Igualdad

Cristina Fraile: “Exteriores es un núcleo de poder duro que los hombres no comparten fácilmente”

La presidenta de la Asociación de Mujeres Diplomáticas Españolas (AMDE) defiende una diplomacia feminista que represente mejor a la sociedad

Cristina Fraile, presidenta de la Asociación de Mujeres Diplomáticas Españolas (AMDE)

Cristina Fraile, presidenta de la Asociación de Mujeres Diplomáticas Españolas (AMDE) / Nacho Gómez

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Eva Cantón
Eva Cantón

Periodista

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Embajadora en Austria y presidenta de la Asociación de Mujeres Diplomáticas Españolas (AMDE), Cristina Fraile promueve una mayor presencia de las mujeres en puestos de responsabilidad, tanto en el Palacio de Santa Cruz como en las representaciones de España en el exterior. Aboga por una diplomacia que busque la igualdad de género y luche contra los estereotipos.

- ¿Cuál es hoy la fotografía del cuerpo diplomático español en términos de igualdad de género? 

-Se ha avanzado. Cuando yo entré en la carrera, en 1989, sólo había un 6% de mujeres, y ahora somos el 28% -263 mujeres y 674 hombres- es decir que ha habido una progresión en estos últimos 30 años, pero si se compara con otros funcionarios, como jueces o fiscales, el desequilibrio es mucho mayor. 

-¿Por qué?

-Porque funcionan los estereotipos de una manera muy acusada. Todo el mundo sabe lo que hace un médico o un periodista, pero no qué hace un diplomático. Hay muchos prejuicios, por eso sigue siendo una profesión enormemente masculinizada.

-¿Cuántas embajadoras hay en puestos clave?

Ahí está el quid de la cuestión. No se trata solo de cantidad sino de calidad. Ahora mismo hay 27 embajadoras y 98 embajadores. Hemos mejorado, porque durante años solo iban destinadas a África y a Centroamérica, y ahora están en Europa, América Latina, Oriente Medio y Oceanía. Pero el problema son los niveles. No hay ninguna en las embajadas del G-7 y nunca ha habido una embajadora en París, Londres, Washington, ante la Unión Europea, la OTAN o Naciones Unidas.

“Todavía hay muchos prejuicios sobre la diplomacia. Por eso sigue siendo una profesión muy masculinizada”

-Desde 1977 España ha tenido tres ministras de Asuntos Exteriores y once ministros, pero en Sanidad ha habido trece ministras y catorce ministros. Curioso, ¿no? 

-Es muy llamativo. Tiene que ver con la consideración tradicional de Exteriores como un ministerio de Estado, un núcleo duro que no se atreven a compartir con facilidad, como Defensa, Justicia o Presidencia, donde suele haber menos mujeres. Sin embargo, áreas con un poder más ‘blando’ -aunque esto es discutible- como Sanidad se relacionan fácilmente con una mujer. Ocurre lo mismo en sectores ‘hard core’ del Ministerio, como seguridad, desarme o cuestiones técnicas de la Unión Europea, donde hay menos presencia femenina que en derechos humanos.

- ¿Es porque los hombres se resisten a compartir el poder?

-Puede que pervivan prejuicios que operan de manera transversal en sectores menos accesibles a las mujeres. Las expertas en organizaciones internacionales hablan de “círculos de poder”. Cuando un hombre llega a un puesto de responsabilidad tiende a llamar a los amigos que ha encontrado a lo largo de su carrera para diseñar su equipo. Si en esa carrera hay pocas mujeres, se acordará de muy pocas. Es lo que hay que cambiar. 

- ¿Cómo?

-Hay varios ejemplos. En las reuniones, muchas veces después de hablar una mujer hay un hombre que se siente obligado a decir lo mismo, como si tuviese que validar lo que ha dicho ella. Esos sesgos –quiero pensar que inconscientes- determinan la manera de trabajar y crean ambientes enrarecidos. Hay que luchar contra una cultura laboral que crea reductos donde se considera que el poder sólo se comparte con las mujeres en situaciones difíciles o cuando no se deciden cosas importantes.

“Dentro del ministerio, en áreas como seguridad o desarme, hay menos presencia femenina que en derechos humanos”

-Hay quien responde, como Mónica García, la diputada por Más Madrid.

-Su reacción me ha hecho pensar. Y me ha gustado leer opiniones de mujeres de diverso signo político hablando del sentimiento de ser una intrusa en la política o la diplomacia, que son todavía medios muy masculinos.

-¿Ha tenido usted alguna vez el llamado ‘síndrome de la impostora’?  

-Sí. A veces me aplico un nivel de auto exigencia tan brutal que puede ser destructivo, porque no te perdonas el más mínimo fallo. Lucho para que no me pase, y el primer paso es ser consciente de ello.

-También parece que a las mujeres sólo se les ofrecen determinados espacios… 

-Exacto. Como si no estuviese todo abierto y la mujer solo pudiese entrar en sitios donde no molesta tanto. En el caso de Exteriores, la AMDE quiere cartografiar esos espacios donde hay déficits claros, también en las Embajadas, que no serán paritarias si no hay paridad en la carrera diplomática. 

-O sea, que para tener a una Embajadora en Washington hay que hacer algo. 

-Hay que hacer mucho. Yo fui en 2015 la primera mujer jefa adjunta de la Embajada en Washington, y esa Embajada está abierta desde finales del siglo XVIII, así que es bastante llamativo. Solemos fijarnos en los casos de éxito, y hay que reconocerlos, pero no hay que perder de vista esos reductos que, como la aldea de los galos, siguen incólumes resistiéndose a ‘las invasoras’. 

“Nunca ha habido una embajadora en París, Londres o Washington”

-¿Y por dónde se empieza?

-Es importante hacer primero un diagnóstico y luego diseñar el tratamiento. Está claro que hay que aumentar la base, para que la carrera diplomática tenga más mujeres. Pero no queremos que sea el tiempo el que haga su tarea, que es la respuesta fácil de quien te dice :“las mujeres acabáis de llegar y no vais a ocupar los puestos de responsabilidad tan rápidamente”.

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-¿Por qué no ocuparlos rápidamente?

-Pues claro, ¿por qué no? No queremos esperar. La carrera diplomática debe ser más igualitaria, porque representará mejor a la sociedad española.