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Reseteando el turismo en BCN

Barcelona debe aprovechar el paréntesis que está suponiendo el covid-19 para reflexionar sobre el modelo de turismo que quiere

La Casa Batlló, en el Passeig de Gràcia, sin las aglomeraciones de turistas que se daban a diario antes de la pandemia.

La Casa Batlló, en el Passeig de Gràcia, sin las aglomeraciones de turistas que se daban a diario antes de la pandemia. / FERRAN NADEU

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El covid-19 ha barrido a los turistas de los destinos que antaño eran polo de atracción. Barcelona, entre las ciudades más visitadas de Europa antes de la pandemia, sufre esta sequía y el tejido empresarial se resiente. Este obligado parón es buen momento para reflexionar sobre el modelo de turismo que Barcelona debe construir cara al futuro. Analizan la situación Pedro Aznar (Esade), Ricard Santomà (URL) y María del Rocío Bonilla-Quijada (Abat Oliva-CEU).

¿Renacer como el ave Fénix?

Pedro Aznar. Profesor del Departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad de ESADE-URL

Es curioso como la figura del ave Fénix es común a diferentes civilizaciones y aparece como referencia mitológica en diversas culturas y regiones de todo el mundo. Heródoto lo definía como un animal capaz de resurgir de sus propias cenizas, tiene un claro simbolismo en cuanto a la capacidad de recuperase, de reinventarse y es en definitiva una figura ligada a la idea de esperanza.

El covid-19 ha cambiado nuestra sociedad y nuestra economía como nadie hubiera imaginado. Si un sector ha sufrido con intensidad y virulencia las consecuencias de las restricciones a la movilidad, éste es el turismo.

Barcelona es uno de los destinos urbanos de referencia en Europa. En el 2019 la ciudad contaba con 442 hoteles, un 52% de ellos en el segmento de mayor calidad si incluimos los hoteles de 4 y 5 estrellas, y ofrecía a sus visitantes 73.173 plazas hoteleras. Los datos del 2020 son devastadores. Algunos análisis calculan que el precio medio de los hoteles ha caído un 32%, el 75% de los establecimientos están cerrados y las estadísticas del Ayuntamiento indican que el número de pernoctaciones en la temporada alta, julio-septiembre, ha sido de 605.273, cuando solo un año antes era de más de 6 millones.

Unos empleados transportan un carro con maletas en el Hotel W de Barcelona el pasado julio.

/ RICARD CUGAT

Este panorama que supone la ruina de muchos empresarios y genera incertidumbre y angustia en miles de empleados nos obliga a preguntarnos por el futuro del turismo en la ciudad y por las políticas más adecuadas para recuperar, aunque sea parcialmente, parte de lo perdido. Hay elementos positivos y que tienen carácter estructural. Barcelona cuenta con una localización privilegiada, unas infraestructuras que han permitido que en el 2019 el aeropuerto viera pasar más de 52 millones de pasajeros, y un conocimiento notable del sector por parte de los empresarios y los trabajadores que viven del mismo. Los datos económicos disponibles avalan que cuando las circunstancias lo permiten, la recuperación económica es fuerte, y el turismo es una actividad que en las recuperaciones tiende a crecer por encima del crecimiento del PIB, lo que es una buena noticia. 

El sector se enfrenta a un exceso de oferta si el turismo tarda dos años en remontar

Pero debemos reconocer también algunas debilidades. El turismo en Barcelona es mucho más dependiente del visitante internacional y todos los expertos coinciden en la idea de que el turismo doméstico crecerá antes y más rápido que el extranjero. También hay coincidencia en una recuperación en forma de U, que implica que pueden pasar al menos dos años hasta volver a los niveles previos, y por tanto el sector se enfrenta a un exceso de oferta. Es hora de una mayor colaboración público-privada en la que las administraciones trabajen codo a codo con el sector para que cuando el turismo se recupere, lo haga con fuerza, pero también mejorando su sostenibilidad como fuente indudable de riqueza para muchas generaciones de barceloneses.

La importancia del para qué

Ricard Santomà. Decano de la Facultad de Turismo y Dirección Hotelera Sant Ignasi-URL

Sufriendo los estragos de una pandemia mundial sin precedentes, seguimos preguntándonos para qué queremos turismo en Barcelona. Una pregunta que surge de manera recurrente y cuya respuesta no es ni fácil ni única.

Barcelona es (o era) un destino turístico por excelencia, los récords de cifras lo demuestran cada año: más de 20 millones de visitantes anuales, más de ocho millones de turistas, un impacto directo en el PIB de la ciudad en torno al 12% y una de las principales fuentes de empleo. El turismo en Barcelona que no solo arroja estas cifras, sino que ejerce de tractor del resto de sectores económicos. Proveedores, empresas que ofrecen servicios, comercio… el impacto de la disminución del turismo en el tejido empresarial de Barcelona es incuestionable. Pero además de considerar esta cuestión económica, en el análisis de la situación actual debemos formularnos una pregunta fundamental: ¿para qué queremos turismo?

