Obituario
Chuck Yeager, el hombre que hizo estallar el aire
El pasado 7 de diciembre falleció el primer piloto que rompió la barrera del sonido, instruyó a las primeras generaciones de astronautas e inspiró el libro de Tom Wolfe 'Lo que hay que tener'
Charles Yeager, junto al X-1 Glamorous Glennis (bautizado así en honor a su primera mujer) con el que rompió la barrera del sonido por primera vez en la historia en 1947. /
«Todo el mundo conocía el nombre del individuo que ocupaba el primer puesto del Olimpo, el as de todos los ases entre los fieles hermanos de la cofradía de Lo Que Hay que Tener». Eso (y mucho más) escribió Tom Wolfe de Charles 'Chuck' Yeager en 'The Right Stuff' ('Lo que hay que tener', o 'Elegidos para la gloria' tras su adaptación cinematográfica) , el libro sobre el grupo de pilotos de pruebas de Muroc Field, hoy la base de Edwards, quese convirtieron en la cantera de las primeras generaciones de astronautas. Yeager, su comandante, no lo logró: formó a los Amstrong y Glenn pero su falta de instrucción universitaria le cerró las puertas de la NASA. Allí necesitaban ingenieros que manejaran la regla de cálculo, no pilotos con ganas de demostrar que eran el más chulo del escuadrón.
Hace 10 años, en Sort, Yeager le quitaba importancia a no haber llegado al espacio. «Yo no quería ser astronauta, porque van metidos en su cápsula y no pilotan», me decía durante una entrevista. Bueno, quizá la procesión fue por dentro.
¿Qué hacía hace diez años en el Pallars esta leyenda de la aviación, explicando con sus dos manos quemadas cómo fue uno de los primeros pilotos que derribó un avión a reacción desde un caza con motor de pistones y hélice, en una jugarreta que «no fue del todo deportiva» porque pilló por detrás con su P-51 Mustang (mano derecha) a dos Me-262 (mano izquierda) justo cuando aterrizaban?
El general Chuck Yeager, el primer hombre en romper la barrera del sonido, en una imagen del 2012.
/Yeager era un paleto de Virgina Occidental, mecánico de aviones al principio de la guerra pero con una agudeza visual fuera de serie que igual le permitía cazar ardillas para comer en los bosques de los Apalaches que derribar 11 aviones alemanes y medio. Y un valor legendario. Abatido en su quinta misión sobre Francia, cruzó los Pirineos gracias a las redes de evasión del maquis francés antes de ser recluido por la Guardia Civil en Sort (y canjeado por el régimen de Franco, como otros tantos pilotos aliados, a cambio de petróleo; explicaba que siempre se preguntó cuál era su precio en litros de gasolina). Los evadidos no podía volver a volar sobre el continente (para no ser derribados de nuevo y poner en evidencia a las redes de fuga) pero dio tanto la tabarra a Eisenhower en persona que, tras el día D, se levantó el veto y pudo volver a perseguir a los cielos de Francia y Alemania.
El simpático "president Franco"
El Memorial Democràtic lo invitó para inaugurar un espacio dedicado a esa ruta de fuga. Aunque hubo algún momento incómodo cuando Yeager (jefe de un escuadrón en la base de Morón en los 60) recordó sus cacerías de perdices con el «president Franco», al que recordaba como un tipo simpático, y explicaba que no veía demasiadas diferencias entre lo que hicieran un as de la Luftwafe o él mismo.
Piloto en tres guerras (la segunda guerra mundial, Corea y Vietnam), icono popular en su país, que igual ponía la voz a los programas 'Flight Simulator' de Electronic Arts que anunciaba recambios para coches en la TV, pasó a la historia de la aviación con sus hazañas en tiempo de paz. Por sus éxitos y por sus castañazos (en esa imagen de 'Elegidos para la gloria' con un piloto que camina parsimoniosamente con su avión estrellado al fondo es a Yeager a quien interpretaba el actor Sam Shepard). El 14 de octubre de 1947 fue el primero en superar la velocidad del sonido. No fue ninguna tontería. Un piloto de pruebas civil pidió 150.000 dólares por probarlo, así que le tocó hacerlo gratis a un uniformado (que se moría de ganas: ocultó que el día antes se había roto las costillas al caer de un caballo y no pudo ni cerrar él mismo la cabina). Hasta que lo consiguió no se sabía si al llegar a ese punto su avión (bautizado, como todos los que pilotó, como 'Glamorous Glennis' en recuerdo de su mujer) se desmontaría, o si el aire se convertiría en un muro infranqueable. Pero ese día el muro estalló en forma de trueno. Sobre los desiertos de California empezó una carrera por ser el más rápido, por volar más alto, que para Yeager terminó cuando estrelló su NF-104A desde 33 kilómetros de altura, casi casi fuera de la atmósfera, en 1963.
Noticias relacionadasYeager cargó toda su vida con una sombra. Que, los tiempos cambian, nunca veló su popularidad, pero ha resurgido en la hora de su muerte. ¿Fue el culpable de que el primer candidato a astronauta negro, Ed Wight, no llegase al espacio? El propio afectado no culpó a Yeager, pero siempre quedará la duda de si sus pegas para dar su visto bueno a Wight, patrocinado desde la Casa Blanca de Kennedy, respondieron a criterios objetivos o a perjuicios raciales.
La voz
Hubo un tiempo en que los pilotos de las grandes compañías de bandera utilizaban una entonación particular al comunicarse por radio. Formados por pilotos militares de quienes imitaban aquel particular tono grave y tirando a rasposo, arrastrando algo las palabras. Pilotos militares que habían sido formados a su vez por pilotos de prueba que (al menos eso dice la leyenda) emulaban la voz de montañero de los Apalaches del que había sido su comandante, líder y modelo. Un tono apropiado para comunicar que, hum, uno está cayendo en barrena pero que cree que enderezará el avión, o que, ehem, Houston, hay un problema. Así que, cuando, con un poco de estática, se escucha en cualquier avión «les habla el comandante», estamos escuchando aún un poco la voz de Chuck Yeager.
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