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Terramar, el abuelo de Montmeló

Fin de semana de fórmula 1 y de cumpleaños. Se celebran 30 años de la inauguración del Circuit de Montmeló. Mucho antes, ya había quien soñaba con el asfalto y la gasolina.

Una carrera en el autódromo de Terramar.

Una carrera en el autódromo de Terramar. / Arxiu Fotogràfic de Barcelona

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Los monoplazas hoy vuelven a rodar en Montmeló porque este fin de semana se disputa el Gran Premio de España de F-1. Desde que se inauguró hace 30 años, este circuito acoge carreras del más alto nivel tanto de coches como de motos. Ahora bien, la pasión catalana por la velocidad viene de mucho más lejos y en sus orígenes esconde una de aquellas historias de película.

Su protagonista es un hombre de negocios de Sabadell llamado Francesc Armengol Duran que se enamoró de Sitges. Tal y como explica su biógrafo Lluís Subirana en su libro publicado por la Fundació ARS, él fue promotor del primer circuito estable de la península Ibérica.

En 1919, mientras en Barcelona se organizaba el primer Salón del Automóvil, en Sitges comenzaban las obras para urbanizar los terrenos del Vinyet y los sectores de Santa Margarita y Les Coves para hacer realidad la ciudad jardín Terramar. Si no la han visto nunca, vayan y notarán como los chalets novecentistas les transportan a un tiempo donde para veranear había que tener solera (y dinero).

Gracias al artista Santiago Rusiñol, la localidad se había posicionado en el mapa turístico y Armengol quería darle un nuevo empuje con Terramar. Así, además de casas magníficas, construyó unos jardines, el paseo Marítimo y un autódromo. Efectivamente, un circuito de carreras como reclamo turístico de categoría.

Entonces solo había dos en Europa: Brooklands (Inglaterra) y Monza (Italia). El de Sitges sería el tercero. O mejor dicho, el de Sant Pere de Ribes, porque los 516.000 metros cuadrados valorados en 200.000 pesetas destinados al circuito formaban parte del término municipal vecino.

Para hacer realidad el proyecto se necesitaba dinero. Mucho. Por ello Armengol constituyó la sociedad anónima Autódromo Nacional, de la que era el máximo accionista, y presentó el proyecto ante la opinión pública en un acto en el Hotel Ritz de Barcelona. El circuito previsto tenía forma de riñón y un recorrido de dos kilómetros. En su interior se quería construir una pista más pequeña para motos y un hipódromo para carreras de caballos. También se contemplaba un espacio habilitado para el aterrizaje de avionetas, un aparcamiento para 4.000 coches y gradas para 30.000 espectadores. Además, la compañía ferroviaria accedió a habilitar un apeadero en Terramar para los viajeros de la línea Barcelona-Madrid. El proyecto enseguida despertó gran entusiasmo entre la clase alta, que compró parcelas cerca del circuito para construir casas de vacaciones atraída por el hecho que el Autódromo Terramar estaba muy cerca de la playa.

Finalmente, el 28 de octubre de 1923, se celebró el 1º Gran Premio Internacional de España en presencia del rey Alfonso XIII y de todo el mundo que fuera alguien en la alta sociedad catalana y española de la época. El circuito estaba lleno hasta la bandera gracias a los trenes especiales organizados desde Barcelona, Madrid, Valencia y Zaragoza y el público fue testigo de la victoria de Alberto Divo, que cubrió las 200 vueltas (400 kilómetros) en 2 horas 48 minutos y 8 segundos al volante de un coche de la casa Sunbeam que circuló a una media de 142,8 km/h.

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A pesar de la gran repercusión del evento y el interés de la gente adinerada, los números no salían. No había suficientes ingresos para hacer frente a los gastos porque las obras del circuito habían costado cuatro millones de pesetas y no se conseguía liquidar la deuda. Armengol se vendió el circuito al expiloto vienés Edgar de Morawitz.

En 1932 se retomó la actividad, pero la crisis económica provocada por el 'crack' del 29 y el estallido de la Guerra Civil hicieron imposible la viabilidad de Terramar. Después, durante los años 40 y 50, se intentó poner en marcha de nuevo pero sin suerte, y el autódromo se acabó convirtiendo en una granja. Entonces los motores ya habían comenzado a rugir en la barcelonesa montaña de Montjuïc, donde se hicieron carreras hasta que durante el Gran Premio de 1975 un accidente provocó la muerte de cinco espectadores. Hubo que esperar hasta 1991 para que Catalunya tuviera un circuito de velocidad como el que había soñado Francesc Armengol para Sitges.

Primeros pasos en Sabadell

Antes de llegar a Sitges, Francesc Armengol Duran, nacido en 1884 y descendiente de una familia de la industria textil, durante los años de juventud desarrolló una intensa actividad cultural en su Sabadell natal. Militó en entidades catalanistas, impulsó el movimiento sardanista y publicó varios poemarios con bastante éxito. Murió en agosto de 1931.