Pasión de historia

El alma argentina de Barcelona

Barcelona y Argentina siempre han tenido una relación especial. Ahora es el fútbol. Antes fue el tango

Garlos Gardel y Josep Plaja (detrás), en la película ’Cuesta abajo’, de 1934

Garlos Gardel y Josep Plaja (detrás), en la película ’Cuesta abajo’, de 1934

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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El alma argentina de Barcelona está de luto y no solo por la muerte de Maradona. Hace pocos días que la sala de fiestas Tango ha anunciado que no volverá a abrir puertas. Una víctima más de la pandemia.

No es extraño que en la capital catalana exista un local con el nombre de este baile. Del mismo modo que ahora la juventud enloquece a ritmo del trap y reguetón procedentes de las Américas, hubo un tiempo que en Barcelona desayunaba, comía y cenaba con tangos. La ciudad estaba llena de academias donde se enseñaban los pasos básicos y locales con orquestas que le dedicaban todo su repertorio para que las parejas pudieran exhibir sus habilidades. La obsesión era tan grande que se la consideró la tercera capital del tango después de Buenos Aires y París. Era el caldo de cultivo perfecto para la eclosión de una estrella: Carlos Gardel.

Hubo un tiempo que en Barcelona desayunaba, comía y cenaba con tangos

Gardel entró de puntillas en Europa por el puerto de Vigo en 1923 y haciendo tándem con José Razzano actuó en Madrid sin pena ni gloria. Para volver a la Argentina debían embarcar en Barcelona y, al poner los pies en la ciudad, Gardel advirtió la fiebre tanguista barcelonesa. El cantante había encontrado el trampolín desde donde asaltar el Viejo Continente.

Teatro Goya. 10 de noviembre de 1925. La compañía argentina Rivero-deRosas termina la función. Es el momento del fin de fiesta y en el escenario aparece Gardel en solitario. Razzano, con problemas en la voz, ha tenido que quedarse en América. Solo le acompaña un guitarra. No hay presupuesto para más. De hecho, en aquellos inicios el cantante sólo era un complemento a los espectáculos que ofrecía el elenco teatral.

El secretario catalán

Uno de los tres únicos supervivientes al accidente donde perdió la vida Gardel fue el ampurdanés Josep 'Joe' Plaja Gasch, que trabajaba de traductor para la Paramount y que el cantante había contratado para ayudarle con el inglés. Pero, tal y como explica el documental recién estrenado 'Joe, el secretari de Gardel', Plaja fue mucho más que un simple profesor.


Pero Gardel, siempre vestido con una sonrisa que le iluminaba la mirada, tenía un carisma seductor. Era justo lo que necesitaba la compañía discográfica Odeón para competir contra los discos que Pancho Spaventa grababa para la Voz de su Amo. La batalla por dominar el mercado del tango fue épica. Los discos habían mejorado mucho la calidad del sonido y los aparatos más manejables y asequibles cada vez estaban presentes en más casas. Sobre todo en las de los ricos.

La Barcelona de los años veinte todavía nadaba en la abundancia del dinero hecho durante la Primera Guerra Mundial. La neutralidad española había favorecido los negocios de la burguesía catalana, beneficiada por la parálisis europea durante el conflicto. Coches de lujo, cenas de etiqueta, fiestas exclusivas en locales de moda eran parte del paisaje nocturno.

Y como la burguesía de la ciudad en aquellos tiempos se reflejaba en París, la imitaba en todo lo que podía. De allí se había importado la pasión por el tango y también copiaba el gusto por mezclarse con los artistas. Gardel era uno de los más codiciados e incluso cantó el Circulo Ecuestre, aunque él prefería ambientes más distendidos. Por ejemplo hizo amistad con Santiago Rusiñol, que le invitaba al Cau Ferrat de Sitges y, según Xavier Febrés en su imprescindible libro 'Gardel a Barcelona' le contagió el hábito de recenar antes de irse a la cama. Los dos hombres charlaban, bebían y cantaban tangos hasta que el corazón les decía basta.

Con quien también tuvo buena sintonía era con los futbolistas, sobre todo con Ricard Zamora y Josep Samitier, que además de estrellas en el campo también lo eran de la noche barcelonesa. Se les podía ver en teatros, conciertos... y en los espectáculos de Gardel, que en 1927 había vuelto a la ciudad por tercera vez para llenar hasta la bandera el Principal de la Rambla donde llegaba gente de todos los rincones de Catalunya para oírlo cantar.

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En 1928 consiguió el ansiado debut en París y, poco después, comenzó la carrera cinematográfica, que lo llevó a Nueva York. La conquista de EE.UU. lo alejó de Barcelona. La visitó fugazmente por última vez en 1932. Sólo dos días para grabar nuevos temas. Entonces no lo sabía pero era la última vez que cantaba para Odeón.

El 24 de junio de 1935, durante una gira por Sur América, murió en un accidente de aviación en Colombia. Los periódicos de Barcelona lloraron su muerte y los aficionados al tango lo convirtieron en leyenda.

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