ENTENDER+ Industrias culturales

Apuros para un sector en transformación

Las restricciones impuestas para luchar contra la pandemia del covid-19 han supuesto un durísimo golpe para las industrias culturales y creativas. 2020 fue un año aciago y 2021 no parece, por ahora, que vaya a dar muchas alegrías al sector. Anna Villarroya, profesora e investigadora de la UB y directora del Centre de Recerca en Informació, Comunicació i Cultura (CRICC), Xavier Cubeles, profesor de economía de las industrias culturales de la Facultad de Comunicación de la UPF y miembro del equipo de consultoría tecnológica de la Fundació Eurecat, Marc Roig, coordinador académico del máster en Producción y Comunicación Cultural de FCRI Blanquerna-URL y Azucena Tena Micó, profesora y doctoranda del mismo máster analizan el futuro del sector.

La Orquesta y Coro del Liceu, el pasado septiembre, en su primer ensayo en el coliseo tras el cierre del teatro por la pandemia.

La Orquesta y Coro del Liceu, el pasado septiembre, en su primer ensayo en el coliseo tras el cierre del teatro por la pandemia. / ÁLVARO MONGE

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Más allá de su valor como sector económico, la cultura ha demostrado ser un motor de transformación social. Sin embargo, la pandemia ha situado al sector en un lugar desconocido, con unos recursos cada vez más escasos y unos retos cada vez más complejos. Es momento de reflexionar sobre el valor de la cultura y sobre su necesaria transformación en clave de futuro.

Cómo la cultura mejora nuestras vidas

Anna Villarroya. Profesora e investigadora de la UB y directora del Centre de Recerca en Informació, Comunicació i Cultura (CRICC)

La actual situación de pandemia global ha evidenciado en nuestras sociedades muchos de los valores analizados desde hace décadas en la academia. La cultura ha demostrado tener un efecto positivo en nuestra salud y bienestar. Las actividades artísticas y culturales que hemos podido desarrollar estos últimos meses, virtualmente o en aforos reducidos, han mejorado nuestro estado de ánimo, la autoestima y han permitido exponernos a un contacto social distinto a cómo lo conocíamos hasta entonces.  

En abril de 2020, la Organización Mundial de la Salud recomendaba incluir el arte y la cultura en los sistemas sanitarios. Con carácter pionero a nivel internacional, el Institut Català de la Salut, con el apoyo del Departament de Cultura, lanzaba en junio de 2020 el programa 'RecuperART-19' dirigido a mejorar el estado emocional del colectivo de los profesionales sanitarios a partir del uso de los museos y centros de arte como entornos de reflexión y mejora del bienestar emocional.

La OMS aconsejó el año pasado incluir el arte y la cultura en los sistemas sanitarios

La práctica artística también se asocia a mejoras educativas como la adquisición del lenguaje en etapas tempranas, el rendimiento académico o el aumento de las habilidades cognitivas.

Pero la cultura también es capaz de generar beneficios con un impacto social más amplio. Sabemos que la cultura facilita la inclusión social de los colectivos más vulnerables. Así, la participación en actividades culturales y artísticas de población en riesgo de exclusión ofrece la motivación y las habilidades para una mayor participación cívica, aporta visibilidad a las expresiones minoritarias, y un mayor potencial de reconocimiento mutuo y cooperación entre diferentes grupos en el diálogo intercultural e intergeneracional.

Actividad de danza para personas con Parkinson dentro del programa 'Art for change' de la Fundación 'La Caixa'.

/ EL PERIÓDICO

Es también un instrumento importante en la construcción de entornos vitales sostenibles en los que la ciudadanía se puede reconocer, identificar y desarrollar. Los equipamientos y actividades culturales, cuando se diseñan adecuadamente, pueden contribuir a la regeneración urbana y territorial

Existen cada vez más entidades públicas y privadas que trabajan en pro del valor de la cultura para nuestras sociedades. Iniciativas con una trayectoria ya consolidada como 'Art for Change' de la Fundación ‘La Caixa’, en la que el arte y la cultura se utilizan como herramientas para la mejora social, o más recientes como el programa 'ART i PART' de creación artística comunitaria, impulsado por el Ajuntament de Barcelona, son ejemplos de cómo el arte y la cultura mejoran la vida de las personas. El espacio público es un recurso clave para la interacción y la participación cultural.

En plena pandemia, la Fundación Carulla lanzó el programa 'SOS Cultura' destinado a apoyar a creadoras y creadores culturales capaces de abordar a través de su arte los efectos emocionales provocados por la pandemia.

Como en una ‘escape room’ (sin ser un juego)

Xavier Cubeles. Profesor de economía de las industrias culturales de la Facultad de Comunicación de la UPF y miembro del equipo de consultoría tecnológica de la Fundació Eurecat-Centre Tecnològic de Catalunya.

El año 2020 empezó con unas cifras de actividad cultural similares a las de antes de la recesión de 2009. En marzo, estalló la crisis del covid-19 y se inició una brusca caída de la demanda cultural, sobre todo fuera del hogar. La pandemia ha tenido fuertes efectos económicos negativos en muchas actividades.

En este periodo se ha producido un uso intensivo de Internet por razones laborales, educativas, sociales y también culturales. El consumo y la oferta de producto cultural en línea han crecido, por lo que también hay sectores que han incrementado la actividad, como las plataformas de distribución de contenidos culturales.

