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Una (nueva) batalla en Jersey

El Brexit tiene efectos en todos los sectores, por ejemplo, en los permisos de pesca en la zona del Canal de la Mancha. La situación ha puesto en pie de guerra la flota francesa.

La batalla de Jersey, en 1781, por John Singleton Copley

La batalla de Jersey, en 1781, por John Singleton Copley / John Singleton Copley

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Está más cerca de Francia que del Reino Unido, sin embargo la isla de Jersey es territorio británico y, desde hace más de mil años, es escenario de disputas constantes entre las dos orillas del Canal de la Mancha. La última se está produciendo estos días a raíz del conflicto por los derechos de pesca de la zona porque, una de las cosas que ha provocado el Brexit, es que ahora allí también haya una frontera separando los territorios controlados por Londres de los de la Unión Europea. La flota pesquera francesa protesta porque no se le concede permiso para acceder a las aguas de Jersey, abundantes en generosos bancos de peces. Parte de la prensa tanto británica como gala ha bautizado el incidente como la Batalla de Jersey, un titular con claras referencias al pasado de la isla, tal y como se puede descubrir repasando su historia.

Lo cierto es que Francia y el Reino Unido nunca han sido vecinos bien avenidos y a menudo han chocado en esa pequeña porción de tierra junto a la costa de Normandía. Sirvan de ejemplo los hechos de finales del siglo XVIII, cuando las colonias americanas del imperio británico se independizaron y estalló la guerra. Versalles enseguida se mostró favorable al movimiento separatista por la simple razón de que esto debilitaba el poder de Londres. Pocas cosas hay que gusten más a un francés que hacer la puñeta a un británico (y viceversa).

El Reino Unido utilizó todos los recursos posibles para intentar someter a los rebeldes americanos y a sus aliados franceses. Para imponer su hegemonía marítima recurrió al uso de los corsarios, que tenían el encargo de fustigar las flotas enemigas. A diferencia de los piratas, este tipo bandidos eran marineros con patente de corso y solo podían atacar los objetivos definidos en su contrato. Era una especie de encargo por obra y servicio y, además, iban a comisión, ya que se podían quedar una parte de las naves capturadas y su carga.

Pues bien, Jersey era la base de operaciones de los corsarios británicos y en 1779 el rey Luis XVI de Francia ordenó invadir la isla para ahuyentarlos. El primero de mayo zarpó de Normandía un convoy de cinco buques flanqueados por varios botes para cruzar los 22 kilómetros de distancia y desembarcar en Jersey. Enseguida fueron avistados y las tropas británicas repelieron el intento de invasión. En la isla hacía dos años que estaban mejorando las fortificaciones de defensa. Habían construido nuevas torres de vigilancia para detectar cualquier incursión gala, conscientes del interés de Versalles.

A pesar del fracaso, Luis XVI no se dio por vencido y lo volvió a intentar, en 1781, con lo que se podría llamar una operación encubierta, ya que se pretendió desvincular la corona de aquella acción, dirigida por el barón Philippe de Rullecourt. En realidad, el gobierno francés se hizo cargo de los gastos y los contingentes de soldados eran miembros del ejército a los que se había hecho "desertar" de sus formaciones para ponerse bajo las órdenes de Rullecourt.

Se escogió la noche del 5 de enero para invadir la isla aprovechando que era la víspera de Reyes y tanto los habitantes como la tropa estaban de celebración. De entrada el operativo fue un éxito y la incursión no fue detectada. Ahora bien, una vez se desplegaron en el territorio, la superioridad numérica favorable a los defensores provocó la derrota francesa. De hecho algunas crónicas afirman que la desproporción era tan grande que los soldados británicos disparaban al aire porque no tenían contra quien apuntar.

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Aunque el enfrentamiento duró pocas horas, los jefes de los dos ejércitos perdieron la vida. El barón de Rullecourt debido a múltiples heridas y el comandante inglés Francis Peirson, de solo 24 años, cayó en el campo de batalla tras recibir un disparo en el corazón. Ambos fueron enterrados en la iglesia parroquial de Saint-Helier de Jersey.

Tras la retirada gala, los ingleses continuaron el proceso de fortificación de la isla y entre 1781 y 1814 construyeron 22 torres, mejoraron las defensas y ampliaron las baterías de cañones. Sin embargo, Francia ya no lo volvió a intentar.

Pintar al héroe

Peirson se convirtió en un héroe nacional en el Reino Unido. Ayudó a popularizar su figura el inmenso cuadro pintado por el artista John Singleton Copley (3,5 x 2,5 metros) donde representaba, de manera idealizada, su muerte. Como no había medios audiovisuales como los de ahora, el poder utilizaba la pintura para reforzar su discurso político.