Entrevista

Anna Freixas: "Si se paran las viejas (y los viejos) se para el mundo"

Anna Freixas 

Anna Freixas  / Remedios Malvárez Baez

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Eva Cantón
Eva Cantón

Periodista

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Con una buena dosis de humor, Freixas (Barcelona, 1946) psicóloga e investigadora pionera en gerontología crítica feminista, cuestiona los estereotipos negativos ligados a la vejez y propone en ‘Yo, vieja’ (Capitán Swing) una reflexión salpicada de sugerencias para reconciliarse con la palabra y enarbolar los principios de libertad, respeto y dignidad desdramatizando una etapa de la vida que puede ser más feliz que la de los 18 años. Apuntes de supervivencia para una nueva generación de viejas. 

¿Plantea usted una especie de rebelión de las viejas? 

Propongo una reflexión y un cambio de paradigma siguiendo la línea del feminismo de poner el foco en algo que, en este momento, es invisible en nuestro contexto cultural. Es una transformación pendiente. 

¿La vejez siempre ha sido invisible?

En otros momentos de la historia nos moríamos por el camino y si no lo hacíamos nuestra vida era tan insignificante que daba igual, pero ahora hay una nueva realidad. Nuestra vida cotidiana no es la de las viejas de hace 30 años. Trato de normalizar que ser viejo forma parte de la vida, como ser niño o adolescente.

Pero si preparamos a los niños y a los jóvenes para ser adultos ¿por qué no nos preparamos para ser viejos?

Es algo que debemos hacer de manera colectiva. Si no nos respetamos y valoramos, no nos van a respetar y valorar fuera. Me gustaría que el libro supusiera la asunción del ‘yo, vieja’ por parte de las mujeres de todas las edades. 

Es importante tener modelos, que las viejas aprendamos a situarnos en el mundo para que las demás puedan verse en nosotras y decir: ‘como ella puedo ser yo’.

Teniendo en cuenta el respingo de la primera vez que nos tratan de usted hay camino por recorrer. ¿Por qué pasa eso?

Porque en nuestra cultura ha habido una híper valoración de lo joven y una desvalorización de lo viejo tan fuerte que todo el mundo trata de evitar ese estadio que significa pérdida de poder, de dinero y de interés de la sociedad hacia ti. 

¿Cuál es la principal reivindicación de su ‘Yo, vieja’?

Dignidad y justicia. El eslogan feminista dice que si las mujeres se paran, se para el mundo, y yo digo que si las viejas (y los viejos) se paran, se para el mundo. Damos de comer, ayudamos, cuidamos, transmitimos sabiduría... Las viejas no necesitamos caridad, necesitamos justicia.

"Las viejas no necesitamos caridad, necesitamos justicia"

¿Hay diferencia entre ellas y ellos?

Muchísima. La mayoría de las viejas de hoy son señoras que se casaron, tuvieron criaturas, sin un trabajo remunerado, sin pensión y que han estado siempre al servicio de todo el mundo. Ser vieja tiene sus dificultades en un mundo donde ellos todavía tienen privilegios. 

¿Qué privilegios?

En la calle veo cantidad de tertulias de hombres sentados alrededor de una mesa jugando a no se qué y siempre pienso: a estos alguien les está preparando la comida, porque es la una y media. No es el grueso del problema, sino un ejemplo de que no es lo mismo envejecer siendo hombre que siendo mujer en una sociedad en la que ellos han tenido una vida pública.

"Envejecer tiene su zona de divertimento si sabes reírte de ti misma"

¿Encuentra algo bueno en los pequeños achaques?

Es una estrategia inteligente ver las ventajas de las dificultades. Yo tengo problemas de audición en el oído derecho, así que no me molestan los ruidos por la noche y a veces me hago la loca haciendo ver que no me he enterado de algo. Respetando todo aquello suficientemente grave a lo que no le puedes encontrar la gracia, envejecer tiene su zona de divertimento si sabes reírte de ti misma.

Algo de lo que es difícil reírse pero que conviene encajar es el declive físico. ¿Cómo nos reconciliamos con el cuerpo?

Es un ejercicio individual y cultural. Hay cada vez más mujeres que muestran su realidad, actrices que no se tiñen, que no se estiran. Cuando veo en la playa gordas con bikinis imposibles pienso que a mi madre le parecería horrible y dentro de mí hay un inicio de escándalo pero rápidamente digo: ¡olé, qué bien que eres capaz de pasar de todo! ¿Por qué autocensurarse? Aceptar el cuerpo es una tarea que no empieza en la vejez, empieza en la juventud, pero no hay un discurso que revise el modelo de belleza para las mujeres.

“Los medios de comunicación deberían usar un lenguaje menos blandengue para referirse a las personas mayores”

Y luego está el lenguaje para referirnos a las mujeres mayores…

El lenguaje y la vejez se llevan mal. Muchas personas tratan de ser amables y dicen cosas como ‘esa abuela de allí’ sin pensar que vieja no significa ser abuela, ¡puede que no seas ni madre! No hay maldad, pero sí estupidez, infantilización y falta de respeto. Es hora de dejar de decir ‘nuestros mayores’, porque no somos propiedad de nadie. Los medios de comunicación deberían usar un lenguaje menos blandengue.

¿Nos pasamos de frenada durante la primera ola de la pandemia protegiendo a la población mayor, más vulnerable pero que sabe lo que hace?

Sí. Se tomaron decisiones sobre personas que pueden decidir por sí mismas. Cuando alguien dice ‘mi hija no me deja’ alucino en colores. Me puede decir que si salgo vaya con cuidado, pero no que no puedo salir. ¿Es sobreprotección o procurar que no demos la lata más de la cuenta?

¿Las madres mayores tienen que aprender a decir que no a sus hijos?

El drama de la maternidad es el amor. Es la confusión entre amor y justicia, entre amor y libertad. Puedo querer mucho a mi hijo y decirle que no le voy a cuidar a sus hijos, que me tiene que pagar por esa tarea, que voy a salir lo que me de la gana y que gastaré el dinero en lo que quiera. 

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Ya puestos ¿con qué regalo le gustaría encontrarse en su 80 cumpleaños?

Quizás un coche eléctrico o un viaje con amigas durante dos meses a Finlandia y los países nórdicos.

'Yo, vieja'

Anna Freixas Capitán Swing. 192 Páginas. 17 €