DEBATE SOBRE EL CORONAVIRUS Y LA NAVIDAD

A debate: ¿qué Navidad queremos? Responsabilidad social o bienestar emocional

¿Debemos celebrar las fiestas en familia? El investigador Salvador Macip y la psicóloga Mireia Cabero sopesan la perspectiva sanitaria y la emocional

Salvador Macip y Mireia Cabero 

Salvador Macip y Mireia Cabero 

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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El debate sobre cómo celebrar la Navidad de la pandemia está en todas partes. ¿Qué es lo prioritario, minimizar el contacto social o buscar la calidez de los seres queridos en las postrimerías de este año difícil? El médico e investigador de la Universidad de Leicester Salvador Macip y la profesora de psicología de la UOC y directora del proyecto Cultura Emocional Pública Mireia Cabero abordan el debate desde dos perspectivas no necesariamente enfrentadas: la sanitaria y la emocional.

Salvado Macip.


/ JOSEP GARCIA

"Tenemos que hacer el último sacrificio"

Salvador Macip

Médico e investigador

-Dígame, ¿cómo cree que deberíamos comportarnos en estas navidades?

- Creo que el mensaje debería ser que cada uno celebre las navidades con la gente con la que convive, porque es la única forma de que haya riesgo cero. Todos sabemos que la situación de más riesgo es: un espacio cerrado, sin ventilación y un número alto de personas durante muchas horas sin distancia ni mascarilla. Exactamente lo que es una comida de Navidad.

-Entonces, ¿se le está trasladando a la gente el mensaje equivocado?

-El mensaje que se está dando es que con algunas modificaciones podemos hacer más o menos una Navidad normal, y sí, esto es muy peligroso. Ya hemos visto lo que pasó en verano, y si hacemos una Navidad normal va a pasar lo mismo. Van a aumentar los contagios, y cuantos más contagios haya, más muertes habrá también. Sería una pena. Justo ahora que estamos en la recta final, que está a punto de empezar la vacunación. Queda poco, muy poco.

-El verano es el espejo al que debemos mirar, ¿no?

-Sí, estamos en una situación muy parecida a la que vivimos después de verano, incluso peor, porque en verano las cifras eran mejores después del confinamiento, y lo que pasó entonces fue que la gente se relajó y empezó a hacer cosas que suponían un riesgo, de modo que la ola empezó a subir. Y ahora estamos en una situación parecida.

-El componente emocional y psicológico. ¿Qué le decimos a los que enarbolan estos argumentos?

-La realidad psicológica es muy importante, pero tenemos que tener un poco de perspectiva. Creo que cada uno debe ser responsable del riesgo que quiere correr, teniendo en cuenta que el único riesgo cero es no celebrar fuera de la burbuja. Tenemos que apelar a la responsabilidad de cada uno para tomar las decisiones adecuadas conforme a la realidad, que, nos guste o no nos guste, es que el virus está circulando a niveles que no son seguros.

-Ha sido un año difícil. La gente necesita familia, calor de hogar…

-Mire, a mí no tienen que hablarme de la importancia emocional de la Navidad, yo vivo fuera y a mis padres no los he visto desde la Navidad pasada, y me fastidia muchísimo no verlos esta Navidad. Pero para mí es más importante hacer el sacrificio, para no poner en riesgo a mis padres y minimizar el riesgo a nivel social. Navidad es un día, y si quieres ver a tus seres queridos, hazlo, pero en un entorno seguro. Se puede hacer un picnic, o ir a pasear, te abrigas y te vas a pasear. Creo que hay soluciones.

-¿Somos una sociedad infantil, que ante la hecatombe que estamos viviendo, con miles de muertos a nuestro alrededor, solo pensamos en celebrar?

-No quería decirlo así, pero me lo pone en bandeja. Es una buena descripción. Hay que tener perspectiva: esto es una Navidad perdida, de acuerdo. Es un impacto emocional importante, sin duda, no hay que minimizarlo, pero es una Navidad, no estamos hablando de…

-¿Una guerra?

-Exacto. Es decir, la generación de mi padre pasó una guerra y una posguerra, así que pongamos un poco de perspectiva: no es el fin del mundo si nos saltamos la Navidad. Vale la pena hacer el sacrificio. Yo lo hago gustosamente aunque me fastidie, para poder contribuir a salvar las pocas o muchas vidas que podamos salvar si logramos evitar que suban los contagios en enero.

-¿Qué deberían hacer las administraciones, entonces? ¿Prohibir cualquier cosa más allá de la burbuja?

-Yo estoy en contra de prohibir, creo que prohibir tiene el efecto contrario. Más que prohibir, hay que explicar. Hacer pedagogía, asegurarnos de que la gente entiende el riesgo y la importancia de la responsabilidad personal y social que tenemos todos. En un país democrático como el nuestro esto no se consigue con prohibiciones sino con los políticos y los científicos saliendo en los medios explicando la realidad. Y repito, la realidad es la que es.

