Debate 14-F

Paro juvenil: "Los jóvenes somos el futuro y deberían tenernos más en cuenta"

Recién licenciados y universitarios en prácticas contemplan con pavor un mercado laboral que parece ofrecer pocas oportunidades. La falta de expectativas laborales decentes para los más jóvenes tiene muchas derivadas que pueden afectar negativamente a su desarrollo personal e incluso a su salud mental . EL PERIÓDICO ha reunido a tres jóvenes que pertenecen a una de las generaciones más preparadas y con más dificultades para emanciparse y alcanzar la plena autonomía personal.  

De izquierda a derecha, Sebastián Marín, Claudia Sànchez y Àlex Díaz.

De izquierda a derecha, Sebastián Marín, Claudia Sànchez y Àlex Díaz. / ELISENDA PONS / EL PERIÓDICO

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Luis Benavides
Luis Benavides

Periodista

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La tasa de paro juvenil en Catalunya sigue creciendo y alcanzó el 27,3% a finales de año, el peor dato del último lustro, según el último informe de la Encuesta de Población Activa (EPA). En cifras absolutas, esto significa que había unos 185.800 jóvenes entre 18 y 29 años con sin trabajo a finales del 2020. Uno de ellos es Àlex Díaz, de 23 años, licenciado en geografía por la Universitat de Girona. «Acabé el grado en septiembre y estoy buscando trabajo en una gran superficie, aunque a largo plazo aspiro a ser técnico de medioambiente o profesor de universidad. Para eso necesito encontrar ya algo a media jornada para pagarme un máster o estudiar el doctorado», explica este joven vecino de Pineda de Mar. 

La destrucción de la ocupación, agudizada por la crisis del covid-19, afecta más a las personas jóvenes. Y cuánto más jóvenes, peor. En el tramo de edad de los 16 a los 24 años la tasa de paro es del 38,1%. «Al acabar la carrera hice una docena de entrevistas y trabajé dos meses como teleoperador, pero no era lo mío. Tenía que convencerles para que cambiasen de compañía energética y eso es muy complicado», rememora Àlex, que se describe como un chico «responsable y con curiosidad” que tiene ganas de aprender. «Estoy buscando trabajo en supermercados porque son servicios esenciales y son los únicos que ahora pueden necesitar personal», añade resignado.

En una situación similar se encuentra Sebastián Marín, de 20 años, que ha tirado más de 80 currículos a grandes superficies, no solo de alimentación. Le respondieron unos 35. «Entiendo perfectamente que quieran emplear a gente más mayor, con más cargas familiares, gente que quizá lo necesita más ahora mismo, pues yo tengo el apoyo de mi padres», explica este estudiante de ciencias políticas que lleva cuatro años trabajando en el sector de la hostelería, de manera intermitente, principalmente los viernes y fines de semana y veranos. «Con este dinero puedo pagar la matrícula de la universidad y hacer frente a otros gastos como comprarme un ordenador o pagar el carnet de coche. Así libero también un poco a mis padres», añade este figuerense afincado en la ciudad de Barcelona. 

Sebastián comparte piso con otros tres universitarios y Àlex vive con sus padres. Su situación es la más habitual entre los jóvenes catalanes. En Catalunya, la tasa de emancipación se sitúa por debajo del 20%, un dato que no ha dejado de caer desde el 2007, cuando rondaba el 33%. «¿Dentro de cinco años? Me veo en una empresa cobrando unos 1.300 euros con un contrato temporal y viviendo con mis padres», explica Clàudia Sánchez, de 21 años, la tercera participante en el debate virtual organizado por EL PERIÓDICO. Ella está en cuarto curso de Publicidad y Relaciones Públicas. Hace un mes comenzó las prácticas en una empresa de comercio electrónico y está preparando su trabajo final de grado. «Muchas empresas se aprovechan de los becarios. Hacemos el mismo trabajo que otros empleados pero cobrando mucho menos o incluso sin cobrar. Pero vaya, he tenido suerte porque tengo amigas que estudian turismo y se han quedado sin prácticas por el covid», añade esta vecina del barrio de la Sagrada Família, en erte desde el pasado mes de marzo. Al superar los tres meses, según la metodología de la EPA, ella también engrosa la lista de las personas desocupadas. 

Llevaba unos dos años y medio trabajando en una cadena de bocadillos que ahora emplea únicamente al 40% de la plantilla por las restricciones a la hostelería para contener la expansión del covid. Con ese trabajo Clàudia podía pagar sus estudios y cubría algunos gastos. «Últimamente tengo más miedo a no encontrar trabajo, y si a los 30 veo que no lo consigo quizá intento sacarme unas oposiciones para tener algo seguro. Descarto lo del autoempleo –continúa Sánchez– porque es algo que puede dar beneficios a largo plazo, pero ahora no lo veo factible».

Los tres coinciden en que están sobrecualificados para los trabajos que han desempeñado hasta la fecha. También intuyen que podrían tener más opciones de encontrar un contrato estable con un ciclo de grado medio o superior. Para Sebastián, «los jóvenes que escogen Formación Profesional salen muy preparados para el mercado laboral y tienen más facilidades para incorporarse porque han ido trabajando mientras estudiaban. Los universitarios, en cambio, estamos más alejados de la realidad y cuando conseguimos el trabajo el salto es enorme». Sea como sea, los datos demuestran que el paro afecta más a las personas jóvenes con menos estudios. Respecto al último trimestre del 2019, la proporción de jóvenes parados con estudios bajos (educación obligatoria) ha pasado del 30,2% al 46,6% de los activos, mientras que entre los jóvenes con estudios posobligarios o superiores la proporción ha pasado del 14,9 al 21,6%, un aumento inferior. 

Peticiones al futuro Govern

Respecto a las elecciones del 14-F, los participantes en el debate piden al futuro Govern de la Generalitat más inversión en dos pilares que consideran básicos: la sanidad y la educación. «Sería necesario aumentar el presupuesto dirigido a los jóvenes, que permitiera conceder más becas, por ejemplo. Es importante que todo el mundo tenga la oportunidad de estudiar», reivindica Sebastián, cuya intención es seguir formándose y estudiar el segundo ciclo de Periodismo. 

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La fuga de cerebros y la salud mental de los jóvenes son dos cuestiones que deberían abordar los futuros responsables del Govern, en opinión de los tres participantes. «Las medidas que han tomado con motivo del covid son incoherentes y no se entienden. A mí me pilló en la recta final, durante la preparación del TFG, pero debe ser muy duro para los que han empezado este año la carrera. No pueden socializar, no pueden conocer bien a sus profesores, pero en cambio si pueden amontonarse en el transporte público», critica Àlex. En la misma línea, Sebastián recuerda que lo que le pase a los jóvenes ahora, pegados a la pantalla y con una interacción social muy restringida, «puede marcarles de por vida».

«Somos el futuro y deberían tenernos más en cuenta. Espero que el próximo Govern nos apoye mucho más, aunque no veo a ningún partido que se acuerde de nosotros», interviene Clàudia, quien se ha planteado alguna vez irse al extranjero. «Ya trabajé como au pair en Inglaterra para mejorar mi inglés y ahora que llevo dos años estudiando alemán y viendo el panorama aquí, lo mal que están gestionando la crisis, –continúa la joven–, apetece irse fuera un tiempo para trabajar».  

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