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De aquel petróleo, este Zoom

Teletrabajo se ha convertido en este 2020 en una de las palabras del año ¿Pero quién fue el primero que se la puso en la boca?

Las empresas tecnológicas fueron de las primeras en incorporar el teletrabajo (Foto: Norsk Tekniska Museum)

Las empresas tecnológicas fueron de las primeras en incorporar el teletrabajo (Foto: Norsk Tekniska Museum) / NORSK TEKNISKA MUSEUM

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Las figuras más recordadas del pasado son las que han sido capaces de ver el futuro antes que nadie. Es una de las paradojas de la historia. El problema es que a menudo lo dicen demasiado pronto y poca gente los escucha. Hasta que, un día, mucho tiempo después, alguien se pregunta quién fue el pionero.

Lo vivido este 2020 sirve de ejemplo. Una de las palabras que más utilizamos es 'teletrabajar', término que aparece habitualmente en nuestras conversaciones y que ya recogen los diccionarios. Sin embargo, hasta hace cuatro días aquí los teletrabajadores eran una minoría observada con curiosidad por familiares y amigos. Ahora, en cambio, todo el mundo ya es experto en Zoom, Skype, Jitsi... y cuanta plataforma exista. Como suele ocurrir en estos casos, la irrupción genera debate y se pronuncian frases absurdas dignas de tertuliano nivel premium al estilo de "el teletrabajo ha venido para quedarse".

El teletrabajo ya estaba aquí

El teletrabajo no ha venido nunca porque ha existido siempre. Muchas mujeres de Catalunya ganaban unos ingresos extras haciendo tareas manuales en casa, como retrató espléndidamente La Cubana con 'Les Teresines'. Y antes, cuando aún no se había inventado el sistema fabril, en muchas zonas rurales las familias tenían un telar para producir a tanto la pieza y redondear las ganancias de las tareas agrícolas. Claro que entonces la gente simplemente trabajaba en casa. No necesitaban palabras rimbombantes para algo que formaba parte de su día a día.

Se ha de atribuir la paternidad del concepto 'teletrabajo' a Jack Nilles. Un físico e ingeniero que, después de trabajar en la NASA, en 1971 ingresó en el Centro de Investigaciones Futuras de la Universidad Southern California donde se dedicaban a pensar cómo afrontar el siglo XXI. Uno de los temas analizados era la movilidad y la planificación urbanística. A diferencia de lo que ocurre en las ciudades europeas, en EEUU las grandes urbes están distribuidas en zonas especializadas: residencia, ocio, trabajo... esta zonificación genera infinitos desplazamientos cada día. La mayoría en coches particulares. En consecuencia, se pierde media vida en atascos y la polución no para de crecer.

Mientras Nilles estudiaba todo ello, los países de la OPEP ordenaron el incremento del precio del barril de petróleo. No hace falta ser premio Nobel de economía para darse cuenta de que si sube el coste de la materia prima más importante del mundo todo se va al garete, que es justo lo que ocurrió con la crisis del petróleo de 1973.

Había que ahorrar ese oro negro de todas partes y Nilles propuso trabajar a distancia, o sea, teletrabajar ('Teleworking' en inglés). Según sus cálculos si uno de cada siete estadounidenses no se desplazaba para ir al trabajo, EEUU no debería importar petróleo. Y esto lo planteaba cuando lo más moderno que había era un teléfono móvil que pesaba 800 gramos y era grande como un tetrabrik de leche.

Inédito

Nilles ha publicado numerosos libros sobre el tema que se han traducido al francés, al japonés... pero no hay ninguno en castellano o catalán. Y se nota. Antes de la pandemia aquí solo había un 16% de teletrabajadores. Muy lejos del 38% de Dinamarca y el 31% de los Países Bajos.

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Su idea era evitar la zonificación de las ciudades creando oficinas satélite desde donde trabajar remotamente, sin tener que ir a la sede central. Auguraba que la tecnología permitiría mejorar tanto las comunicaciones como el almacenamiento y la gestión de la información. Así fue, pero un poco más tarde. A finales de los setenta las grandes empresas comenzaron a utilizar ordenadores personales y en los años ochenta estas máquinas entraron tímidamente en los hogares. Poco a poco Nilles comenzó a colaborar con empresas y gobiernos para ayudar a difundir sus planteamientos, insistiendo en un concepto básico: el trabajo es lo que se hace, no el lugar donde se va para hacerlo.

Pero como ya descubrió en 1973 durante las primeras pruebas experimentales con una compañía de seguros de Los Angeles, el problema no ha sido nunca la tecnología sino la mentalidad de las empresas, de sus responsables e, incluso, de los propios trabajadores. Son sistemas tan rígidos que solo ceden al cambio cuando es inevitable, como el que estamos viviendo este año y, por supuesto, ahora todo son prisas para no perder el tren. Por ello la importancia de escuchar a los Nilles que nos rodean, sin que tengamos que esperar a leer sus nombres en los libros de historia.

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