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Matemáticas, ¿cosa de hombres?

Los últimos informes aseguran que en nuestro país las niñas sacan peores resultados en matemáticas que los niños. Uno de los problemas es que ellas no tienen referentes donde mirarse

La matemática Ada Lovelace Byron

La matemática Ada Lovelace Byron

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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El hecho de que la olotense Anna Navarro sea considerada la mujer más influyente del mundo tecnológico según la revista estadounidense 'Analytics Insight' es una gran noticia. Y más si tenemos en cuenta que el último informe del ministerio pone de manifiesto la diferencia de nivel de matemáticas que hay entre niños y niñas. Los resultados de Catalunya son 15 puntos inferiores a la media de los países de la OCDE.

El sistema educativo necesita medidas de mejora urgentes para subir el nivel global, pero, además, las niñas también necesitan referentes como Anna Navarro Schlegel, vicepresidenta de la empresa NetApp de Silicon Valley. Tener modelos sirve de estímulo y ayuda a soñar con quien te gustaría ser al hacerte mayor.

Afortunadamente en los últimos tiempos ya se han llevado a cabo iniciativas en este sentido y se han recuperado historias de mujeres con un papel clave en las ciencias y la tecnología. Mujeres sistemáticamente desterradas de los grandes relatos históricos de la humanidad.

Sin lugar a duda, una de las que tiene una biografía más fascinante es Augusta Ada Byron, que ha pasado a la posteridad como Ada Lovelace. Nacida en 1815, sus padres se separaron al cabo de un año y, desde el primer momento, la preocupación principal de su madre fue que a la niña no le diera por la cosa poética como su padre, el famoso Lord Byron. Normalmente se explica que la alejó de las letras para acercarla a los números. Lo que pocas veces se recuerda, sin embargo, es que Anne Isabel Noel Byron era una mujer brillante con una amplia formación académica, especialmente interesada en las matemáticas y a la que su marido había bautizado cariñosamente como la "princesa de los paralelogramos".

Con estos antecedentes en casa es comprensible que la tutora de Ada fuera Mary Somerville, la primera mujer que ingresó en la Sociedad de Astronomía de Inglaterra. Fue ella quien le dio a conocer la obra del físico Pierre-Simon Laplace. Ambas tradujeron algunos de sus textos al inglés para difundir el resultado de sus investigaciones en las Islas Británicas.

Crecer en un ambiente privilegiado le permitió no solo tener una educación excepcional sino entrar en contacto con algunas de las mentes más brillantes de la época, como el matemático Charles Babbage, que trabajaba en el diseño de un artilugio capaz de hacer cualquier tipo cálculo que había bautizado con el nombre de Máquina Analítica.

El proyecto de Babbage obsesionó aquella joven que en 1835 abandonó el apellido Byron al casarse con William King, barón de Lovelace. A pesar del matrimonio y llevar al mundo tres criaturas, continuó con su tarea científica. En 1842 recibió el encargo de traducir al inglés un artículo escrito en francés sobre la Máquina Analítica. Pero ella hizo mucho más. Aprovechando que su amistad con Babbage con quien había pasado horas conversando sobre la manera de convertir en realidad su proyecto, aparte de cambiar de lengua el texto original, agregó muchas aportaciones de cosecha propia en la versión inglesa del artículo. Entre las más destacadas había una fórmula para que la máquina pudiera hacer determinados cálculos. Los estudiosos consideran que es la antepasada de los actuales algoritmos informáticos. Pero es que, además, también se dio cuenta de las enormes potencialidades que podía tener la Máquina Analítica. Entre sus propuestas estaba la de utilizar tarjetas perforadas para que siguiera instrucciones automatizadas, tal y como harían los primeros ordenadores un siglo más tarde.

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Después de un año de trabajo, la científica publicó el texto, pero sólo firmado con las iniciales A.A.L. No fue hasta 1953 que se supo que detrás se escondía Augusta Ada Lovelace. Desde entonces su figura se ha ido restituyendo para ocupar el lugar que merece en la historia. Ahora ya se la considera una de las pioneras de la programación informática moderna.

El trabajo, sin embargo, no ha terminado. Apenas comienza. Los datos actuales demuestran que todavía hay muchos techos de cristal que romper. Los ejemplos de Lovelace y Anna Navarro Schlegel ayudan a resquebrajarlos un poco más.

Máquina utópica

La idea de Babbage nunca se convirtió en realidad. Algunas versiones de la biografía de Lovelace afirman que su adicción por las apuestas a las carreras de caballos empezó al intentar encontrar una manera de conseguir dinero para fabricar la Máquina Analítica. Pero lo único que ganó fue un montón de deudas.