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El verdadero inventor del teléfono

Esta es la semana del Mobile World Congress. Se supone que el invento del primer teléfono fue posible gracias a Alexander Graham Bell, pero resulta que esta parte de la historia no fue como nos la han explicado.

Antonio Meucci, el auténtico inventor del teléfono

Antonio Meucci, el auténtico inventor del teléfono / Archivo

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Hoy se inaugura una nueva edición del Mobile World Congress y durante esta semana Barcelona será la capital mundial de la telefonía. Seguramente no será el año que más novedades se presentarán pero, teniendo en cuenta las circunstancias, ya es todo un éxito que se pueda celebrar. Y, en cualquier caso, las que se den a conocer poco tendrán que ver con la función básica de los aparatos que es llamar para hablar. De hecho estos dispositivos, que se han incrustado en nuestra vida de una manera irreversible, se usan para cualquier otra cosa más allá de su función primigenia. Ahora que las videoconferencias son las reinas, transmitir la voz puede parecer poca cosa, pero durante muchos siglos la humanidad se quemó las cejas para conseguirlo. Tradicionalmente el mérito se lo ha llevado Alexander Graham Bell, sin embargo hace pocos años se supo la verdad.

El inventor del teléfono se llamaba Antonio Meucci y era italiano. Nacido en 1808, estudió ingeniería mecánica en Florencia, pero como en su país no había futuro quiso probar suerte en Cuba, donde vivió entre 1835 y 1850. Él buscaba como transmitir la voz, que era su obsesión, pero necesitaba dinero y por eso tuvo todo tipo de trabajos. Desde técnico del Gran Teatro Tacón hasta asistente en la aplicación de técnicas con corrientes eléctricas para los enfermos de reuma. En aquellos momentos la electricidad era una de las tecnologías más avanzadas y se utilizaba en campos de la medicina con la esperanza de paliar patologías que no se resolvían con medicación.

Fue gracias a trabajar en este ámbito que Meucci descubrió que el sonido se podía transformar en impulsos eléctricos. A partir de ahí comenzó a desarrollar un sistema de teléfono no acústico, que es lo que había estado intentando hasta entonces. Él planteaba un cambio de paradigma. Ya no se trataba de trasladar el sonido sino de convertirlo en electricidad.

Como sus experimentos avanzaban de manera favorable, sus amistades le recomendaron que se trasladara a Estados Unidos, donde le aseguraban que tendría más posibilidades de convertir en realidad su invento.

En 1850 se instaló en Nueva York con su mujer, que fue la primera beneficiada del ingenio de su marido. Cuando hacía cuatro años que residían en EEUU, quedó imposibilitada en la cama debido a una enfermedad y Meucci instaló una rudimentaria línea telefónica para comunicar los dos pisos de la casa donde residían conectando el dormitorio, la cocina y su laboratorio doméstico para poder atender a su esposa siempre que lo requería.

Después de muchas pruebas, en 1871, junto con tres socios italianos, fundó la Teletrofono Company para empezar a encontrar la manera de convertir aquel invento en un negocio. El problema era que su situación económica era delicada y no pudo completar el proceso de registro de la patente por falta de dinero. Esto fue aprovechado por Alexander Graham Bell para adelantarse y patentarlo él.

Bell también perseguía el mismo sueño que Meucci y había hecho grandes avances en cuestiones de técnicas de sonido. Además, conocía cómo funcionaba el registro de patentes y parece que tenía buena relación con algunos de sus trabajadores, que le avisaron de la oportunidad que se le presentaba para apropiarse de la idea del italiano.

Al tener noticia de la situación, Meucci enseguida inició acciones legales porque en aquellos momentos ya era evidente que el teléfono podía revolucionar el mundo. Bell movió cielo y tierra para mantener la patente a través de argucias y demoras y ralentizar el engranaje judicial. Y lo consiguió, porque cuando el ingeniero italiano murió, en 1896, el conflicto aún no se había cerrado.

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Con la desaparición de su competidor, Bell ya no tuvo ningún obstáculo para apropiarse del teléfono, que se expandió a toda velocidad. En 1882 ya había más de 100.000 abonados en EEUU y la red telefónica se había comenzado a implantar en las grandes ciudades europeas.

La historia, sin embargo, deparaba un último giro de guion. En 2002 el Congreso de EEUU reconoció que el verdadero inventor del teléfono era Antonio Meucci.

Resolución judicial en EEUU

La persona que consiguió hacer justicia fue el ingeniero Basilio Catania (1926-201), que dedicó muchos años de su vida a investigar y difundir la figura de Antonio Meucci. Fue él quien convenció con pruebas documentales al senador Jon Corzine de Nueva Jersey para que presentara la resolución que reconocía la paternidad telefónica de Meucci.