La transformación digital sigue avanzando en múltiples direcciones 

Ante esto, empresas e instituciones culturales han dado una mayor prioridad a sus estrategias de innovación ante la transformación digital, que sigue avanzando en múltiples direcciones. Por un lado, en la búsqueda de nuevos formatos de productos culturales mediante un uso avanzado de la inmersividad, la interactividad, la realidad virtual, los datos masivos, la inteligencia artificial u otros. La exploración de nuevos modelos de negocio sigue en un lugar destacado de la agenda para asegurar la viabilidad de las empresas y la generación de puestos de trabajo. También se investiga para atender mejor necesidades culturales colectivas, como la preservación del patrimonio o la garantía del pluralismo en la participación cultural. Igualmente, se debate sobre nuevos modelos de gobernanza de los entornos digitales, que velen por el respeto de los derechos sociales, económicos y culturales.

'Barcelona Memòria fotogràfica', la primera experiencia inmersiva sobre la ciudad de Barcelona a través de la mirada de seis fotógrafos. 

/ FERRAN NADEU

El fomento de la innovación y de la cultura recibe, fácilmente, adhesiones favorables, pero no siempre suficientes recursos. En ciertos entornos, todavía resuenan las conocidas palabras de Unamuno: «Que inventen ‘ellos’ y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones».

‘Ellos’ que pueden ser expertos en áreas de conocimiento diferentes a las nuestras. Pero tengamos en cuenta que la gran diversidad de retos a abordar en cultura requiere un enfoque multidisciplinar que integre creatividad, ciencia y tecnología.

O ‘ellos’ que pueden ser personas o instituciones de otros territorios líderes en innovación. Pero recordemos que las dinámicas de innovación conllevan una acumulación de conocimientos que retroalimenta la capacidad de hacer futuras innovaciones. El coste de quedar excluido, limitándonos a realizar lo que sabemos hacer, podría ser muy elevado.

La pandemia del covid-19 nos ha situado en un lugar desconocido, con unos recursos que tienden a ser cada vez más escasos, y con unos retos cada vez más complejos. Sin ser un juego, estamos como en una ‘escape room’, donde el trabajo en equipo será primordial. Hay que clarificar los objetivos y potenciar los factores que pueden estimular la colaboración. 

Esto será imprescindible para resolver la crisis sanitaria y, también, para participar activamente del proceso que establecerá cómo viviremos y conviviremos los próximos años, que incluye cómo crearemos, produciremos y disfrutaremos de la cultura

Si no es en vivo, la música no vale nada

Marc Roig, coordinador académico del máster en Producción y Comunicación Cultural de FCRI Blanquerna-URL, y Azucena Tena Micó, profesora y doctoranda del máster

El covid también ha obligado a los festivales a reinventar su futuro. PwC prevé que la música en directo vuelva a niveles precovid en 2024 y Goldman Sachs, en 2022. Pronto estaremos donde estábamos y quizá es lo más preocupante. La pandemia podía ser una oportunidad para reconfigurar el sector en clave de sostenibilidad y resiliencia. Alejarse de la festivalización y la precarización y planificar la música como un ecosistema. Políticas musicales que pongan en primer plano el valor público y social de la cultura. Más allá del impacto económico, la música en vivo es una práctica participativa y comunitaria, un plato caliente para días de fiesta.

Hay que huir de la ‘festivalización’ y planificar la música como un ecosistema

El sector muestra solidez. La pandemia lo ha cohesionado y vivimos un momento creativo óptimo. ¿Qué hay que pensar ahora? Primero alinear las visiones de las administraciones para maximizar el valor público. Todos los festivales cuentan con ayudas públicas, pero a menudo éstas se reparten en función de quién hace más ruido. Hay que medir el valor público y social y repartir en consecuencia.

Pensar en lógica de ecosistema es la clave para garantizar vasos comunicantes entre la formación, la creación y la difusión. En políticas que reviertan en la vida de la gente de los territorios donde se hacen los festivales. Un ecosistema diverso y plural centrado en el apoyo mutuo entre todos los agentes. Es urgente combatir la precarización laboral, establecer acuerdos en el ámbito de la contratación, y generar sinergias entre grandes y pequeños que fomenten los grupos emergentes.

 Un músico cobra menos de 0,004 dólares por cada escucha en Spotify

Vistas las consecuencias de la digitalización en la música grabada, la música en directo hará bien en alejarse de las prácticas virtuales. La digitalización puede ser una herramienta para mejorar la participación, pero nunca un plato congelado de la música en vivo. Un músico cobra menos de 0,004 dólares por cada escucha en Spotify. Hay que trabajar para acercar los festivales a todo el mundo, dando relevancia al sector comunitario y descentralizando la actividad. Como decía Gato Pérez, «la rumba nace en la calle».

La cantante Silvia Pérez Cruz, durante un concierto en el Teatro Circo Price, en Madrid, a finales de enero.

/ Ricardo Rubio / Europa Press

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Los dos grandes retos de los festivales son que la crisis no provoque una precarización profesional, y la digitalización, una merma en la calidad de la experiencia. En los últimos 30 años la música en Catalunya ha vivido un proceso de profesionalización, institucionalización e industrialización. El reverso de la profesionalización es la precariedad laboral; el de la institucionalización, que la música pierda su expresividad popular; y el lado oscuro de industrialización, que la música pierda su dimensión participativa.

Excelencia musical significa gestión profesional manteniendo el carácter popular y colectivo de la música. Expresividad, sincronización de emociones, inclusión, diversidad, pensamiento crítico... son los valores de la música. Si la música no está viva, si no es un plato caliente no vale nada.