-Hablamos de la diferencia entre una tercera ola manejable y una descontrolada, supongo.

-Exacto. Tercera ola habrá, eso es casi seguro, la cuestión es qué magnitud va a tener, y esto depende un poco de nosotros ahora. Lo importante es que la gente se dé cuenta de que más casos significan más muertes. Tenemos que hacer el último sacrificio para conseguir que el máximo número de personas superen esta pandemia, y que para la Navidad del 2021 estemos todos en la mesa.

La profesora de psicología de la UOC Mireia Cabero.

/ Anna Mas

"Necesitamos la calidez y la seguridad que nos da la tribu"

Mireia Cabero

Profesora de psicología de la UOC y directora de Cultura Emocional Pública

-Cuénteme, ¿cómo deberían ser estas navidades, desde el punto de vista psicológico?

-Mire, a mí me salen dos adjetivos: que sean unas navidades seguras y unas navidades serenas. Y no hablo exclusivamente de la seguridad sanitaria, hablo de la seguridad psicológica. Un poco de caña emocional y de emociones chulas y positivas nos iría muy bien.

-¿Seguridad psicológica?

-Seguridad psicológica, sí. Es la convicción interior de que tenemos herramientas para hacer frente a las adversidades, a los retos y a lo que la vida nos proponga.

-¿En la práctica qué significaría, de cara a la Navidad? ¿Lo ideal es buscar el calor del hogar dentro de la seguridad sanitaria?

-Eso sería magnífico. Venimos de una época muy faltados de tribu, de la calidez que nos da la tribu, de la seguridad que nos da la tribu. Del sentimiento de pertenencia y de sentirnos queridos, y esto no se comunica solo a través de las palabras o de la comunicación no verbal, se comunica a través del cuerpo, de los gestos, de la calidez del contacto.

-¿Un confinamiento estricto en Navidad tendría un impacto psicológico masivo?

-Creo que hay un porcentaje de la población que lo viviría como, bueno, una gota más sumada al esfuerzo de mantener esta falta de relaciones durante meses. Personas con la suficiente capacidad adaptativa para decir, me las voy a hacer chulas igualmente, las navidades. Pero también pienso que hay un porcentaje de población cuyo malestar emocional se agravaría.

-¿Se notaría? Si tuviéramos unas navidades con medidas estrictas, ¿se notaría?

-Se notaría, sí, yo pienso que sí. Si estuviera empezando la pandemia nos cogería menos cansados, pero estamos cansados, me refiero a emocionalmente, y obviamente en este cansancio hay índices.

-¿A qué se refiere?

-A que en todo este conjunto de personas que llegan con una mayor vulnerabilidad psicológica, con menor capacidad adaptativa o en un momento vital delicado, el dolor es exponencial. A medida que les vas hurtando posibilidades de contacto y de calidez, sube exponencialmente su dolor.

-Dígame, aparte de lo cultural, ¿usted cree que en la urgencia de ver a nuestros seres queridos se mezcla el temor de que a alguno de ellos, o a nosotros mismos, se nos lleve el covid?

-Sin duda. Mucha gente tiene clarísimo que si puede ver a sus padres hoy, mejor, porque pasado mañana hay gente que va a dejar de estar a causa de esta enfermedad. Y esto genera una presión psicológica importante, no saber hasta cuándo vamos a resistir como familia viva.

-El covid nos enfrenta a la muerte.

-Sí, eso es algo que he observado como psicóloga, que se nos ha puesto delante la muerte de una forma muy igualitaria, con la sensación de que podría ser mañana. Esto es algo que muy pocas veces en la vida lo sentimos, porque nos olvidamos con mucha rapidez de la realidad. Hay un constante runrún mental y emocional que nos recuerda que es un momento muy vulnerable. Yo lo he oído muchas veces: “A ver si nos podemos reunir porque el año que viene no sabemos quién estará”. Y no necesariamente en familias con personas mayores, ¿eh?

-Se habla mucho de equilibrar lo sanitario y lo económico, pero quizá hay una tercera pata en ese equilibrio que es lo psicológico, ¿no?

-De hecho, una de las dimensiones de la salud que más ha quedado afectada durante esta pandemia es la salud mental. Hace poco leí que en Japón el número de suicidios supera al número de personas fallecidas por coronavirus este año. El impacto en salud mental está siendo muy grave, y no solo en personas con desequilibrios graves, sino en personas con una cierta vulnerabilidad, o sensibilidad.

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-¿No se le ha prestado la atención que merece?

-Yo diría que no. Hay un desequilibrio muy elevado entre el esfuerzo que se está haciendo contra el virus y el cuidado que se está dando a la interioridad de las personas. No quisiera decir que no se está haciendo nada porque tengo conocimiento de acciones, pero no son suficientes. Está costando mucho entender que necesitamos promocionar el bienestar emocional. Lo psicológico debe estar atendido de forma masiva, y con los recursos que ahora se están poniendo no es suficiente.