Entender + con la historia
Qué se explicaban por carta nuestros retatarabuelos
La web Epicat: cuatro historias rescatadas de los archivos: buscar una esposa "gorda", un lío con la madrastra, una amistad intensa y un 'viva España' precoz
Bodas. Mascotas. Guerras. Peleas. Estudios. Clima. Epidemias. Amores. De todo esto hablaban nuestros antepasados en su correspondencia personal. Un equipo de la UAB ha empezado a rastrear estas cartas en los archivos catalanes, y a volcarlas en la web Epicat. Han empezado con 2.438, de 1500 a 1850.
Carta enviada a Sabadell en 1803.
¿Qué preocupaba a nuestros antepasados? Solo algunas ventanas al pasado, a través de diarios y cartas, permiten reconstruir retazos de la historia de la vida cotidiana, de los sentimientos y las mentalidades. Un equipo de la UAB dirigido por el historiador Javier Antón Pelayo ha abierto una más de estas mirillas: han rastreado 44 archivos catalanes y han transcrito casi 2.500 cartas estrictamente familiares (y esperan encontrar solo en esos archivos entre 10.000 y 15.000 más). Las misivas, explica Pelayo, ofrecen «una mirada subjetiva y espontánea, en un estilo llano, como si fuese una conversación». Cierto que no sabremos qué se decían esos catalanes de los siglos XVI a XIX en la intimidad. Pero algunas intimidades sí las escribían. Por cierto, abrumadoramente en catalán hasta 1760, cuando el castellano empieza a estar a la par para alcanzar el 80% de la correspondencia a finales del siglo XIX .
No zurrarás el culo de tu madrastra
Es un milagro que, pese a que millones de cartas hayan acabado quemadas o podridas, se hayan salvado en archivos familiares según qué cosas. Cómo la riña en la que se vio envuelta la familia Bogunyà por la larga mano de uno de sus miembros. Mariana Duran reprochaba a Josepa Sagrera y Bogunyà que había llegado a sus oídos que su sobrino común e hijastro de la segunda, Pau, le había «tocat deshonestament el cul» a su madrastra. «Vejes tu si és cosa de·fer y quin pecat tan gran», se exclama. «Pensa que me doni vergoña de saber tals cosas», prosigue. Y aún más «permètrer lo tocar-te ni surrar-te». Y no sobre la ropa, oh espanto, sino «sobre en lo natural de las carns o pell». «Jo espero que no serà esta notícia per destrucció, sino per edificació», dice, nos atreviríamos a decir que hipócritamente, Mariana. Pero aún puede ser peor: en otra carta interviene el tío cura, Mossèn Nicolau, y reprende a Pau, «ab indignació y per vergoña».
Preocupado por «lo bon nom» de la familia le dice que ya había advertido a la madrastra de que el perla de su sobrino se comporta «com los gitanos o com altre vil canalla». Pero lo peor es ese tocar «deshonestament lo cul sobre las carns y en la pell» . Por cierto, en aquel 1803 lo del consentimiento lo tenían entendido bastante a su manera. «Me horrorisa y escandeliza, un pecat tan grave, tan si era com si no era ab concentiment seu, però en eixas cosas sempre y és lo concentiment, pues si altre cosa no hagués pogut dita ta madrastra, podia cridar contra de un llop de infern».
Los mayores, y no digamos un tío cura del antiguo régimen, siempre se quejan de las malas costumbres de los jóvenes. «Vet aquí de ahont venen las desgràcias en eixa casa, de la currutaqueria, del anar demasiat atractius en lo vestir a uns y altres y dels donayre». Si es que tal como visten...
Buscar esposa: «lletja» o «gorda», pero con dote
La búsqueda de buenos partidos para casarse era fuente de una intensa actividad epistolar. «Formaba parte de la estrategia patrimonial de las familias, que contaban con personas que vivían en otras localidades, como religiosos, para buscar candidatas»: Aunque a finales del siglo XVIII y principios del XIX aparece el amor romántico. «Y empieza a haber mujeres que no quieren obedecer la decisión de sus padres», explica Javier Antón Pelayo. Aunque sus familiares les advierten de que arruinarán sus vidas.
Un ejemplo de esta actividad: el fraile Pere Bogunyà, desde el desaparecido monasterio de Vall d’Hebron de Barcelona, ofrece detalles sobre «tres acomodos proposats». La primera, de Sant Hipòlit, es «ben educada e instruïda, límpia de sanch, de bons pares, viva y de talent per governar qualsevol casa, de bons costums, de un port de menestral bastant regular, nana de estatura y lletja». La segunda, de Tarragona, es «miñona de gran educació y de tota la confianza de·las señoras de Paz, de bona sanch, instruïda en las cosas de dona, de talent molt regular, de 28 anys de edad, no és enfermisa, no se li veu cap defecte en el cos ni se li sab, està buena, afable y gorda, son port és una menestrala, no porta vestits de seda, encara·que ne té tres o quatre, no porta mantallina llarga, encara·que sí de moselina fina, està muy arropada, me diuen també que són 1.500 lliures lo que té». ¡Ah, la dote!
Y la tercera, Dolors, cuando se le aproximaron dijo que nanay, que Miquel Bogunyà era un viejales. «Quan ó proposàren a ella y li digueren ta edad, mostrà que esta qualitat no li asentaba y se retrèia». Fray Pere, finalmente, no se moja: «Jo, si te agradés la de Sant Ypòlit, no obstan los informes de sa figura, penso que et feias feliz per son dot, però res t’i aconsello, que tu as de viurer ab ella. La de Tarragona també me agrada en totas sas parts. Tu escull lo que vullas».
Un ‘Viva españa’ de 1814
Las cartas, explica Pelayo, nos ofrecen una visión de cómo vivían los catalanes los conflictos políticos y bélicos. Por ejemplo, la ocupación napoleónica. «Había muy mala opinión del 'gavatxo', especialmente en las zonas de frontera. Los soldados franceses robaban y violaban. En las cartas se ve que lo que quieren es protección y ayuda, se compadecen de las desgracias, explican que les han robado el grano o el ganado. Lo que quieren es que el enemigo invasor se vaya».
Aunque es ese contexto aparecen unas primeras manifestaciones de nacionalismo español. Por ejemplo, en esta carta de Narcís Burgués a su padre, con el mismo nombre, en que relata la entrada de las tropas españolas en Girona: «Desde que entraron los españoles parece que nos volvemos locos de alegría, pues nos parece un sueño quanto ha sucedido, de modo que nadie podía creerse que la evacuación del enemigo se hubiera hecho con tanto orden y armonía. La entrada de los españoles hacía enternecer aún al corazón más duro, pues entraron en medio de las aclamaciones de un inmenso gentío que, en presencia de los generales y tropa francesa, llenaban el ayre de viva España y hubo habitante que se quitó el capote y lo echó en el suelo para que pasase encima el caballo de un oficial español.».
¿Solo amigos? ¿Seguro?
En 1840, Josep Oriol Milans escribe esta carta a Joaquim Olivas. Juzguen ustedes si el amor fraternal mente masculino en pleno periodo romántico llegaba a estos extremos de efusión, o si estas eran las formas en que la homosexualidad se expresaba, en la intimidad, en tiempos de represión: «Ni el silencio ni la ausencia ni el tiempo, dulce amigo mío, pueden entibiar la sagrada llama de nuestra amistad, antes al contrario, quando ella dura demasiado en mi pecho sin comunicarse, entonces explota con escribirte una carta donde en vano intento derramar todo su fuego».
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