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Mireia Martínez: «Despertar la empatía de las personas es ya una victoria»

Su hermano de 3 años, Xavi Martínez, fue la víctima mortal más joven del atentado terrorista del 17-A en Barcelona

Mireia Martínez, víctima del 17-A

Mireia Martínez, víctima del 17-A / JOAN CORTADELLAS

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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Hace ahora dos años, Mireia Martínez (Sabadell, 1996) miraba desubicada y sin saber exactamente qué pasaba a su padre, Javier Martínez, cuando él concedía su primera entrevista. Días atrás había perdido a su hermano Xavi, el crío de tres años al que los terroristas arrebataron la vida en La Rambla aquel 17-A que nos marcó a todos para siempre. Hoy Mireia habla por primera vez con un sosiego, una madurez y una dignidad descomunales.

-Antes que nada, ¿cómo está?

-Un poco agobiada. Estos dos años mi familia ha parado, pero yo he seguido con mi vida porque quería normalizarla. Pero ahora, al final de mi carrera de Psicología, me he dado cuenta de que no estaba curando la herida, sino que estaba simplemente taponándola. Y quiero hacer un parón para curarla.

-¿Qué ha cambiado en estos dos años?

-El atentado marcó un antes y un después: mi vida no se parece en nada a la de antes. Ha cambiado mi familia, mis amistades, mi manera de pensar. Si intento ser positiva, pienso que ha habido un crecimiento personal. Yo no he tenido una vida muy fácil [de pequeña le diagnosticaron cáncer], pero esto ha sido aprender de la vida.

-Hábleme de ese cambio de pensamiento.

-Antes yo me sentía protegida; sentía que si tenía un problema el Estado me iba a ayudar. Pero, cuando te ocurre algo de este calibre y te ves solo en el mundo, te das cuenta de que nada tiene sentido. Sobre todo te das cuenta de que falta humanidad.

-¿A qué se refiere?

-Para empezar, a efectos legales no soy ni víctima porque no estaba allí, a pesar de que perdí a mi hermano. Tras el ruido mediático de mi padre, me ofrecieron una psicóloga que, tras un año de tratamiento, todavía no ha cobrado. Nos sentimos muy solos, sin orientación: la atención a las víctimas ha sido un desastre desde el momento cero.

-Una víctima de Hipercor, Jordi Valls, me dijo que se sentía "como un expediente más".

-Completamente. Para el Ministerio somos un número: no ha habido ni un 'cómo estás'; los medios se han centrado en la lucha política y las víctimas hemos quedado escondidas; y desde la ACVOT, la asociación catalana de víctimas, nunca se han puesto en contacto con nosotros, por eso colaboramos con Robert Manrique y la UAVAT.

-Su padre me dijo: "Quiero que la muerte de mi hijo sirva para algo". ¿Cree que ha sido así?

-Yo creo que sí. Mi padre encontró fuerza de no sé dónde para tocar conciencias; para que la gente sepa que somos personas normales y que esto les podría pasar a ellos. El principal problema de la sociedad es la falta de empatía, y, por mucho que no consigamos todo lo que queremos, despertar la empatía de las personas es ya una victoria.

-Tras dos años, ¿cree que el 17-A es un tabú en la sociedad catalana?

-Totalmente: cuando sale una noticia sobre el tema como para pedir explicaciones, la gente lo hace dos días y luego se corre una cortina de humo. El 17-A es dolor, y la gente no quiere dolor.

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-¿Cómo afronta su familia el juicio?

-Estamos preparados, todavía esperando fecha. Nosotros pensamos que el CNI tuvo alguna responsabilidad, como mínimo por negligencia. También exigimos una Comisión de Investigación. Yo tengo muchas ganas de luchar por un cambio: me doy por satisfecha sólo con poder cambiar la vida de alguien que pase por lo mismo que yo. No sólo luchamos por nosotros: luchamos por todos.