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10 novelas de amor para quemarse las pestañas

De 'Cumbres borrascosas' a 'El doctor Zhivago', la pasión erótica es uno de los motivos universales que nutre la literatura en mayúsculas. Aun a riesgo de grandes descartes -todas las listas pecan de exclusión-, les proponemos diez lecturas imprescindibles, diez novelas de amor que no decepcionan. Relatos en los que abunda el conflicto: triángulos amorosos, celos, separaciones.

 

Fotograma de ’El doctor Zhivago’, la adaptación de David Lean de la novela de Borís Pasternak.

Fotograma de ’El doctor Zhivago’, la adaptación de David Lean de la novela de Borís Pasternak.

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Olga Merino
Olga Merino

Periodista y escritora

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Oh, l'amour, mad love, el loco amor Menos mal que la fiebre del primer enamoramiento solo se pasa una vez porque, a pesar de que la canten los poetas, también es un sinvivir. Si bien del tronco de los afectos brotan mil ramas, aquí nos ocupa el amor erótico; o sea, la pasión desmelenada, el deseo apremiante de unión entre dos seres, ese temblor de los sonetos quevedianos: «Es hielo abrasador, es fuego helado,/ es herida que duele y no se siente». ¿Por qué Eros espolea al ser humano desde la temprana adolescencia? Platón aventuró un diagnóstico en El banquete: resulta que, en el inicio de los tiempos, cada persona constituía un ser completo, de una pieza, pero la soberbia nos escindió en dos, de manera que desde entonces sobrevivimos en la carencia, buscando a tientas a la otra mitad.

 Pero dejaremos al margen a los filósofos. También a los poetas, el tango y el bolero, porque estas líneas apenas pretenden compilar una lista con las mejores novelas de amor de todos los tiempos -¿solo diez?-, con el pretexto de la festividad de San Valentín. Misión casi imposible. Si el amor es uno de los temas nutricios de la literatura, ¿cómo vaciar un torrente haciendo cuchara con las manos? Habrá que mojarse; después de todo, se trata de un juego.


Cumbres Borrascosas

Aquí va la primera, al menos por fecha de publicación: Cumbres borrascosas (1847), de Emily Brontë, que aun siendo un artefacto narrativo mucho más imperfecto que Jane Eyre, escrita por su hermana Charlotte, una corriente salvaje atraviesa sus páginas de punta a cabo, como el viento que peina los páramos de Yorkshire. Un amor más allá de la muerte, con escenas inolvidables como cuando Heathcliff pide a su amada Catherine, en el lecho de la agonía, que se pegue a su piel como un fantasma: «Quédate siempre conmigo, bajo la forma que quieras, ¡vuélveme loco!».

         

El arranque de 'El amor en los tiempos del cólera' lo advierte: «El olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados». En efecto, la pasión novelesca requiere de palos en las ruedas


Carol

Historias de amor entre chicas: Carol (1952), de Patricia Highsmith, que dio lugar a una película muy resultona con Cate Blanchett como protagonista. Historias de amor entre chicos: Paris–Austerlitz (2016), la última novela del gran Rafael Chirbes, quien se marchó demasiado temprano. E historias de amor con deliciosos monstruitos acuáticos que se atiborran de aguacates: La señora Caliban (1982), de Rachell Ingalls. De todo hay en las librerías (cuando permiten abrirlas) para explorar la razones del corazón.


Madame Bovary

El drama de toda lista es el descarte. De los grandes novelones de adulterio del XIX, ¿con cuál quedarse? ¿Con Madame Bovary (1857) o con Anna Karénina (1877)? Un dilema tan peliagudo como elegir entre cortarse el dedo índice o el pulgar. Pero, puestos en el brete, tal vez gane la heroína de Tolstói, que se arroja a los brazos del conde Vronski por pasión, dispuesta a apurar la copa de la vida, mientras la de Flaubert lo hace por puro aburrimiento, ennui burgués y ensoñaciones románticas. Así le espeta Anna a su marido, el frío y convencional Karenin: «Mientras le escucho a usted estoy pensando en él. Le amo; soy su amante. No puedo soportarlo a usted; lo aborrezco».


El final del affaire

No deja de ser curioso cómo abundan los triángulos amorosos y el descalabro de los celos en las mejores narraciones, ya sean con acento francés y carga irónica -Bella del Señor (1968), de Albert Cohen— o con dicción británica y bajo las bombas del blitz: El final del affaire, de Graham Greene (1951). Como dijo Skakespeare en boca de uno de sus personajes, «el curso del amor nunca fue fácil».   


El doctor Zhivago

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De algunos libros no se sale indemne. Dejan tal poso espiritual que uno vaga por la casa y, durante días, cree posible encontrarse con uno de los personajes sentado a la mesa de la cocina, como si nada. Así sucede con El doctor Zhivago (1957), de Borís Pasternak, a la que sería injusto clasificar como mera novela de amor. Es Rusia en su plenitud y sus distancias, el estallido de la revolución y su brutalidad, la guerra civil, la lucha del médico y poeta Yuri Zhivago y su musa, la enfermera Larissa, por mantener su individualidad. La película de David Lean estuvo a la altura.


El amor en los tiempos del cólera

Pasión en el hielo, pasión en un transbordador que cruza el río Mekong -El amante (1984), de Marguerite Duras- y pasión desbordada en el Caribe, en El amor en los tiempos del cólera (1985), de García Márquez, con un arranque inolvidable: «El olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados». Sí, truncados. Los amores de novela no aspiran a una existencia plácida, sino que necesitan palos en la rueda, suspiros, encuentros y separaciones para que el lector se queme las pestañas, para que el placer lo mantenga atrapado en el sillón de orejas.