Entrevista

Julienne Lusenge: "El cuerpo de las mujeres se ha convertido en el campo de batalla"

La infatigable activista por los derechos de la mujer y por la paz y la justicia en la República Democrática del Congo viaja a Barcelona para recibir en el Parlament el premio Constructors de Pau, que otorga el Institut Català Internacional per la Pau. Además, coincidiendo con el Día Internacional de la Paz, que se celebra el martes, 'mamá' Julienne hablará de su experiencia y de la situación de las mujeres en su país. La intervención podrá seguirse a partir de las 17:30 por el canal de YouTube del ICIP.

La activista congolesa Julienne Lusenge recibirá en Barcelona el Premio ICIP Constructors de la Pau.

La activista congolesa Julienne Lusenge recibirá en Barcelona el Premio ICIP Constructors de la Pau. / Jonathan Torgovnik

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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-La llaman "mamá Julienne".

-En África se llama así a las mujeres por respeto, pero también depende de tu manera de vivir, de hablar y de ocuparte de la gente. A mí me llaman mamá aquí, en Europa, América y Canadá.

-¡Es una mamá internacional!

-Mis hijos dicen que soy la madre de todo el mundo porque siempre escucho, tengo empatía y me adapto a todo. Si voy a un poblado, vivo, como y duermo en el suelo como ellos, y si estoy en un gran hotel europeo también me adapto.

-¿Qué relación hay entre la figura de la madre y la lucha por la paz y la justicia?

-La madre da la vida y lo hace todo para protegerla. En el Congo hace 20 años que parimos a nuestros hijos con las balas silbando sobre nuestras cabezas, por eso para nosotras cada instante de vida tiene muchísimo valor.

"La paz se nutre de la justicia y la justicia consolida la paz"

-Y sin paz, la vida está en riesgo.

-Por eso vamos de pueblo en pueblo, de región en región y de país en país hablando de paz. La paz se nutre de la justicia y la justicia consolida la paz. Los criminales tienen que responder de sus actos y hay que reparar el daño a las víctimas.

-Nació en 1958, dos años antes de la independencia de la República Democrática del Congo. 

-Con la independencia mi familia lo perdió todo. A mi padre le acusaron de connivencia con los blancos y tuvo que huir a pie 350 kilómetros. Años después vino la rebelión Simba y mi familia se escondió durante años en la selva. Aun así, mi padre nos animó a no tener miedo de expresar nuestras opiniones y a hablar con todo el mundo.

-Empezó trabajando como periodista en una radio comunitaria.

-Hacíamos un programa sociocultural en el que se hablaba de educación, salud, nutrición, justicia y desarrollo. Íbamos a los pueblos a entrevistar a la gente sobre sus problemas y emitíamos en las ocho lenguas de la región.

"En nuestra cultura hay tribus donde la violencia contra las mujeres está prohibida"

-¿En cuántas lenguas hablaba?

-Yo presentaba en lingala, swahili y francés. Era una radio muy importante para el desarrollo de nuestra región, pero en la guerra de 1996 Mobutu echó del país a los belgas, que financiaban la emisora. Las mujeres querían continuar pero ya no teníamos vehículos para ir a los pueblos y el ejército ugandés nos robó todo el material.  

-En 2001 cofundó la oenegé Sofepadi para los derechos de las mujeres y para denunciar la violación como arma de guerra.

-Esto nunca se había visto antes del genocidio de Ruanda. En nuestra cultura hay tribus donde la violencia contra las mujeres está prohibida. Yo soy de la comunidad Beni y si un hombre viola a una mujer lo echan del pueblo y se convierte en un ‘mukumbira’, un paria. 

-Pero no siempre es así.

-Hay algunas tribus que practican ritos que permiten la violación, como cuando entronizan al jefe y escogen una niña virgen para que pase la noche con él, una niña que después es expulsada del poblado. Pero la violación como arma de guerra llegó con los hutus de Ruanda después del genocidio. Entraban en los poblados y, no contentos con matar, violaban en masa para humillar, neutralizar e imponer su poder.

"No son enfrentamientos armados clásicos, se combate a través del cuerpo de las mujeres"

-¿Cómo le ha afectado lo que ha visto y escuchado a lo largo de los años?

-Estos testimonios me han traumatizado a mí también. Todos los grupos armados, incluso algunos elementos de nuestro ejército nacional, han cometido violaciones. Ya no se trata de enfrentamientos armados clásicos, sino que se combate a través del cuerpo de las mujeres. Un grupo asienta su poder violando a las mujeres de otro grupo. El cuerpo de las mujeres se ha convertido en el campo de batalla. 

-¿Alguna vez pensó en dejarlo?

-Hay momentos en que te quedas sin fuerzas para seguir luchando, sobre todo cuando la justicia no responde. Le pondré un ejemplo: una niña de 13 años fue violada por su profesor justamente un 8-M, el Día de la Mujer. Se quedó embarazada y tuvo una infección en la matriz que le impedirá tener hijos.

-¿Qué pasó con el violador?

-Los militares le protegieron y huyó. ¡¿Cómo voy a dejar mi trabajo?! No quiero que mis nietas vivan lo mismo que nosotras. Las mujeres siempre han luchado duro por sus derechos y en el Congo ahora hay mucha gente sensibilizada. El propio presidente está comprometido con la lucha para erradicar la violencia contra las mujeres.

"Siempre digo a la ONU que no necesitamos más papeles, necesitamos acciones"

-Sus denuncias han llevado a la cárcel a muchos criminales sexuales. ¿Ha temido por su vida?

-Tengo muchas amenazas y me han perseguido a mí y a mi familia. Tras reunir todos los expedientes para presentarlos a la comunidad internacional, a una compañera la descuartizaron con un machete y a otra le dieron una paliza delante de sus hijos. No es fácil el trabajo por la paz y la justicia. Te conviertes en el enemigo de mucha gente.

-Usted goza de protección internacional.

-Sí, pero no pueden estar vigilándome las 24 horas. Tengo mis rutinas de seguridad y no paso por barrios donde el riesgo es más alto.

-¿Qué ha cambiado desde que la ONU aprobó la primera resolución sobre mujeres, paz y seguridad en el año 2000?

-Desde entonces se han ratificado 18 o 20 resoluciones más. Pero no necesitamos más papeles, necesitamos acciones. Recibimos aquella resolución de hace 21 años con mucha esperanza porque decía que las mujeres debíamos participar en las negociaciones de paz, en la gestión pública y en la toma de decisiones, pero no se ha fomentado la participación de las mujeres en el Congo. Te piden la opinión, pero luego la guardan en un cajón. Y así no se cambian las cosas.

"Es un premio para todas las mujeres del Congo que arriesgan su vida por la paz y la justicia"

-¿Ha influido la última ola feminista en las mujeres del Congo?

Aquí el concepto feminista no es muy conocido. Hay feministas, yo misma lo soy, pero la información no llega bien. Nuestra tarea es formar a las jóvenes en los verdaderos valores del feminismo, que son la solidaridad entre las mujeres, el apoyo mutuo, no juzgarnos y ser autónomas para pensar y defender los valores en los que creemos.

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-Acumula muchos premios por su labor.

-Lo importante no es la cantidad de premios sino el valor que se les da, como demuestra el hecho de que sea la presidenta del Parlament quien me entregue el premio ICIP Constructors de la Pau en Barcelona. No es un premio para mí, sino para todas las mujeres del Congo que cada día arriesgan su vida por la paz, la justicia, el fin de la violencia contra las mujeres y la protección de la vida que nosotras mismas damos.