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Cinco jóvenes dan la cara: responsables en tiempos de covid

Lectores que han transmitido sus inquietudes a Entre Todos comparten sus puntos de vista sobre un colectivo que ha estado bajo el foco durante la segunda ola de la pandemia

Los jóvenes responden: ¿Os habéis sentido señalados?

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Luis Benavides
Luis Benavides

Periodista

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Las fiestas ilegales desalojadas por la policía salpican la actualidad cada semana y los participantes en esos encuentros son en su mayoría jóvenes. Mossos d’Esquadra y Guardia Urbana tienen listos unos dispositivos especiales para este fin de año, con especial atención en las celebraciones que congreguen a más de 6 personas y no respeten el toque de queda. Pero, ¿hasta qué punto ese incumplimiento de las restricciones anticovid es algo generalizado entre la juventud? EL PERIÓDICO ha reunido a cinco jóvenes para saber cómo están viviendo la crisis del covid-19. Los cinco han escrito a esta sección en los últimos meses para compartir su malestar e indignación. 

«El problema de estas fiestas es que son muy escandalosas y se ven mucho. ¿Cuántas cenas han organizado los adultos sin respetar las restricciones? Muchas», contraataca Ana Rueda, de 25 años, vecina del barrio de Sants, quien asegura que la mayoría siguen las indicaciones de las autoridades para evitar ponerse en riesgo a ellos mismos y familiares. «En mi caso, mis padres son personas de riesgo y cuidan a mi sobrina en casa y sigo todas las recomendaciones. Al final solo es un año de nuestras vidas y lo que está en juego es mi gente», apostilla esta licenciada en Periodismo.

Los más jóvenes han estado bajo el foco durante la segunda ola de la pandemia y les han colgado la etiqueta de «irresponsables» de manera injusta, coinciden todos. Tampoco ha sido una sorpresa para ellos. «Antes ya nos culpaban, pero ahora con la pandemia más. No justifico las fiestas, pero en parte lo entiendo. Estamos todo el día encerrados en casa estudiando, moviéndonos en metro constantemente, trabajando en sitios mal pagados en los que estamos muchísimas horas y en los que no siempre se respetan las recomendaciones... Al final es normal que te quieras ir de fiesta a la montaña», explica Sergio López, de 23 años, estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas de la UPF, en referencia a un macrobotellón en Montjuïc desalojado por la Guardia Urbana a finales del pasado noviembre.

«La gran mayoría de los jóvenes son responsables, y eso de las fiestas ilegales son casos aislados que se han dado y se darán. Nos culpabilizan a nosotros y muchas veces nos infantilizan, al tiempo que nos piden responsabilidades que no nos dan», defiende Estel Teodoro, de 22 años, vecina de Nou Barris, que este fin de año no hará nada tras rechazar una invitación para ir con su chico y otras dos parejas una casa rural. Felipe Guevara, de 20 años y 'hospitalenc', también celebrará la entrada en el 2021 en casa con su burbuja familiar. «A principios de mes mis amigos y yo estuvimos buscando una casa, pero ya no queda nada disponible. Y viendo las noticias, con el rebrote, casi que mejor no salir», cuenta Guevara, miembro de la Associació de Joves de L’Hospitalet, que ha ayudado a Cruz Roja a llevar la compra a los más mayores del municipio. «Me siento muy orgulloso de lo que estamos haciendo, aunque luego este lado solidario y comprometido no se haya visto fuera», lamenta este estudiante de Historia y Derecho en la UB.

Medidas y restricciones

López trabaja en una cadena especializada en bricolaje, material de construcción y jardinería para pagarse la carrera. «Si cierran las universidades, que cierren todo. En las tiendas estamos mucho más inseguros que en la universidad», defiende este joven de origen mallorquín instalado en La Sagrera, muy crítico con algunas medidas adoptadas por los Gobiernos central y autonómico. Asegura que no ha participado en ninguna fiesta ilegal pero confiesa: «Hay un momento en el que si, por ejemplo, tienes un grupo de amigos y somos más de los que pueden quedar, pues haces un poco la vista gorda e intentas hacerlo lo mejor posible».

