PERIODISMO CON EL CIUDADANO

Cartas de vida y de resistencia

EL PERIÓDICO recibe decenas de textos de ciudadanos que describen las múltiples formas que adopta la lucha cotidiana contra el virus

Un edificio de Barcelona con sus vecinos confinados en casa.

Un edificio de Barcelona con sus vecinos confinados en casa. / ELISENDA PONS

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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Como un corte limpio, así de veloz, así de tajante, la vida como la conocíamos se transformó hace una semana. El Gobierno decretó el estado de alarma, y a la población  se le ordenó un confinamiento casi completo para frenar la cadena de contagios del coronavirus. Millones de personas entramos en un paréntesis del que no se sabe cuándo terminará.  Se cancelaron las clases. Se vaciaron las calles. El metro serpentea por territorio comanche. Las familias se encerraron en sus pisos. Los ancianos se vacunaron de soledad.  Empresarios y trabajadores declinan ertes en todos los tiempos verbales. El pulso del país se mide en curvas que son montañas rusas emocionales: la de los contagios, la de los muertos, la de los que sanan, la del IBEX 35.

Cada noche, a las 20.00 horas, la gente aplaude al personal sanitario, a sí misma, como si no hubiera ayer, confiando en que haya mañana. «Estaba sentado y oí un rumor. Era la hora. Salimos al balcón. Mis dos hijos y yo. Fue sobrecogedor. Caras desconocidas a pocos metros de distancia. A izquierda y derecha. Era como estar en el escenario del teatro del mundo. Rodeados de un gran aplauso. Estruendoso. Solemne. Respetuoso. Aplauso anónimo. Sin voces. Sin lemas. Aplauso por los médicos, enfermeros, auxiliares, farmacéuticos, y muchos otros...», escribió en una carta a EL PERIÓDICO Christian Riolo, de Castelldefels. La de Christian es una de las docenas de cartas de ciudadanos que ha recibido el diario desde el inicio del confinamiento a través de Entre Todos. Cartas esperanzadas, asustadas y enfadadas. Testimonios de muerte y de enfermedad, pero también de entereza y esperanza. Cartas críticas y  optimistas. Cartas de vida y cartas de resistencia. Escritos que describen la vida en la era del coronavirus.

Optimismo

«Vivimos tiempos de incertidumbre, con situaciones que jamás  hubiéramos pensado. Pues bien, también esto pasará», afirma –parafraseando el título del libro de Milena Busquets– Josep Font, de Barcelona. Muchas de las cartas que hemos recibido son gritos de optimismo. Saldremos de esta, todos juntos, gracias al trabajo de los héroes cotidianos y al civismo y solidaridad de los ciudadanos. Son los aplausos de cada noche convertidos en palabras y frases, renglones inmunes al virus. La crisis entendida como una demostración de entereza en unos tiempos en que un tuit y un vídeo en las redes pesa  más que una arenga política. Son cartas y testimonios de solidaridad, que suenan a sopranos cantando arias en un balcón y a niños  compartiendo  en whatsapp y en el espacio En Tu Salón de EL PERIÓDICO dibujos en los que los buenos siempre vencen al malvado virus.

Entretodos

Pero la crisis también se cuenta como queja y como denuncia. Contra las actitudes insolidarias. Contra el agobio de no salir de casa. Contra lo que se percibe como privilegios de dirigentes, ricos y famosos a la hora de hacerse la prueba médica. Lamentos contra el azote de la vida, como esas familias que cuentan que no pueden despedirse de sus seres queridos más que virtualmente (los empleados funerarios no pueden teletrabajar); como los sin techo que nos escriben para decir que no tienen dónde confinarse; como los abuelos que describen su soledad, salvación y al mismo tiempo maldición. Resistiremos todos juntos, sí, pero muchos lo pasan mal antes y después de los aplausos.

La emergencia también nos la cuentan como una oportunidad. Saldremos de esta cambiados, habiendo aprendido  lecciones, vitales, sociales, económicas y políticas. «Esperamos que cuando todo esto haya pasado, los políticos se den cuenta de lo importante que es no hacer recortes en sanidad», escribe desde Vic Coloma Farràs. El elogio a los sanitarios es un clamor; la crítica a los políticos, generalizada. La brecha entre el ellos (los políticos) y el nosotros (los ciudadanos) que marca desde  la conversación pública no se ha cerrado por mucho que los ciudadanos no estén en la calle.

El miedo

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Ello se percibe sobre todo en las cartas que cuentan la crisis como miedo.  Hay temor al virus, por la salud propia y por la de los seres queridos, pero también a qué nos encontraremos el día que abramos las puertas de casa y volvamos a pisar la calle. Miedo de autónomos, empresarios y trabajadores. Miedo de estudiantes. Miedo de los que ya antes del confinamiento sufrían: desempleados, usuarios de beca comedor, las familias que viven por debajo del umbral de pobreza... El fin del túnel es una gran incógnita.

Pero esto también pasará. «El sol, apaciguado, sale de nuevo en la montaña; y la naturaleza, ajena a nuestro terror, nos susurra: regresa la primavera», escribe Clara Castro, de El Masnou. En efecto, tarde o temprano, regresará la primavera.