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Las ceremonias olímpicas no son lo que eran

Este viernes se da el pistoletazo de salida oficial a los JJOO de Tokio con la ceremonia inaugural. El momento culminante llegará con el encendido del fuego olímpico, una tradición que tiene un origen bastante inquietante.

Enriqueta Basilio, encendiendo el pebetero de México 1968.

Enriqueta Basilio, encendiendo el pebetero de México 1968.

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Por fin ha llegado el día. Aunque las competiciones ya se iniciaron hace unas jornadas, este viernes se celebra la ceremonia inaugural. A pesar de las polémicas y las incertidumbres que se están viviendo en torno a la cita de Tokio, seguro que millones de personas mirarán el evento desde los cinco continentes.

El hecho de que ahora sea un espectáculo mediático de repercusión global que se puede seguir a través de las pantallas ha condicionado su evolución, buscando incrementar su espectacularidad cada cuatro años. Pero esto es bastante nuevo. De hecho, en tiempos de la Grecia clásica no había una ceremonia de estas características para iniciar las competiciones. Hay que tener en cuenta que aquella actividad deportiva era parte de un ritual religioso y, antes de saltar al estadio, los atletas primero visitaban el templo de Zeus. Esto sirvió de inspiración a Pierre de Coubertain para introducir el juramento de los deportistas al protocolo inicial. La primera vez que se hizo fue en los JJOO de Amberes, en 1920. La ciudad belga también tuvo el honor de estrenar la bandera con los cinco anillos. Coubertain la había diseñado en 1914 pero, por culpa de la Primera Guerra Mundial, tuvo que esperar seis años para presentarla en unos juegos. Ciertamente, durante las primeras ediciones el ceremonial se fue puliendo. Por ejemplo, no se empezaron a dar medallas hasta 1904, en San Luis y cuatro años más tarde, en Londres, se hizo el primer desfile de atletas.

Si se miran fotos y vídeos de aquella época no hay que perder el tiempo intentando localizar la llama, porque no se estrenó hasta los JJOO de Ámsterdam 1928. Una vez más, la idea era conectar con la Grecia clásica, donde el fuego siempre quemaba en los templos. En los Países Bajos sólo se encendió el pebetero y listos. No hubo ningún tipo de liturgia asociada, tal y como ocurrirá este viernes. Si ahora se produce es por obra y gracia del régimen nazi. El III Reich concibió los Juegos de 1936 como una herramienta de propaganda política y cuidó todos los detalles para enviar un mensaje clarísimo al mundo: la superioridad de la raza aria. Ellos se veían como los escogidos y se comparaban con la Grecia clásica que conocían muy bien, porque los arqueólogos alemanes habían sido pioneros en excavar Olimpia en el siglo XIX. El secretario general del comité organizador de Berlín, Carl Diem, tuvo la idea de adaptar un antiguo ritual: encender una llama en Grecia y transportarla mediante relevos hasta el estadio, el día de la inauguración. Todos los atletas fueron cuidadosamente seleccionados por el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, para que representaran a la juventud deportiva alemana, es decir, la raza aria.

También fue en aquellos juegos donde, por primera vez, el audiovisual tuvo un papel protagonista, gracias a la cineasta Leni Riefenstahl, que rodó la película 'Olimpia'. A partir de ese momento, las ciudades organizadoras comenzaron a cuidar de la retransmisión de la ceremonia hasta convertirla en un espectáculo, que tiene uno de los momentos estelares en el último relevo y el encendido del pebetero.

Este momento cargado de magia y emoción se ha utilizado para transmitir mensajes al mundo. Por ejemplo, precisamente en los anteriores juegos celebrados en Tokio, en 1964, el elegido fue el atleta Yoshinori Sakai porque había nacido el 6 de agosto de 1945, el día en que los Estados Unidos lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima. Con la elección de aquel joven, de solo diecinueve años, el comité olímpico organizador quiso simbolizar el proceso de reconstrucción de Japón tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial y la nueva etapa de paz que se estaba viviendo.

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En 1968, en México, también se escogió alguien muy especial: Enriqueta Basilio. Era la primera vez que una mujer se encargaba de realizar el último relevo de la antorcha olímpica y encender la llama en el estadio. Aquellos juegos estuvieron marcados por la enorme efervescencia social que se vivía en todo el mundo. Era un momento en que las mujeres -una vez más- se organizaban para reclamar sus derechos.

Veremos qué sorpresas nos depara la ceremonia de este viernes, porque seguro que Japón intentará impresionar al planeta, a pesar de todos los obstáculos.

Mascotas


Las mascotas son otro elemento habitual de los Juegos Olímpicos, actualmente. Aunque con fines comerciales ya se utilizaban muñecos desde Los Ángeles 1932, la primera oficial fue la de Grenoble, para los juegos de invierno de 1968. No todas han tenido el mismo éxito. Entre las más populares hay el osito Misha, de Moscú 1980 y Cobi, de Barcelona 1992.