Los jóvenes responden: ¿Estáis de acuerdo con las restricciones?

Infringir alguna de las restricciones no tiene nada que ver con la edad, añade Blanca Roca, de 21 años. «Mis padres son las personas más responsables que conozco y alguna vez se han tenido que saltar el confinamiento perimetral para ir al supermercado de al lado de casa», cuenta esta joven universitaria de Santa Eulàlia de Ronçana, que admite no llevar muy bien el distanciamiento social. «No tenemos vida social cuando ahora mismo es el centro de nuestras vidas. La llegada de la pandemia ha sido un golpe psicológico muy duro. O quedo con mis amigos o al final iré al médico, pero no por el covid sino por una depresión”, asegura Roca.

Roca es la única que pasó el covid, afortunadamente solo con síntomas leves. Fue tras un encuentro con unos amigos en el que tenían previstas todas las indicaciones. A saber: mesas en el exterior, cierta distancia y nada de compartir platos. Una lluvia inoportuna trastocó los planes, y decidieron trasladar el encuentro al interior. Días después, cuatro de los comensales dieron positivo. “Cuando noté que tenía fiebre y recordé que el día después había visto a mis abuelos entré en pánico, me sentí súper irresponsable. Por suerte, ni ellos ni mis padres ni mi hermano dieron positivo», recuerda.

Todos están de acuerdo en la necesidad de concienciar a la población y visibilizar actos incívicos e insolidarios, pero matizan que no se debería culpabilizar a todo el colectivo. «Impacta mucho ver a los jóvenes bebiendo con la mascarilla bajada en un parque, más que ver a los adultos sin mascarilla tomándose una cerveza en el bar, aunque suponga un riesgo similar. No somos ángeles, pero los adultos tampoco», concluye Roca.

EL PERIÓDICO ha reunido a cinco jóvenes para saber cómo están viviendo la crisis del covid-19. 

/ Josep Garcia

Futuro incierto más allá del covid

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La pandemia ha puesto patas arribas las ya de por si frágiles perspectivas laborales de los jóvenes. Esta precarización laboral, con contratos breves y mal pagados, les impide además imaginarse dentro de cinco años. «Estamos viviendo la peor crisis de este siglo y no veo ningún futuro», asegura Roca, estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas y colaboradora de una cadena de televisión local, donde está aprendiendo el oficio periodístico. «La mayoría de las prácticas no son remuneradas y se podrían entender como una formación, pero no es normal que nos traten mal. Somos personas con menos experiencia pero tenemos conocimientos», añade la joven universitaria. Rueda asiente, preocupada a sus 25 años por la falta de oportunidades laborales. «Estoy en la edad de empezar a trabajar ya, una edad en la que se me requiere una experiencia que no he podido tener», continúa Rueda, quien tras acabar un máster en Política Internacional iniciará un posgrado. «No puedo avanzar laboralmente y se me cae todo –continúa-, el presente y un poco el futuro». 

La tasa de desempleo juvenil es aproximadamente el doble de la tasa de paro general del conjunto de la población en edad laboral, según el último informe 'Jóvenes y mercado de trabajo del Ministerio de Trabajo y Economía social'. Así, emanciparse, salir de la casa de sus padres, y crear una familia suena muy lejano en sus cabezas. Tengan o no trabajo. «Me cuesta hablar este tema con los adultos. Piensan que nos quejamos demasiado y no es cierto», lamenta López. Y Teodoro se suma a la queja. «No es que no queramos trabajar por poco dinero, pero es que entonces no podemos independizarnos y mucho menos pensar en hijos», protesta Teodoro, que compagina sus estudios en la UOC con varios trabajos como Community Manager y monitora de patinaje en una escuela. «En total son muy pocas horas –continúa– y no da para ahorrar ni para hacer muchos planes de futuro».