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Unicornio, de Wall Street a la Edad Media

Los unicornios se han escapado de los cuentos para invadir el mundo de las finanzas. Es el nombre que se da a las ‘start-ups’ más prometedoras. Son un fenómeno tan excepcional como cruzarse con uno de esos animales de un solo cuerno

Uno de los tapices de ’La dame à la Licorne’ conservados en el Museo de Cluny. 

Uno de los tapices de ’La dame à la Licorne’ conservados en el Museo de Cluny.  / Museo Cluny

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Estos días muchos hemos descubierto que en Barcelona hay una empresa llamada Wallbox que fabrica cargadores para coches eléctricos. Usando términos propios del siglo XXI hay que especificar que se trata de una ‘start-up’, y que si es noticia es porque se convertirá en la primera compañía de la ciudad en cotizar en la bolsa de Nueva York. Las previsiones apuntan a que cuando salte al parqué de Wall Street superará los 1.000 millones de dólares de valoración. De este modo será oficialmente lo que la jerga financiera define como una empresa unicornio. Se evoca a aquel ser fantástico porque es una rareza excepcional que una compañía con pocos años de trayectoria ofrezca tan buenas perspectivas.

Las ‘start-ups’ unicornio quizá existen, pero esa especie de caballos blancos con un cuerno en la frente solo son fruto de la imaginación humana. Para ser exactos, además de tener cuerpo de cuadrúpedo, se les supone barba de cabra, ojos azules y cola de jabalí o de león. Su iconografía quedó fijada alrededor de 1500, cuando los unicornios estaban tan de moda como lo pueden estar ahora. Se decía que eran unos animales salvajes solo dóciles a manos de las jóvenes vírgenes. De hecho, su simbolismo estaba asociado a la castidad y con la figura de la virgen María. Por eso durante la Edad Media fueron ganando tanta importancia en todo tipo de representaciones artísticas.

De aquellos tiempos, la creación más espectacular es un conjunto de seis tapices conservados en el Museo Cluny de París llamados ‘La dame à la Licorne’. Son unas piezas colosales, de tres metros de ancho y alto cada una, tejidas con seda y lana. En el centro de cada composición hay una o varias mujeres y un unicornio. Además, los tapices están profusamente decorados con miles de flores y decenas de animales diferentes. Según los estudios, cinco de ellos están dedicados a los sentidos y el sexto, que lleva la inscripción "À mon seul désir" ("A mi único deseo") parecería referirse a un sentido interior, tal vez la intuición o la comprensión.

Los tapices fueron descubiertos en 1844 en el castillo de Boçac por Prosper Mérimée, que, aparte de escribir la novela ‘Carmen’ que inspiró a Bizet para hacer la ópera, también era inspector general de monumentos históricos de Francia. En 1882, Cluny los incorporó a la colección permanente y enseguida se convirtieron en la estrella del museo. Muchos creadores encontraron en ellos la inspiración. El artista Gustave Moreau hizo su versión pictórica a finales del siglo XIX y, alrededor de 1950, Jean Cocteau los usó de base para uno de sus ballets.

La pregunta es de qué fuentes bebieron en la Edad Media para inventar un animal de aquellas características. La respuesta viene de Oriente. Las rutas comerciales que conectaban Asia con Europa fueron los caminos por donde circularon historias y leyendas protagonizadas por aquellos seres fantásticos. Había quien incluso aseguraba haberlos visto, aunque en realidad podían ser gacelas con un solo cuerno o simplemente asnos salvajes. Y además encontraban los cuernos, a los que atribuían propiedades milagrosas. Se creía que el polvo de cuerno podía purificar el agua e, incluso, actuar de antídoto contra los venenos. Investigaciones posteriores demostraron que en realidad los presuntos cuernos eran fragmentos de aquel colmillo tan peculiar que tienen los narvales.

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Este tipo de historias, por más legendarias que sean, suelen tener alguna base de certeza en su origen. Hace tres años, en 2018, la revista ‘Nature’ publicó el resultado de unas excavaciones arqueológicas entre las llanuras de Rusia y el norte de China donde habían descubierto los restos de un animal llamado Elasmotherium Sibiricum, que podía llegar a los dos metros de largo y ¡oh, sorpresa! tenía cuerno. Ahora bien, morfológicamente era más un antepasado del rinoceronte que se habría extinguido hace 35.000 años porque la glaciación habría acabado con los pastos.

Eso significa que habría convivido con neandertales y sapiens. Quién sabe si, al calor de las hogueras, las tribus primitivas empezaron a contar historias de unicornios, al igual que ahora los medios nos ofrecen relatos extraordinarios de ‘start-ups’ de éxito.

El bautizo

La inversora Aileen Lee fue quien bautizó como unicornios las ‘start-ups’ que llegaban a los 1.000 millones de dólares. Lo hizo en un artículo publicado en 2003 en el periódico digital ‘TechCrunch’, todo un referente en EUA. Lee es una inversora dedicada a incrementar la participación femenina en el mundo de la emprendeduría para combatir la brecha de género en este sector.