Entender + con la historia
Leyes inútiles contra el aborto
Una restrictiva ley contra el aborto en EEUU ha vuelto a poner de actualidad los derechos reproductivos de las mujeres. Es un tema que desde hace 2.000 años ha generado debate y no se ha resuelto nunca.
Manifestación por la despenalización total del aborto, en 1984. /
Aunque quizás alguien pensaba que con la derrota de Trump los sectores más conservadores de Estados Unidos entrarían en crisis, las diferentes iniciativas legislativas que intentan implantar en los estados donde tienen influencia demuestran lo contrario. El último ejemplo se ha vivido en Texas, donde se ha aprobado una nueva ley del aborto. Está redactada de tal manera que hace prácticamente imposible que una mujer pueda interrumpir un embarazo, incluso en casos extremos como el de una violación. Además, el Tribunal Supremo, que tenía la opción de bloquear la ley, no lo ha hecho porque la mayoría conservadora de sus miembros se ha posicionado en contra de intervenir.
Los antiabortistas lo han celebrado como una gran victoria y es de suponer que iniciativas similares se producirán en otros puntos de EEUU. Es posible, incluso, que se produzca un efecto contagio en lugares del mundo donde haya gobiernos ultraconservadores.
Quizás existe la creencia de que haciendo leyes restrictivas se pondrá punto final a la existencia del aborto, pero la historia nos enseña que, por más penas y más persecución que haya, se continuará practicando. La diferencia es que al criminalizarlo se convierte en una actividad clandestina, sin ofrecer garantías a quien debe someterse a una intervención tan traumática, si es que quiere llevarla a cabo.
En España esto se conoce bastante bien porque, durante muchos años, para interrumpir una gestación se tenía que viajar a Londres. No fue hasta 1983 que se reformó la ley para despenalizar el aborto en tres supuestos: peligro para la vida de la madre, violación y malformación del feto. Antes de esa fecha, todos los códigos penales españoles lo tipificaban como delito con diferentes grados de prisión, tanto por el profesional que lo practicaba como para la embarazada. En 1928, por ejemplo, podían caer hasta tres años y un día de reclusión si se hacía para ocultar la "deshonra" de la mujer; y los códigos penales de 1870, 1848 y 1822 las penas podían llegar hasta los 14 años para los médicos abortistas y ocho para la paciente.
En los siglos anteriores las cosas no eran mejores, porque la influencia de la moral cristiana marcaba la línea entre las cosas que se consideraba que estaban bien y las que estaban mal. De hecho, es interesante ver cómo clásicos de la antigüedad como Hipócrates o Aristóteles hablan de la cuestión sin los juicios morales que aparecen después, cuando el cristianismo llegaría a ser hegemónico en Europa.
Noticias relacionadasDurante la edad media el aborto se equiparó con el homicidio y se podía sentenciar a muerte a quien fuera encontrado culpable de practicarlo o de someterse a ello, sobre todo si se hacía utilizando plantas abortivas. En cambio, si se perdía el bebé por culpa del maltrato físico la condena era menor, puesto que la violencia contra la mujer se consideraba un asunto doméstico. De hecho, ellas ni siquiera tenían el derecho a denunciar porque solo los hombres podían participar del sistema judicial.
Ahora bien, tal y como ha investigado la historiadora Paloma Moral, los conocimientos sobre el aborto existían y se transmitían a través de los manuales de medicina, al menos desde el siglo XIV. Pero como era un tema tabú, se utilizaban expresiones eufemísticas y se hablaba de medicamentos para tratar la "retención de la menstruación". Una de las cosas que remarca Moral es que en las escuelas de medicina no se enseñaba nada relacionado con el cuerpo de la mujer y el proceso de gestación. Por lo tanto, aunque los hombres tenían un cierto conocimiento de la cuestión, tal y como demuestran los manuales de la época, seguramente no lo ponían demasiado en práctica. Bien fuera por el miedo a la prisión o bien por considerar que la salud femenina era un tema menor. En consecuencia, las mujeres recurrían a otras mujeres, conocedoras de remedios tradicionales compartidos generación tras generación. Eran aquellas a quienes a menudo se acusaba de brujas. Los médicos se las querían sacar de encima al verlas como una amenaza para su negocio y la iglesia porque iban contra la moral cristiana. Seguramente pensaban que así acabarían con los abortos, pero estamos en el s. XXI y aquí seguimos y seguiremos.
La excepción en la Guerra Civil
En Catalunya se vivió una situación excepcional durante la Guerra Civil. Aprovechando el contexto revolucionario existente, en 1936 se aprobó la ley de reforma eugenésica del aborto, que permitía practicarlo, entre otros supuestos, por causas terapéuticas, razones sentimentales o éticas. La ley se acompañaba de otras medidas de educación sexual.
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