Pasión de historia

La reincidencia de los Borbones

María Cristina de Borbón, en 1841.

María Cristina de Borbón, en 1841. / María Cristina de Borbón, en 1841.

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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La historia no se repite pero tiene tendencia a reiterar temas. Cuanta más información se publica sobre los negocios del Rey emérito más crece la sombra de María Cristina de Borbón, responsable de la mayor trama corrupta de la España del siglo XIX. Sus negocios eran tan turbios que tuvo que exiliarse no una, sino tres veces.

Cuando en 1829 se casó con su primo hermano Fernando VII, nada hacía pensar que sería uno de los principales elementos desestabilizadores del país, pero el monarca murió en 1833 y ella enseguida se proclamó Reina regente mientras su hija, la futura Isabel II, llegara a la mayoría de edad. La niña sólo tenía 3 años y, por tanto, podía hacer y deshacer como le conviniera. Una de las primeras instrucciones fue crear un «bolsillo secreto» donde se destinó dinero que ella podía gastar sin rendir cuentas. También se hizo cargo de la herencia de su difunto marido: 27 millones de reales para ella y 57 millones para cada una de sus dos hijas. Además de las joyas de la corona y las acciones del Banco de San Fernando que poseía el rey.

En diciembre de 1833, cuando apenas hacía tres meses que Fernando VII había sido enterrado, comenzó una relación con Fernando Muñoz, sargento de la guardia de palacio, con quien se casó secretamente para que no le fueran retirados los derechos de regencia. Lo que no pudo ocultar fueron los ocho hijos fruto de aquella relación. En aquellos tiempos por Madrid se ponía en boca de Muñoz una frase que hizo fortuna: «En servicio de su majestad no puedo cansarme nunca».

De lo que tampoco tenía nunca bastante era de hacer dinero. La regente gobernaba sin diferenciar los asuntos públicos de los privados y a su alrededor se tejió una trama de intereses políticos y económicos donde estaban involucrados altos funcionarios, jueces, banqueros, militares...

Negocio familiar

El matrimonio María Cristina-Fernando Muñoz intentó colocar a sus hijos en buenas posiciones, pero no todas cuajaron. Por ejemplo, a Agustín Muñoz Borbón lo querían hacer nombrar príncipe de Ecuador como paso previo para restaurar la monarquía española en América a través del que se tenía que decir Reino Unido de Ecuador, Perú y Bolivia.

Aunque entonces no había los medios de comunicación de ahora, era difícil evitar que los modos de hacer de la madre de Isabel II se ocultasen por mucho tiempo. La gota que colmó el vaso fue un panfleto publicado en 1840 donde se explicaba el enlace matrimonial secreto. Al verse en el punto de mira, María Cristina y Fernando Muñoz optaron por exiliarse. Cuando el nuevo regente, el general Espartero, se hizo cargo de la corte se encontró que en el «bolsillo secreto» solo había calderilla y que habían desaparecido 700 joyas y muchos muebles de estilo renacentista que parece que el matrimonio había subastado en Londres y París.

Precisamente fue en la capital francesa donde el matrimonio exiliado estableció la nueva base de operaciones. Desde allí ampliaron su red de contactos y, sobre todo, conspiraron para derribar Espartero y volver. Lo consiguieron en 1843. Su dinero patrocinó el golpe de Narváez para derribar el regente. Además, también compraron el apoyo de los generales O’Donnell y Prim. Una maniobra que les costó medio millón de reales.

Los negocios de la Reina madre

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Aquella operación culminó con la declaración de la mayoría de edad de Isabel II (¡con solo 13 años!), que una de las primeras decisiones que tomó fue autorizar el matrimonio de su madre. A partir entonces María Cristina pasaba a ser la Reina madre y con su «nuevo» marido se instalaron en el Palacio de las Rejas, que se convirtió en el lugar donde conseguir favores, del mismo modo que ahora podría pasar en el palco de un estadio de fútbol. La pareja estuvo involucrada en todo tipo de negocios: la construcción del puerto de València, la canalización de los ríos Manzanares y Ebro, la adjudicación del ferrocarril de Aranjuez, el abastecimiento de carbón en Filipinas e incluso el tráfico de esclavos en Cuba.

Otro exilio

Al igual que había pasado en 1840, en 1854 el malestar político por los abusos de poder generó una revolución progresista y la multitud asaltó el palacio de la Reina Madre, forzada a exiliarse de nuevo. En 1856 volvió a España, pero solo hasta el 1868, cuando un levantamiento de militares progresistas puso punto final al reinado de Isabel II que, a lo largo de toda su vida, se vio perjudicada por las actuaciones de su madre. Ambas murieron fuera de España, María Cristina en 1873 en Le Havre y Isabel II en París en 1904.

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