El para qué del profesional del sector está seguramente relacionado con el cumplimiento de unos objetivos económicos. Para el profesional de la política, el para qué puede basarse en la creación de riqueza para sus conciudadanos. Quizás para algunos comerciantes el para qué se centra en poder tener una mayor cifra de ventas. Y probablemente existan algunos ciudadanos para los que el para qué esté relacionado con el propio orgullo de mostrar su propia ciudad.

El impacto de la disminución del turismo en el tejido empresarial es incuestionable

Ahí reside la cuestión, en encontrar los para qué. Desde el momento en que no existe una sola respuesta compartida por todos, tenemos la obligación de trabajar para encontrar consenso. El elemento vertebrador que promoverá el acuerdo en los diferentes para qué es el turismo responsable. El turismo es responsable cuando promueve un intercambio de culturas, un enriquecimiento económico sostenible y un profundo respeto por el medio ambiente. El turismo responsable es un fenómeno que promueve la cultura propia y la transmite a los demás, es una actividad respetuosa con las personas (locales y foráneas), una actividad que no juzga si aquello es bueno o lo del otro es mejor.

La Sagrada Familia casi sin turistas, este pasado verano.

/ FERRAN NADEU

Si somos capaces de abordar el turismo desde la perspectiva del turismo responsable, las cuestiones que surgen en la discusión política y social acerca de esta actividad (como si hemos de poner límites al turismo o si hemos de pasar de la promoción a la gestión) serán mucho más fáciles de responder. 

Una vez alguien dijo que el turismo es como el agua, por mucho que intentes detenerlo, siempre acabarás viendo cómo se cuela entre tus manos… Así pues, bienvenido sea el turismo responsable a la ciudad. Bienvenido como agua de mayo.   

Equilibrios razonables y sostenibles

María del Rocío Bonilla-Quijada. Directora del Departamento de Empresa y Economía de la Universitat Abat Oliba CEU

Tras varios años en que los debates acerca del papel y las implicaciones del turismo para Barcelona habían incluido frecuentes referencias a efectos colaterales negativos, las tristes circunstancias de los últimos meses han mostrado cómo un movimiento pendular hacia el extremo opuesto genera drásticos efectos negativos, directos e indirectos, sobre la actividad económica y, por tanto, en el empleo de la ciudad. La perspectiva de una recuperación del sector turístico de la ciudad, a medida que las esperanzas acerca de la eficacia de las vacunas se concreten, ofrece un momento adecuado para evaluar las lecciones de estas experiencias, tratando de encontrar equilibrios razonables y sostenibles.

Un par de visitantes, maleta en mano, delante del Hotel Lloret, cerrado, en la Rambla.

/ FERRAN NADEU

La primera de las lecciones debería ser la necesidad de la ponderación. Por un lado, se ha de aceptar la obviedad de que en cualquier escenario realista a corto y largo plazo la actividad turística tiene un papel muy relevante en el futuro económico y social de Barcelona. Constatación que no debe impedir reconocer que deben continuar activas y vigentes las iniciativas para potenciar otros vectores dinamizadores, como la investigación en diversos ámbitos, incluidos los biomédicos y farmacéuticos, la formación en las universidades y escuelas de negocios e iniciativas empresariales ligadas a la digitalización, los temas medioambientales y las tecnologías de nueva generación.

Las iniciativas para potenciar otros vectores dinamizadores de la economía deben continuar

En este sentido, debería tenerse en cuenta que los atractivos que interesan al turismo en términos de calidad de vida, incluida la oferta de ocio y gastronomía constituyen parte relevante de los entretenimientos que valoran los profesionales y emprendedores que Barcelona puede y quiere atraer. Sería, pues, conveniente dejar atrás las empobrecedoras polémicas del pasado contraponiendo industria y servicios.

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Los territorios pugnan por atraer los segmentos de más valor añadido, de más calidad, y esto es aplicable a todos los sectores, también al turístico. Competir buscando posicionamientos de calidad ya no es un objetivo: es un prerrequisito para situarse en posiciones relevantes en el concierto internacional. Y las exigencias de esa calidad son muy transversales. Más allá de cada sector específico, se requiere de un esfuerzo de consenso entre las fuerzas políticas, económicas y sociales, incluido el sector educativo que ha de contribuir a proveer los profesionales para alcanzarla. 

Ese consenso estratégico ha de tener una perspectiva a largo plazo. No se trata de ir saliendo de la crisis del covid-19 con unos efímeros ‘felices años veinte’. Tanto la experiencia paralela de hace un siglo como las más recientes deberían habernos vacunado también contra los excesos pendulares. Se trata de construir de forma sólida un turismo incardinado en un modelo diversificado de ciudad que tiene en la sostenibilidad, intertemporal y medioambiental, una vertiente crítica.