Obituario

Adiós a Carme Alemany, referente del feminismo libertario

Fue pionera de los estudios de género y tecnología y estuvo en la cocina de las grandes huelgas feministas

Carme Alemany

Carme Alemany

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Su corazón dejó de latir en la madrugada del viernes, pero para ella la vida era algo más que el latir del corazón. Carme Alemany (Barcelona, 1939-2021) será siempre un referente del feminismo libertario, una pionera del feminismo de patearse la calle, de las asambleas y de la justicia social, libre de las ataduras de las instituciones del poder y de la academia.

El feminismo le atravesó el cuerpo y ella lo llevó hasta sus últimas consecuencias en su manera de vivir, de amar y de morir. Puso la vida en el centro cada minuto de su existencia. Siempre determinada, pero con una sonrisa. "Pienso que el feminismo pasa por la vida, por la vida de cada día -decía-. La gente que ha pasado por el feminismo no vuelve nunca atrás, porque te transforma, no puedes continuar siendo la misma".

Su padre era ateo y republicano y de niña su madre le hablaba de las huelgas del pan de principios del siglo XX. Creció en la Barcelona de la posguerra y mientras todas sus amigas se casaban, ella lo tenía claro: “No quiero que me mantenga un hombre. Quiero tener una carrera y una profesión”.

En 1962 tomó una decisión que marcaría su vida. Se marchó a París y leyó a Camus, Sartre y Simone de Beauvoir. Estudió Sociología en la Sorbona y con su compañero decidió educar a su hija con principios libertarios y no autoritarios.

Las niñas y el 'Electro-L'

Estudió en la academia, pero nunca quiso ser una académica. Puso su bagaje teórico al servicio de todas las mujeres y fue pionera en apuntar las funestas consecuencias del vacío femenino en el desarrollo de la ciencia y, sobre todo, de la tecnología. En 1992 publicó ‘Yo no he jugado nunca con Electro-L’, en referencia a un popular juego de circuitos electrónicos que los reyes magos nunca traían a las niñas. 

Ya en este siglo, vivió con pasión el 15-M y se unió al colectivo Feministas Indignadas. Cuando alguien planteó la posibilidad de hacer una huelga de mujeres le vio todo el sentido. Era una manera de salir del marco teórico y llevar a la práctica el lema de poner la vida en el centro. Con su trabajo reproductivo y de cuidados las mujeres sostienen el mundo; si las mujeres se paran, el mundo se para.

De aquella idea embrionaria surgió el colectivo Vaga de Totes, que en marzo de 2014 invitó a las mujeres a reunirse en la plaza Catalunya de Barcelona para hablar de cómo podría llevarse a cabo una huelga de estas características, teniendo en cuenta no solo a las jóvenes activistas, a las universitarias, sino a las trabajadoras más precarias, las inmigrantes y las mayores.

Semilla de la huelga feminista

Pocas mujeres acudieron a aquella llamada inicial, pero Carme Alemany estaba convencida de que todo estaba por ganar. Y tenía razón. Aquellos primeros encuentros fueron una de las semillas de la grandes huelgas feministas de los últimos años, en la que ella siempre estuvo junto a las pancartas de las más precarias.

En los últimos años viajó por la geografía catalana y española proponiendo ideas para la organización y los manifiestos de las huelgas, recogiendo ideas y luchando para evitar que los partidos fagocitaran la protesta de las mujeres. También facilitó siempre que se escuchara la voz de las jóvenes. Cuando EL PERIÓDICO le pidió una entrevista, ella puso como condición hacerlo con una compañera joven y en todo momento le cedió la palabra.

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A Carme Alemany no solo se la podía ver en las concentraciones feministas, también era habitual encontrarla en acciones de colectivos antidesahucios y en las reivindicaciones medioambientales, por la paz y por los refugiados. A los periodistas nos recordaba que dejáramos de mirar el centro y nos fijáramos en los márgenes.

Siempre sacaba fuerzas del contacto estrecho con sus compañeras y su familia y en los últimos años tuvo la inmensa alegría de ver crecer a su nieta. Cuando la enfermedad volvió a abordarla no quiso enfrentarse a ella, sino acogerla. Con gran clarividencia, entendió que no hacer tratamiento alguno abría un espacio único para vivir las últimas semanas mucho más serena, rodeada de la gente que la quería y en su casa. Su corazón dejó de latir, pero ella continuará latiendo en muchas mujeres.