Entrevista

José Ramón Ubieto: "Tenemos que ver qué cosas no podemos pasar a lo digital"

En su último libro, 'El mundo pos-covid. Entre la presencia y lo virtual', el psicoanalista y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya José Ramón Ubieto define los principales mecanismos que se pusieron en marcha durante la pandemia (miedo, odio, relegación de los mayores...) y aventura las características que tendrá el mundo que salga de esta prueba. En especial, el papel que asumirán lo presencial y lo virtual.

José Ramón Ubieto, en la biblioteca Jaume Fuster de Barcelona.

José Ramón Ubieto, en la biblioteca Jaume Fuster de Barcelona. / Laura Guerrero

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Ernest Alós
Ernest Alós

Coordinador de Opinión y Participación

Especialista en Escribo, cuando puedo, sobre historia, literatura fantástica y de ciencia ficción, ornitología, lenguas, fotografía o Barcelona

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En la misma cubierta del libro se plantea una pregunta escueta. ¿Cómo están cambiando los lazos sociales, la educación y la salud? Ensaye una respuesta concisa.

Vamos a encontrar una fórmula híbrida, nueva, que incluya la presencia y lo virtual. 

¿Las escenas nocturnas de las últimas semanas demuestran que hay sed por tocarnos, que lo que ansiamos es volver a lo presencial?

La pandemia, como cualquier otro acontecimiento traumático, es vivida de manera diferente por cada persona. No hay una vivencia colectiva del trauma, por tanto la salida del trauma es también distinta. Para unos hay esta sed de contactos. Hay una fatiga de lo virtual: hay empresas que quieren que los trabajadores vuelvan a lo presencial por productividad y trabajadores con síntomas de 'burn-out' que quieren volver. Es una fatiga que se explica por la necesidad que tenemos de vínculos con los otros. Pero hay otros casos para los cuales la distancia es una garantía, será un refugio de los temores durante un tiempo. 

¿Qué pasará con el ‘roce’ propio de sociedades como la nuestra?¿Los besos y abrazos? 

No tendremos una pauta colectiva. Cada uno vive a su estilo. Pero habrá algunos cambios. Lo vimos cuando ocurrió el sida, que alteró y modificó las pautas sexuales, y lo veremos también aquí, habrá un recorte del contacto incluso en las culturas latinas que necesitan ese contacto físico más estrecho. En qué dimensión es difícil de calcular. Pero sí que habrá algunos ritos y hábitos que teníamos muy integrados, como los besos a un desconocido en un encuentro, que probablemente no se mantendrán.

"La virtualidad tiene muchas virtudes. Ha sido la tabla de salvación durante la pandemia. El problema es que lo virtual tiende a sustituir a la presencia"

Plantea el peligro de que lo virtual sea algo ‘low cost’ y la presencialidad, ‘premium’.

Uno de los desafíos del mundo poscovid es si la presencia se convertirá en un lujo o será la oportunidad de un vínculo. Estamos ante una sociedad que genera cada vez más soledad no deseada. En las personas mayores que viven solas pero también en generaciones más jóvenes. Frente a esa soledad se abre la duda de si la presencia va a ser algo que quedará como un lujo, sobre todo en los vínculos médicos –muchos fondos de inversión ya auguran que el 90% de la asistencia será digital y trabajan para eso–, hay expertos que en el mundo de la educación, o en las empresas tecnológicas que se dedican al 'e-learning', que ya dicen 'educación offline' para hablar de la presencial, porque la norma es la virtualidad... Eso ya sucede en la asistencia a personas vulnerables en EEUU, a través de tabletas y teleoperadores en México o Puerto Rico. ¿La presencia será un lujo que se pagará, o la oportunidad de vincular a las personas que se sienten solas?  

La educación virtual se carga los elementos de socialización, y esto ha afectado a muchos jóvenes. Pero también ha renovado prácticas académicas obsoletas. 

La virtualidad tiene muchas virtudes. Ha sido la tabla de salvación durante la pandemia. Pero para la mayoría de la población la virtualidad ha de ser una evocación de la presencia. El problema es que lo virtual tiende a sustituir a la presencia. Es más barato diseñar una educación monitorizada para los alumnos rurales. Pero se intentó en Kansas y acabó como el rosario dela aurora. Nuestras vidas tendrán que ser híbridas. Hay cuestiones de la presencia que son prescindibles, estar una hora en la sala de espera del médico no tiene ningún interés, miras en La Meva Salut el resultado de una analítica y no pierdes tiempo. ¡Soy profesor de la UOC, hay elementos de la docencia que se pueden hacer 'online'! Pero también tenemos que ver qué cosas no podemos pasar a lo digital. Eliminar lo rutinario, automático, para que la presencia gane valor, compromiso, solidaridad. 

"Hay estudios que dicen que la proporción de educación 'online' que conviene son 45 minutos a la seman. Todo lo que sea aumentar eso va en detrimento de lo relacional, del transmitir hábitos"

¿Y en la escuela?

Es difícil enseñar sin poner el cuerpo, el cuerpo es irrenunciable. Hay estudios que dicen que la proporción de educación 'online' que conviene son 45 minutos a la semana, que está muy lejos de las ratios pandémicas. Todo lo que sea aumentar eso va en detrimento de lo relacional, del transmitir hábitos, que se forman con el hacer, no solo con el mirar. La lectura en pantalla, por ejemplo, no es lo mismo que la lectura en el papel, se están observando ya algunas dificultades en comprensión y facilidad lectora porque cada vez se lee más en pantalla y menos en papel. 

Sostiene que los ancianos han sido unos de los sacrificados en esta crisis. Pero tras la masacre de las residencias, también ha habido todo un despliegue de redes de ayuda, y de apoyo familiar.

Toda acción tiene una reacción. La pandemia nos ha enseñado que este no es un mundo para personas mayores, el 50% de los fallecidos lo han sido en residencias. Eso se ha visto no solo por el número de fallecidos sino por las condiciones de precariedad, de horarios y sueldos, de los cuidadores. Las familias han reaccionado. La duda es si habrá un replanteamiento de prioridades públicas. No tengo tan claro que los esenciales, sanitarios, personas que se dedican al cuidado, servicios sociales, pasen a ser considerados como tales. 

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En la primera parte del libro repasa algunos de los efectos de la pandemia. Odio, miedo...

Además de las múltiples pérdidas en forma de vidas, de trabajo de la pandemia, y por eso hablamos de sindemia, algo que va más allá de lo sanitario, hay otras. Son brechas que se han revelado o se han agravado, que van a perdurar y que vamos a ver cómo las manejamos: la polarización política, basada en las burbujas del odio, la brecha digital, que no solo afecta a los niños sino también a la pobreza, las brechas de género y una nueva brecha corporal: hay personas esenciales que no pueden preservar su cuerpo, han de poner su cuerpo.  

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