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Los lectores opinan: “Los botellones han venido para quedarse”

La falta de alternativas de ocio nocturno, el exceso de tolerancia por parte de las autoridades y un mal entendido 'carpe diem' por parte de los jóvenes explican la aparición de los macrobotellones según la comunidad de lectores de EL PERIÓDICO, cuya preocupación por este fenómeno queda patente en las cartas enviadas a la sección Entre Todos.

Botellón en la UAB la madrugada del viernes 17 de setiembre

Botellón en la UAB la madrugada del viernes 17 de setiembre

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Luis Benavides
Luis Benavides

Periodista

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En tiempos de prepandemia ya existían los botellones para desgracia de muchos vecinos que veían alterado su descanso y sufrían su rastro incívico por la mañana, pero las dimensiones de estos encuentros sociales alrededor del alcohol y otras drogas han aumentado con el cierre del ocio nocturno para contener el covid. El más comentado en los últimos días tuvo lugar en el campus de la UAB en Bellaterra, con unos 8.000 asistentes congregados por Telegram y un balance final deplorable: suciedad, robos, peleas e incluso una presunta agresión sexual. Para algunos lectores este fenómeno responde a un “exceso de tolerancia”. Es la tesis de Manuel González, de Barcelona, que en su carta critica a las autoridades por permitir que “vayan a más” y también carga contra los más jóvenes por irresponsables. “Si tenemos que esperar a que esta juventud nos saque las castañas del fuego, vamos apañados”, asegura González, quien apuesta por “aplicar mano dura y fuerte”.

La participación de los jóvenes en botellones “ya era habitual” en las puertas de las discotecas ubicadas en polígonos, junto a los coches, recuerda en su misiva Jesús Salazar, de Barcelona, que también apunta a un “exceso de tolerancia” como principal culpable de la consolidación de macrobotellones como la alternativa de ocio nocturna favorita entre los chavales: “El problema siempre es el mismo: se mira hacia otro lado mientas el incivismo es pequeño, y eso provoca que crezca y entonces todos nos llevamos las manos a la cabeza”.

El pesimismo es predominante en las cartas recibidas por los lectores, en su gran mayoría adultos, valga decir.  “Los botellones han venido para quedarse”, asegura José Antonio Ruíz-Roso, vecino de Santa Coloma de Gramenet, que echa de menos “medidas contundentes” por parte de las autoridades.

Salud y orden

¿Problema de salud público o de orden público? Ambas cosas. Supone un problema de salud pública desde el momento en el que no se respetan las más básicas medidas anticovid: uso correcto de la mascarilla, distancia interpersonal y reducir el número de contactos. Pero, ¿qué se puede hacer más allá de enviar unos furgones de policía? “Medidas imaginativas”, escribe Salazar, sin concretar ninguna.

La concentración de personas a altas horas, a menudo con equipos de música para hacer más fiesta, también puede (o suele) generar problemas de convivencia y altercados; pero algunos lectores como Francisco Morillo-Velarde, de El Vendrell, se preocupan más bien por el futuro de los jóvenes que necesitan el alcohol para socializar y para evadirse. “Urge educar en un ocio que no dependa de la necesidad de perder el sentido de la conciencia”, escribe el lector, que augura unos próximos meses algo más tranquilos debido a la climatología, menos favorable para el consumo al aire libre. “Tenemos unos meses por delante para educar y tomar las medidas necesarias para que esto no sea un problema en el futuro”, añade.

En la carta de David Torras, de Sabadell, echa de menos un plan. Preventivo, no reactivo. Organizar un dispositivo de limpieza especial y reponer el mobiliario urbano dañado tras la ingesta de alguna sustancia o por la sensación de impunidad que ofrece la masa no es abordar la problemática. “Nos hemos convertido en una sociedad infantilizada, de niños malcriados que se quejan si no les damos lo que quieren de forma inmediata –escribe Torras-, y poner freno a esta lacra requiere mucho más que lamentaciones y apelaciones al civismo”.

Reapertura del ocio nocturno

Algunos gobiernos autonómicos, como el catalán, están jugando la carta del ocio regulado, controlado. En el caso de Catalunya, el Govern autoriza la apertura de pubs musicales y discotecas hasta las 03.00 de la madrugada siempre y cuando tengan terrazas y espacios exteriores. Esta apertura, que se justifica por una mejora en los indicadores de la pandemia, es del todo insuficiente para los empresarios de la noche, que abogan por un plan de tests de antígenos que permita hacer extensiva la reapertura a espacios cerrados. Sea como sea, puestos a reunirse y beber, mejor alrededor de una mesa o en una pista de baile sin baile con aforo limitado. Con todo, varios lectores consideran que no será suficiente. “Yo creo que (los botellones) se quedarán. Sale más barato hacer botellón que ir a un bar o a una discoteca”, sentencia José Fernando Castellón, de Barcelona.

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Antonio Pujol, otro vecino de Barcelona, profundiza en esta senda, la del bolsillo. Y es que al final los macrobotellones no son tanto el problema como un síntoma, la manifestación de que algo falla. “Si uno es joven, yo lo recuerdo a pesar de mis 82, necesita tener expectativas para escoger hacia dónde dirigir sus energías”, escribe Pujol, preocupado por el alto porcentaje de paro juvenil (42%). España se ha convertido durante la pandemia en el país con la mayor tasa de paro juvenil de toda la OCDE. Así se observa en el último informe sobre empleo realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. “Si las expectativas son escasas, puedes decidir vivir el momento –continúa-, que lo lúdico predomine sobre otra consideración. Si además no tienes mucho dinero recurres a lo más barato, que son los botellones”. El 'carpe diem' de toda la vida, pero mal entendido.


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