Entrevista

Juan Soto Ivars: "El feminismo es hoy un movimiento identitario"

  • El escritor y periodista explora en el ensayo ‘La casa del ahorcado’ (Debate, 2021) diversos casos contemporáneos de retorno al tabú y la herejía relacionándolos con nuevas formas de censura.

Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars / Xavier González

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Eva Cantón
Eva Cantón

Periodista

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¿La casa del ahorcado es una metáfora del estado actual de la vida pública?

Viene de esa cita de Cervantes de no mencionar la soga en casa del ahorcado. El problema es que, en un mundo global, los mensajes llegan donde no tienen que llegar. Con 'Charlie Hebdo' vi que lo que pasa en un país laico provoca represalias de los fundamentalistas. En el libro cojo dos cosas muy antiguas, el tabú y la herejía, y busco en nuestro tiempo la presencia de mecanismos que no parecen propios de una democracia sino de formas de organización más arcaicas. 

¿Y qué riesgos ve?

La libertad de expresión se ve amenazada por las susceptibilidades de lo políticamente correcto pero, además, se están formando tribus ideológicas. Mucha gente ensimismada cree que la sociedad se ha construido en su contra. Lo piensa tanto una joven feminista que ve el patriarcado en todas partes como el chico que cree estar en una dictadura feminista. 

Nuestros problemas no se deberán a un sistema creado en nuestra contra, pero a veces lo parece

Claro, porque es imperfecto. No niego las discriminaciones, pero hay dos formas de vivir en democracia. Una es pensar que se pueden ir consiguiendo pequeñas victorias. Otra –que es la que está en boga- es decir que el sistema se ha creado para joderte y que la única salida es boicotearlo. Eso es una alfombra roja para los populismos.

Percibe Catalunya como un laboratorio del clima de parálisis 

Se ve perfectamente que la tribu independentista siente que España se creó para destruir al pueblo de Catalunya, para disolver su identidad. Ahora, en el Parlament, Puigdemont y sus esclavitos de Junts, son el pueblo elegido y acaban boicoteando la política. Se pone en peligro no solo la convivencia sino la propia democracia.

"La tribu independentista siente que España se creó para destruir al pueblo de Catalunya"

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? 

Explico en el libro que una sociedad no se une en torno a la identidad, la bandera o al sistema, sino en torno a una idea que una todas las cuentas del collar. Esa idea era que los hijos vivirán mejor que los padres. Es lo que nos mantenía en marcha a los occidentales.

 ¿Y cuándo se rompe eso?

En 2008, cuando se constata que el sistema económico ha dejado a mucha gente atrás, que los derechos sociales se van erosionando. No percibimos eso como un bache, sino como una estafa. A partir de ahí empiezan el populismo y la polarización. Antes, un Trump es imposible.

Es usted muy crítico con la izquierda. ¿Qué responsabilidad tiene?

Tras la caída de la URSS, con las reivindicaciones obreras no se ganaban elecciones y la izquierda acabó refugiándose en lo simbólico y en luchas como las de las minorías. El problema es su falta de reacción en un momento de peligro económico extremo y su enganche a lo cultural.

¿Por qué?

Porque el populismo de izquierdas sabe que mueve más pasiones decir 'que viene el fascismo' o que hay una placa de Franco que el trabajo de Yolanda Díaz, que se puede vender como una victoria cuando consigue algo, pero es aburrido y  burocrático. 

“Podemos incluye a un mantero en las listas electorales porque hay que tener un negro. Es pura propaganda simbólica”

¿Es la estrategia de Podemos mover pasiones? 

Podemos centra su lucha en esas batallas simbólicas del ‘no pasarán’ porque le da réditos en las redes sociales. Me parece bien que un representante de los manteros figure en las listas electorales a la comunidad de Madrid, pero la decisión se toma porque hay que tener un negro. Es pura propaganda simbólica. Es como lo de Kamala Harris. 

¿Nombrar vicepresidenta a Kamala Harris también es populismo?

Tal y como lo han vendido en la prensa, donde se habla de una mujer racializada que por fin llega a la vicepresidencia, parece que fuera un valor absoluto. Por esa regla de tres, cuando Vox presentó a un negro como candidato a las elecciones catalanas tendríamos que haber dicho que era un gran paso. La propaganda que sirve para una no sirve para otro. 

Cuenta que en un debate televisivo le preguntaron si era feminista y su respuesta fue: ‘no lo sé’. ¿Sigue sin saberlo? 

No sé si soy o no feminista. No me interesa la identidad, no quiero pertenecer a un club que me de un carné y puntos en función de lo que piense o diga. Pero soy consciente de los abusos sexuales en ciertos ámbitos laborales, de la brecha salarial y de los techos de cristal. Estoy incluso a favor de cuotas para avanzar hacia una situación donde no hagan falta cuotas. 

¿Dónde está el pero?

Apoyo muchas de sus reivindicaciones, lo que pasa es que, actualmente, el feminismo no es solo eso. Es un movimiento identitario. Y la prueba es la pelea entre feministas radicales y del movimiento ‘queer’ por la Ley Trans. Es una disputa tribal por una cuestión de identidad que no me interesa nada.

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¿Sabremos salir de la casa del ahorcado?  

La única oportunidad que tiene la democracia es ser resistente, y eso pasa por la defensa de las instituciones, aunque sean imperfectas. Cuando unos locos entraron en el Capitolio, lo que salvó a la democracia estadounidense de un dictador fue la fuerza de sus instituciones, esas que tanto critican los antisistema. Apelo a una resistencia íntima del ciudadano. 

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