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“De primeras me cayó mal”: El amor de verano de Miguel Ángel

  • Ella buscaba información para comprar un piso y él sintió un "flechazo"

Miguel Ángel y Montse, en la rambla de Onze de Setembre

Miguel Ángel y Montse, en la rambla de Onze de Setembre / Manu Mitru

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Luis Benavides
Luis Benavides

Periodista

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El amor puede llegar en el momento más inoportuno e incluso en el lugar más insospechado. Y si no, que se lo digan a Montse Garrido y Miguel Ángel Romero. Ella nunca imaginó que conocería a su actual marido y padre de sus hijos durante la compra de un piso, en un lugar tan gris y aséptico como un bufete de abogados. “De primeras me cayó mal”, rememora con una sonrisa pícara. “Pero me fue ganando poco a poco”, añade.

Romero, de 53 años, recuerda el primer encuentro a principios de junio de 1996 de una forma muy diferente. Fue en su despacho. Ella tenía 26 años y quería información sobre una vivienda que había visto en un anuncio clasificado. “El corazón se me llenó de amor y supe que no iba a ser una reunión normal”, explicaba en su carta enviada a EL PERIÓDICO. El "flechazo" fue tan grande que no pudo evitar, asegura, lanzar un piropo a la primera de cambio. Le salió de dentro. “Sé que no es correcto, que no es muy profesional, pero no lo pude evitar. Nunca antes lo había hecho”, aclara este agente de la propiedad inmobiliaria.

Ella se mostró “muy seca y distante” y él comprendió al instante que si tener la oportunidad de conocerla fuera del despacho debía cambiar su estrategia. No se lo pondrían nada fácil. “En ese momento yo salía de una relación difícil, quería poner tierra de por medio, y por eso buscaba un piso para vivir sola. No entraba en mi planes comenzar nada”, recuerda Garrido, de 50 años, entonces peluquera por cuenta ajena. 

Ese mes de junio coincidieron en varias ocasiones, tanto en el despacho como en el banco en el que solicitaron la hipoteca. Al acabar una de las gestiones, un caluroso 14 de junio, fueron a tomar un refresco. Ella no lo tenía claro, pero accedió. El empujón que ella necesitaba para tener una cita no profesional con ese agente inmobiliario “tan cordial” y que le había ayudado “muchísimo” en todas las gestiones se lo dio su abuela: “Me dijo algo muy cierto. El tren solo pasa una vez en la vida. Te puedes subir y bajarte cuando quieras, pero si no lo coges quizá no vuelve a pasar”. 

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Ella cogió las llaves del piso y se subió al tren. Y en ese vagón siguen los dos, encantados de la vida, felizmente casados desde 2001. Viven bajo el mismo techo, pero no el de aquel pisito de la calle de Deià, en el barrio de Porta, en el que dieron sus primeros pasos como pareja. Viven en otro, pagado a medias. Tienen dos hijos, de 15 y 17 años, y desde hace un tiempo trabajan juntos: “Montse se encargó de poner el 2.0 a la empresa, de situarla en internet. Gestiona la web, las redes sociales y los anuncios en las diferentes plataformas”. 

Ella nunca olvidará ese incómodo primer encuentro en el despacho y sobre todo esas primeras citas -la segunda, en la plaza de toros de Lloret-, en las que descubrió el lado más fresco y divertido de Miguel Ángel. "No sabía que había enviado una carta a EL PERIÓDICO. Estas locuras, esas sorpresas, me gustan", remata Montse.

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