Entrevista

Marta Tafalla: "A este paso, vamos directos al suicidio colectivo"

Doctora en Filosofía y experta en ética animal, participa en el Cicle de Filosofia de las Biblioteques de Barcelona con una charla que se prevé intensa sobre la desigual relación entre el ser humano y el resto de seres vivos. Su intervención tendrá lugar el lunes día 18 a las 18.30 horas en la Biblioteca Sagrada Família. La entrada es libre y gratuita.

La filósofa Marta Tafalla, en el bosque de Volpelleres de Sant Cugat.

La filósofa Marta Tafalla, en el bosque de Volpelleres de Sant Cugat.

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Participa en la campaña para salvar el bosque de Volpelleres, donde se quiere hacer una escuela.

Soy una de las muchas vecinas que amamos este bosque, que es un pequeño tesoro en medio de la ciudad. Pero el ayuntamiento de Sant Cugat lo está destruyendo poco a poco.

¿En las campañas de protección hay motivos egoístas?

Sí y no. Hay una parte egoísta, porque es mejor para nuestra salud, pero hay una parte altruista y menos antropocéntrica, que es decir que en estos espacios viven otras especies que también tienen derecho a vivir.

Nuestra mirada hacia la naturaleza es más utilitarista que de derechos.

El gran problema de nuestra civilización es que siempre pensamos en lo que nos beneficia a los humanos a corto plazo, por eso estamos destruyendo la biosfera y ni siquiera somos conscientes de ello.

¿Por qué?

Nos hemos distanciado tanto de la naturaleza que la gente no entiende cómo funciona, no sabe nombrar los árboles de su barrio ni reconocer los pájaros que anidan en su calle.

Bueno, a menudo tampoco conocemos el nombre de nuestros vecinos…

Son problemas diferentes. Si no reconoces los pájaros que viven a tu lado, cuando se extingue una especie ni siquiera te das cuenta. Y eso también pasa a nivel global.

¿De qué sirve conservar si continuamos destruyendo?

A este paso, vamos directos a un suicidio colectivo. Los datos son para ponerse a temblar, pero la gente no entiende la gravedad del problema. Dentro de 50 años nos estaremos muriendo de calor, de hambre y de pandemias.

¿No exagera?

La previsión del Servei Meteorològic de Catalunya dice que aquí, en 30 años, la temperatura aumentará 3 grados y a final de siglo serán 5. Esto desmontará nuestro sistema de producción de alimentos. Estamos tan desconectados que no lo entendemos.

¿Cuándo se produjo la gran división entre naturaleza y cultura?

Uno de los momentos es en el paso del Paleolítico al Neolítico, cuando se abandona la forma de vida de los cazadores-recolectores y se inician la agricultura y la ganadería.

¿Tan pronto?

El problema más grave que tenemos no es el cambio climático, sino la pérdida de biodiversidad. Desde hace por lo menos 60.000 años estamos llevando a cabo un proceso de extinción sistemático. Allá donde va el ‘homo sapiens’ se extinguen los grandes animales. 

¿El ser humano lleva en sí la semilla de su destrucción?

Esta es un poco la paradoja. Pensamos que somos el animal más inteligente, pero más bien somos el animal más destructivo. Estamos provocando una extinción masiva que nos arrastrará a nosotros también. Es como si no pudiéramos controlar nuestra fuerza.

En plena emergencia sanitaria, ¿tiene sentido el debate sobre la experimentación animal con fines médicos?

Es un tema difícil… Pero me llama la atención que la pandemia haya surgido en un mercado de animales vivos donde se les maltrata y para defendernos volvamos a maltratarlos. Cada vez que generamos un problema, lo resolvemos haciendo aún más daño.

Ha escrito que en la Grecia clásica ya había tesis animalistas.

Pitágoras decía que teníamos que aprender a convivir con los animales, pero triunfó Aristóteles que, aunque muy inteligente, defendía la esclavitud, era un machista y creía que podemos utilizar a los animales como nos dé la gana.

¿Somos destructivos porque somos inteligentes?

Es una de las grandes preguntas filosóficas. Schopenhauer y Thoreau ya se plantearon por qué el ser humano se hace tanto daño a sí mismo y a la naturaleza.

¿Y a qué conclusión llegaron?

Que se pueden intentar otras formas de vida menos destructivas, pero la mayoría de la sociedad no lo aceptaría. Los dos eran bastante pesimistas.

Usted también lo es.

Para parar la extinción deberíamos vivir de manera más sencilla, reproducirnos menos y alimentarnos de otra manera. Tendríamos que reinventarnos totalmente.

¿Ante este tipo de mensajes tan apocalípticos no desconectamos todavía más?

Dentro de los movimientos ecologistas hay un debate en este sentido y tenemos que hacer autocrítica, yo la primera. Tendemos a decir que si no renuncias ahora a muchas cosas después lo pasarás peor y parece que haya que elegir entre dos males.

¿Hay otro modo de enfocarlo?

Lo que tenemos que hacer es repensar la felicidad. La conexión con la naturaleza es una fuente de salud y de felicidad y, cuando lo descubres, destruirlo te parece tan absurdo que ni te lo planteas porque es lo que te hace feliz. Como el bosque de Volpelleres.

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