Entrevista

Ricard Espelt: "La pandemia ha acentuado el contacto emocional entre productor y consumidor"

¿Existe una forma de consumir por internet más ética y sostenible que la del modelo de Amazon y las grandes plataformas? El investigador del Internet Interdisciplinary Institute de la UOC sostiene que los canales de venta directa de alimentos de proximidad son una oportunidad para extender el consumo responsable a todos los ámbitos.

Ricard Espelt, doctor en Societat de la Informacio

Ricard Espelt, doctor en Societat de la Informacio / JORDI OTIX

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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La alcaldesa de París y la de Barcelona recomiendan no comprar en Amazon.

Me parece muy oportuno que desde las políticas públicas se diga que este no puede ser el modelo. Amazon y las grandes corporaciones ofrecen precios competitivos porque no pagan por los costes de sostenibilidad que genera el impacto brutal que tiene su modelo de negocio.

La mayor parte de lo que consumimos nos llega en contenedores que viajan miles de kilómetros por mar.

Y aún pagando el precio del carburante y toda la logística del transporte su coste es menor que producirlo en proximidad. Si el recorrido de un producto genera un impacto ambiental que afecta a todo el mundo tiene que reflejarse en el precio, no puede salir gratis.

Aun así se ha tildado a las alcaldesas de “populistas”.

Hoy en día, el término populismo se utiliza para todo lo que se salga de la "normalidad" capitalista. En este caso, me parece un gesto que determina qué modelo de consumo quieren promover en las ciudades donde tienen responsabilidades de gobierno.

Las acusan de elitistas y de poner en riesgo empresas y puestos de trabajo.

Todo posicionamiento político conlleva sus contradicciones. De todas formas, cuando evaluamos el valor que genera una plataforma también deberíamos tener en cuenta el que destruye.

"A partir del covid, la compra por internet de productos frescos ha aumentado un 12%"

¿Cómo ha cambiado el consumo de alimentos por internet durante la pandemia?

Antes las cifras eran muy modestas, apenas un 2-3% del total, pero a partir del covid las compras han crecido hasta el 12%, sobre todo de productos frescos. Ha sido un acelerón importante. La alimentación representa el 25% de la industria de este país y puede ser un caballo de Troya para extender el consumo responsable a otros ámbitos.

¿Por qué?

La digitalización ha creado conexiones directas muy interesantes entre productores locales y consumidores. Cada vez nos importa más qué comemos y quién lo produce y la pandemia ha acentuado el punto de contacto emocional entre productor y consumidor. Decidir dónde compramos es un acto político muy potente y va ligado a una serie de valores.

La gran industria también se ha percatado de estas tendencias.

La industria ya se está adaptando a las nuevas tendencias de consumo y hay que ayudarla a transformarse para llegar a más población. Pero hay que asegurarse de que no se produzca un blanqueamiento del concepto de alimentación sostenible, como ha pasado con muchos productos ecológicos, y que las políticas públicas definan hacia dónde queremos ir.

Las grandes superficies utilizan el concepto “km 0” como gancho comercial.

Absolutamente. Han visto que es un espacio de negocio pero, en realidad, no me parece mal. Deberíamos fomentar que el Km 0 tomará más elementos del consumo responsable y que este fuera el imperante.

"Es una oportunidad para convertir las tiendas en espacios de conocimiento y socialización comunitaria"

¿Y qué pasará con las pequeñas tiendas de alimentación?

Estadísticamente, el consumo crece en supermercados y grandes cadenas y el pequeño comercio va de baja. La alimentación sostenible es una oportunidad para convertir los espacios de compra pasiva en espacios de conocimiento y socialización comunitaria. En muchas tiendas ya hacen catas o enseñan recetas.

¿Y qué hay de Mercabarna?

Esta transformación también los implica a ellos y a otras grandes organizaciones como Unió de Pagesos, por ejemplo. En Mercabarna ya existe una unidad de distribución de productos con un componente de proximidad.

¿Vamos a conformarnos con peras y manzanas cuando podemos comer mangos y lichis?

En la evolución hacia un consumo sostenible hay un elemento de renuncia o, mejor, de redefinición. Estamos sujetos al producto de temporada, pero yo lo veo como algo positivo, en el sentido de escuchar mejor qué produce la tierra y crear un vínculo emocional.

Los consumidores concienciados siguen siendo minoría.

No dejan de ser círculos demasiado endogámicos, es verdad. En Barcelona hay más de 50 cooperativas de consumo, pero hay que saltar de escala.

¿Cómo?

El mensaje no tiene que ser tan político, sino más amigable para llegar a todo el mundo. Aquí las políticas públicas y la escuela tienen un papel clave. También hay un tema legal que puede ser discutible: ¿por qué los productos no pueden tener asociado un coste según el impacto que generen en el medioambiente?

¿Cuál sería el primer paso a nivel individual?

Cada vez es más fácil encontrar productos de proximidad que se venden directamente a través de las redes sociales. También hay espacios de consumo bajo el paraguas de la economía social y solidaria o de la producción de proximidad como Pam a Pam o Eixarcolant.

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El año que viene Barcelona será la capital de la alimentación sostenible.

Se está dibujando un plan a largo plazo para potenciar este consumo a través de acuerdos con Mercabarna, reforzando el papel de los mercados y mejorando los canales de distribución. Aquí también se incluyen los ‘mercats de pagès’ en los barrios. La forma cómo nos alimentamos en el 2020 no tendrá nada que ver con la de 2030.

Encuentro 'online'

La sesión virtual tendrá lugar el día 10, de 18.30 a 20.00 horas. Inscripciones en : https://ajuntament.barcelona.cat/lafabricadelsol/ca