Literatura

Otros mundos

Tal y como está el mundo, mejor perderse en los otros, los muchos otros que nos brinda la ficción.

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Care Santos

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Hay lugares donde descubrir los otros mundos que habitan en este. Por ejemplo, los festivales literarios de géneros fantásticos. Escribo estas líneas aún con la resaca de haber disfrutado durante 24 horas de uno de ellos, el Celsius de Avilés, que este año cumplía su primera década de vida. Asistí a presentaciones de libros, vi charlas de autores y compartí mesa y bocartes con admirados colegas adictos al tema. Todo en un lugar maravilloso donde todo invita al disfrute, desde el clima hasta la profusa programación, que incluye desde demostraciones de esgrima antigua a cine al aire libre en la plaza del ayuntamiento. Una de las claves del éxito del Celsius —y de otros como él— es su carácter transgeneracional. A él acuden sesenteros, manadas de veinteañeros, infalibles grupos de cincuentones y adolescentes que llevan a sus madres. Las filias no tienen edad. Reconocerlo es formar parte de un club gratificante.

Mi adicción a lo fantástico presentó sus primeros síntomas durante la adolescencia. No sé si fue antes Bram Stoker o Edgar Allan Poe, pero ambos llegaron pronto. Me gustaban especialmente las historias de fantasmas, y me acerqué a Wilkie Collins, Dickens, M. R. James o Sheridan Le Fanu. Luego llegaron Lovecraft, Matheson, Edith Wharton (nótese: la primera mujer) y ya fue un no parar. Tuve una temporada intensa con Stephen King (que revivió tres décadas después, cuando mi hijo mayor también se aficionó a sus libros).

Tanto leer tuvo sus consecuencias. Mis primeros intentos en la escritura fueron relatos de terror. Luego disimulé, o me camuflé, o me atonté, no sé. Tardé mucho en atreverme a escribir una novela de terror, pero lo hice al fin, rindiendo homenaje a mi temática favorita, los fantasmas. Desde entonces, de vez en cuando me permito una incursión en lo terrorífico (aunque los fantasmas siempre me acompañan y terminan por colarse en todas mis novelas del mismo modo que se cuelan en nuestras vidas). Así que esas pocas horas que estuve en el Celsius fueron como un retorno a la adolescencia, al principio de todo, a la lectora entusiasmada y aterrada y fascinada y sorprendida que no he dejado de ser. El Celsius fue para mí un permiso para ser adolescente a los 51.

Y ahora, los descubrimientos. En la zona de tiendas tropecé con una editorial especializada en libros de terror, La biblioteca de Carfax. Un sello pequeño, madrileño, independiente. Sus dos editoras, María y Shaila, atendían en persona tras el mostrador. Me hablaron de su empeño por traducir al castellano a varias autoras del género muy poco o nada conocidas aquí. Me hablaron de Edith Nesbit y de Amelia B. Edwards. Tuve que reconocer que no había leído a ninguna de las dos. Compré sus dos libros de cuentos, muy bien editados: 'Relatos sombríos' y 'El carruaje fantasma'. Los empecé a leer aún en Avilés. Terminé el primero en el vuelo de vuelta. El otro, ya en casa. Me entusiasmaron. Dos autoras clásicas, contemporáneas —a veces colaboradoras— de Charles Dickens, dos mujeres que mantuvieron a sus respectivas familias escribiendo, que se comportaron de un modo inaudito para una mujer victoriana: una de ellas fumaba en público y hablaba de socialismo sin tapujos; la otra no se casó nunca y mantuvo una relación con otra mujer durante más de 30 años. Londinenses las dos. Nesbit nació en 1858; Edwards, en 1831. La primera ajustó cuentas con su marido en sus relatos: el muy simpático invitó a su amante a vivir con ellos. Edwars era egiptóloga y viajera impenitente, y en sus cuentos se notan ambas cosas. Leerlas fue no solo descubrir sus mundos —que también estaban en este—, también fue un disfrute con sabor a nostalgia. Como cuando recuperas de pronto los sabores de otro tiempo.

Así que solo me queda hacer una recomendación. Tal y como está el mundo, mejor perderse en los otros, los muchos otros que nos brinda la ficción. Por suerte para todos, Barcelona estrena este año su propio Festival de Géneros Fantásticos, el 42, comisariado por un entendido en el género, Ricard Ruiz. Será entre el 3 y el 7 de noviembre, y ya tiene programa, página web y hasta poética. Es bueno tener motivos para desear el otoño. Y que los motivos, esta vez, nos pillen tan cerca.

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