Ester Bonal: "Tengo 56 años y mi reto es aprender a escuchar"

La Escola de Pensament del Teatre Lliure lleva al escenario una reflexión sobre una de las plagas más preocupantes del siglo XXI: la falta de escucha. El ciclo de conversaciones que conduce la filósofa Marina Garcés cuenta para esta sesión con Ester Bonal, pedagoga musical y directora del centro de música y escena para la inclusión social Xamfrà, y el periodista cultural David Guzmán. La charla tendrá lugar el martes día 23, a las 18.30 horas, en el Lliure de Gràcia. Precio: 2-4 euros.

Esther Bonal

Esther Bonal

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Si la sociedad fuera una orquesta, ¿a qué sonaría la pandemia del covid-19?

A Stockhausen [ríe]. Una orquesta también se organiza en grupos-burbuja jerarquizados, dependiendo de si eres violín primero o segundo, trompeta primera u oboé cuarto, y la pandemia ha evidenciado mucho las disonancias.

Vivimos en una cacofonía.

En un mundo donde hay mucho ruido los de siempre gritan mucho y todos quieren hacerse escuchar. 

¿No nos escuchamos o no nos entendemos?

Escuchamos lo que nos es consonante y nos cuesta escuchar lo que es disonante. Nos juntamos por gremios, con personas afines, y nos cuesta hablar con alguien que no siente ni piensa como nosotros. Pero la consonancia acomoda. Tenemos que aprender a disentir.

Nadie se siente escuchado.

Porque todo lo enfocamos desde el yo. ¿Pero y yo? ¿Escucho? No se trata de escuchar para comprobar si estás conmigo o contra mí, sino para ver dónde aparece el matiz que nos puede enriquecer. Tengo 56 años y mi reto es aprender a escuchar.

"Escuchar tiene que ver con sentirte afectada por lo que escuchas. Si te sientes afectada, conmovida, entonces estás escuchando"

Escucha profunda, activa, ética… ¿De qué tipo de escucha estamos hablando?

Tengo la sensación de que tiene que ver con sentirte afectada por lo que escuchas. Si te sientes afectada, conmovida, entonces estás escuchando. Y no me refiero solo a emociones. Cuando descubres la sintonía, la simpatía vibratoria en la disonancia con el otro, eso te puede hacer crecer y madurar más que la consonancia.

¿La música enseña a escuchar ?

La música tiene una maravilla en su esencia, que es la polifonía, que permite que personas diferentes, con habilidades diferentes, hagan cosas a la vez sin depender del virtuosismo del uno o del otro. Da igual si tocas el triángulo o el violín, en un grupo musical todos se sienten implicados y acogidos. Pero a veces hablamos de la música y de las artes, de la cultura en general, como si fueran la octava maravilla y tuvieran que servir para todo...

Y no siempre es así.

Históricamente la cultura también ha servido para excluir. Con la mirada europea, neoliberal y patriarcal se ha separado a la persona culta de la que no lo es, a la que tiene talento de la que no, al artista del que no lo es. Steiner dijo: "Sabemos que un hombre puede leer a Goethe o a Rilke por la tarde, que puede tocar a Bach y a Schubert, e ir a su trabajo diariamente en Auschwitz por la mañana".

"Vivimos una pandemia del egoísmo, que es otra plaga"

La humanidad tiene esta capacidad, efectivamente.

En el mundo hay muchísima bondad pero también hay gente que pasa por la vida haciendo daño. Vivimos una pandemia del egoísmo, que es otra plaga.

Y también mata.

En el preámbulo de muchas constituciones se habla del derecho al bienestar, ¿pero qué es bienestar? Cuando hablamos de salud solo lo hacemos desde el punto de visto biológico y fisiológico. Yo estudié Farmacia, aunque al final me he dedicado a las artes, y la salud son muchas más cosas.

Ahora toda nuestra atención se centra en luchar contra el virus. 

Porque nos afecta a nosotros. Ha muerto mucha gente y es terrible, pero también lo es que miles de personas se ahoguen en el Mediterráneo o que haya tantos niños refugiados por las guerras. Se nos debería caer la cara de vergüenza. Yo siento una profunda vergüenza. Deberíamos indignarnos mucho más.

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"Deberíamos tomar conciencia de nuestros privilegios y decidir cómo queremos actuar en la vida éticamente"

Le duele. Le afecta.

La pandemia debería obligarnos a quitarnos la venda de los ojos y observar cómo están viviendo nuestros semejantes. Y más allá de ser meros espectadores, deberíamos tomar conciencia de nuestros privilegios y decidir cómo queremos actuar en la vida éticamente. 

Comprometernos.

No soy católica pero le reconozco a Jesús una gran frase: "Por sus actos les conoceréis". Pues a ver qué hacemos, cómo nos comportamos, cómo trabajamos con la orquesta, cómo escuchamos al otro.

En Xamfrà llevan años comprometidos.

Intentamos crear espacios y condiciones que permitan ser a las personas. Uno de los proyectos de este año es ‘L’altra COVID’, un acróstico de Col.lectius Ocults Veus Interculturals Distòpiques. Nuestro objetivo es dejar espacio para que la voz de determinados colectivos también se oiga.

¿A qué colectivos se refiere?

Mayores, jóvenes, personas VIH positivas, con diversidad funcional, trabajadoras sexuales…

¿Cómo definiría su labor?

Me dedico a la educación desde, con y a través de las artes. Pero desde que escuché a la profesora Gayatri Spivak decir que en la educación no hay que esperar éxitos sino sembrar y confiar, digo que soy una sembradora. 

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¿Nunca pierde la esperanza?

Es una lucha de David contra Goliat pero seguiremos adelante. Una enfermera que trabajaba con un médico muerto por un obús en la guerra entre hutus y tutsis reprodujo en la radio una frase de él: "Hay que trabajar siempre como si sirviera para algo". Y me la quedé para mí. Pero está muy complicado. Hace falta mucha imaginación y mucho compromiso para darle la vuelta a las cosas.