Protesta ante el Congreso de los Diputados

El enfado político, la otra pandemia

Juan Ruiz Sierra | 25 octubre 2020

El malestar con los dirigentes de los partidos bate todos los récords en la segunda ola del coronavirus

Las cartas no paran de llegar. De izquierdas o derechas, independentistas o no, universitarios, desempleados, profesionales o jubilados, todos los autores de los correos enviados a Entre Todos, el departamento de participación de EL PERIÓDICO, transmiten el mismo sentimiento: un profundo malestar hacia la clase política. Contemplan atónitos la ceremonia de la crispación en la que se ha convertido el debate público. Ven cómo se ensancha la brecha con sus representantes. Les acusan de ser incapaces de gestionar con un mínimo sentido. Y creen que lo único que preocupa a los dirigentes, en el fondo, es su propio interés, electoral o no, a corto, medio y largo plazo, en un contexto donde casi todo (la salud, la economía, las relaciones personales) está en juego.

"Basta ya de política, basta ya de medidas absurdas que solo aparentan seguridad y tomen las riendas de esta pandemia que nos está llevando a la ruina. Dejen de ver el rédito electoral y preocúpense de verdad de los votantes. Todo esto no hace más que debilitar la democracia y sus instituciones. Nadie puede creer en unos políticos así", escribe Guillermo Heavey, visitador médico de Madrid.

La intensidad del enfado con la clase política solo tiene un paralelismo en los últimos tiempos: el 15-M, hace ya más de nueve años. Pero aquel fue un movimiento sobre todo juvenil, que se plasmó en la calle, a través de concentraciones, acampadas y asambleas. El fenómeno actual, en cambio, incluye a todas las franjas de edad, se vive forzosamente de puertas para adentro, ante la emergencia sanitaria, y está marcado por el pesimismo.

"Resulta vergonzoso escuchar a los políticos pelearse como niños en los debates parlamentarios, mientras pensamos: '¿Y qué hay de lo nuestro?' Quizá ellos sean el reflejo de lo mismo que nos ocurre como sociedad", argumenta Lena González, vendedora de Barcelona. 

El principal problema

El principal problemaMás que la crisis económica, el paro y la pandemia, los políticos son ya el principal problema del país, sostienen los ciudadanos. El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), publicado el pasado 15 de octubre, señala que el 67% de los españoles coloca a sus dirigentes entre los tres obstáculos más graves. El porcentaje, que surge de sumar todas las alusiones que la encuesta hace a los dirigentes de los partidos, no deja de crecer a un ritmo vertiginoso: en junio era del 45,2%; en septiembre, del 58,4%.     

Los representantes, en teoría, deberían estar muy preocupados ante esta evolución. Al fin y al cabo, su existencia depende de recabar cada cierto tiempo el apoyo del electorado. Pero no necesariamente. Los analistas suelen insistir en que las elecciones son siempre un "menú cerrado", en el que solo se puede elegir entre opciones predeterminadas. Si el descrédito afecta a todos los partidos por igual, si el malestar hacia los políticos es similar entre los votantes del PSOE, el PP, Vox, Podemos, Ciudadanos y ERC, por ejemplo, tampoco afectará al resultado en los próximos comicios. Y la encuesta del CIS no refleja apenas diferencias en la percepción que los distintos simpatizantes tienen de los políticos.   

La moción de censura

La moción de censura

En este contexto de nueva indignación, llegó la moción de censura de Vox. La ceremonia parlamentaria sirvió de poco, más allá de para rebatir los argumentos ultras. Mientras el coronavirus batía el récord de contagios (20.986 nuevos casos se notificaron el pasado jueves, día en el que la moción salió derrotada por 298 votos en contra y 52 a favor), la extrema derecha no proponía nada, optando en su lugar por cargar contra casi todo: el Gobierno, la ciencia, la lucha contra el cambio climático, el confinamiento para frenar el covid-19, el feminismo, la UE, China y la inmigración. Junto a la enorme pérdida de tiempo y esfuerzos, la iniciativa solo logró que Pedro Sánchez saliera de allí indemne, Santiago Abascal trasquilado y Pablo Casado aparentemente reinventado como un dirigente que, en sintonía con el centro-derecha europeo, ahora planta cara a los ultras, tras años de apoyarse en ellos para gobernar en autonomías y municipios. Pero, en especial, la moción consiguió que el enfado con los dirigentes siguiera creciendo.

"Ahora se ponen a debatir una moción de censura con la consiguiente pérdida de tiempo y retahíla de insultos (…) Los bancos de alimentos no dan abasto. Hay familias que no saben si mañana tendrán para la luz y el alquiler. Y ustedes parecen mantenerse ajenos a esta situación, más preocupados por su futuro profesional, por exponer sus logros y arrojarse sus fracasos que por alejarnos del abismo", escribe Luis Cabaneiro, recepcionista de Lugo.

"Un día más de bronca, espectáculo lamentable y vergüenza ajena al ver a esta clase política profiriendo insultos, acusaciones y provocaciones de todo tipo. Un día más en el que mirar las noticias con cierta indiferencia si no fuera porque, a nuestro pesar, esta es la clase política que en teoría tiene que ayudarnos a salir de una pandemia sanitaria y económica sin precedentes en nuestra historia. Es decepcionante y frustrante ver cómo en el trasfondo de todo esto solo está la búsqueda del rédito político, arañar votos de manera salvaje y culpar al oponente de una nefasta gestión, cuando todos y cada uno de ellos deberían formar parte de la solución y no del problema", señala Nuria González, asesora financiera de Mataró.

No es antipolítica

No es antipolíticaPero los correos no suscriben la llamada antipolítica. De hecho, consideran que los verdaderos antipolíticos están, con excepciones, en los partidos: por sus consignas huecas, su falta de claridad y valentía a la hora de transmitir la verdad y su egoísmo.

Una tras otra, las cartas no atisban una salida a corto plazo. Con su mezcla de sentimientos, críticas al continuo combate dialéctico y al regate en corto de los políticos, menciones a la supuesta "realidad paralela" en la que se encuentran instalados, desesperanza y escepticismo ante la "falta de gestión", Carlos Monje, informático de Valdemoro (Madrid), resume el estado de ánimo general. "Vergüenza. Incredulidad. Abatimiento. Desazón. Angustia. Ira. Ansiedad. Tristeza. Desconfianza –escribe-. Son solo algunas de las sensaciones que me producen nuestros políticos en el Congreso de los Diputados y en los gobiernos autonómicos, tirándose los trastos a la cabeza, eludiendo responsabilidades y culpabilizándose unos a otros de la falta de gestión. Con el discurso del ‘y tú mas’ o "y tú peor’ sobre la pandemia, viven en una realidad paralela".

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