificios. Este sistema pervivió durante siglos, hasta que con el invento del ascensor se reorganizaron las viviendas verticales y los ricos subieron al ático.

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