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Vicente y Rubén Arévalo (Bar Altamira): "No llevamos 60 años haciendo bocadillos para ahora tirarlo todo por la borda"

Los propietarios del Bar Altamira, en Barcelona, facturan un 30% de lo que ingresaban antes de las restricciones

Rubén Arévalo (a la izquierda) con su padre Vicente, en el bar Altamira, que este regenta desde 1960.

Rubén Arévalo (a la izquierda) con su padre Vicente, en el bar Altamira, que este regenta desde 1960. / RICARD CUGAT

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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Sesenta años no son poca cosa. Lo saben Vicente Arévalo (Zamora, 1952) y Rubén Arévalo (Barcelona, 1981), padre e hijo y propietarios del Bar Altamira de Barcelona, en pie desde 1960 hasta hoy, cuando se conserva con los azulejos de siempre. Bar desapercibido -tres mesas dentro, un par en la terraza-, su tamaño contrasta con sus seis décadas de vida, que se miden por las anécdotas de sus dueños: antes fue una carnicería, el expresident Mas desayunaba allí a diario y unas escenas de Mala uva, de Sancho Gracia, se rodaron en la fachada. La pandemia, ahora bien, posee la perturbadora facultad de reducirlo todo a una preocupación incesante. 

-Han decidido abrir a pesar de las restricciones.

-Sí. Por necesidad, ya que abiertos facturamos un 30% de lo de antes y eso es más que nada, y porque los clientes nos necesitan: algunos vienen desde hace 50 años a desayunar pincho de tortilla, la especialidad de la casa.

-¿Cuánto calculan que pueden aguantar así?

-Es difícil predecirlo porque esto cambia a diario, no podemos extrapolar la facturación actual y hay una incertidumbre muy grande. No estamos en situación de cerrar porque nos estamos comiendo el patrimonio personal: cada mes hay pérdidas. Lo que sí tenemos claro es que no llevamos 60 años haciendo bocadillos y levantando esto de la nada para ahora tirarlo todo por la borda. No es justo invertir toda la vida en un negocio para eso. 

-¿Cómo han cambiado el negocio con la fórmula 'para llevar'?

-Antes de esto, el café o los bocadillos para llevar eran muy residuales. Ahora, al ser todo para llevar, hemos comprado platos, cubiertos y vasos; tanto es así que los mayoristas están empezando a tener problemas de suministros de vasos para llevar, ahora un producto de primera necesidad para nosotros. Ayer, sin ir más lejos, compramos 400 vasos y nos van a durar una semana.

-¿En qué medida ha afectado el nuevo paradigma a la clientela?

-Prácticamente es la misma: 80% habitual, 20% de paso. Eso sí, no nos favorecen nada el teletrabajo ni la falta de actividad en la calle.

-¿Les cuesta hacer el cálculo de producto?

-Por suerte, no somos un restaurante que compre carne o pescado: el embutido no es algo perecedero. Ahora la compra la hacemos con mucho menos tiempo que antes, pero, al llevar tanto tiempo haciéndolo, conocemos bien el producto.

-¿Han activado algún erte o despido?

-Rubén (hijo). No: el empleado, que lleva 30 años con nosotros y es casi de la familia, estuvo de erte en marzo y ahora queremos evitarlo. Eso sí, yo en mayo le vi las orejas al lobo y dejé de trabajar en el bar porque sabía que con la bajada de facturación iba a ser muy complicado mantener los empleos; por suerte encontré otro trabajo, pero mi idea es volver cuando regrese la estabilidad.

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-¿Cómo valoran la respuesta de la Administración?

-Como todos los autónomos de este país, esperábamos una respuesta realista, cosa que no se ha dado. No puedes mantener un negocio cerrado con gastos fijos al 100%. Estamos de acuerdo con la decisión sanitaria, pero deben entender que no tiene sentido que tengamos que pagar los gastos fijos como alquiler,  seguridad social o IVA: es bastante injusto.