GENTE CORRIENTE

Maite A.: «Donde la gente veía 'micromachismos' yo veía cultura de la violación»

Denuncia el machismo estructural en 'apps' de citas a través del activismo en el instagram 'Alerta Machirulos'

Maite A., activista detrás del perfil ’Alerta Machirulos’.

Maite A., activista detrás del perfil ’Alerta Machirulos’. / MARC VILA

5
Se lee en minutos
Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

Escribe desde área metropolitana de Barcelona

ver +

Maite A. (Córdoba, 1979), trabajadora social de formación, coincidió hace tres años con una amiga en su misma etapa vital: recién separadas, se abrieron a experimentar su nueva soltería en apps de citas como 'Tinder', 'Pof' o 'Adopta un tío'. Al cabo de un año, habían almacenado un sinfín de pantallazos que respondían a un mismo patrón machista que se repetía: los hombres les entraban de las mismas formas, tenían las mismas rabietas al ser rechazados e hipersexualizaban con los mismos métodos las conversaciones. En octubre del año pasado, Maite abrió un perfil de Instagram, 'Alerta Machirulos', para ejemplificar a través de las capturas de pantalla algo mucho más profundo que cuatro casos aislados. Ahora miles de mujeres le envían sus conversaciones privadas para que denuncie públicamente como activista el machismo estructural en las redes sociales.

-Un patrón, dice.

-El origen de 'Alerta Machirulos' es anecdótico: no pensaba que tendría este alcance. Empezamos con las risas entre amigas... y acumulamos cientos de pantallazos en los que me di cuenta de que, ¡oh, había un patrón, el dichoso y bendito patrón!

-¿En qué consistía?

-En cosificación: hombres que te hablan directamente con mensajes sexuales; que hacen demasiado inciso en el aspecto físico; que te humillan físicamente cuando los rechazas... ¡Y era universal!: lo veía también en perfiles similares pero en inglés. En español, creo que yo fui la primera.

-Y al principio fue criticada.

-Sí, me decían que exageraba, pero donde la gente veía 'micromachismos' yo veía cultura de la violación: hay microorganismos devastadores imperceptibles al ojo humano. La gente sólo ve la punta del iceberg: cuando nos matan y nos violan.

-Me interesa la estructura de poder detrás de esas actitudes.

-Ese poder lo ejemplifican muy bien las 'fotopenes' no solicitadas. ¿Por qué lo hacen? Eso, si no está consensuado, es acoso. Juegan a la intimidación del fetiche, a hacerte sentir mal: "Tú no quieres pero yo sí, así que me vas a ver el pene porque a mí me da la gana". El privilegio masculino, tal y como está articulada la masculinidad, es directamente misoginia.

-¿Qué es un "machirulo"?

-Un señoro que, sin ser consciente de sus privilegios, cree que, por el mero hecho de ser varón, puede actuar con las mujeres de la manera que el sistema le legitima. Porque es el sistema el que legitima esas actitudes, y cada vez que las denunciamos se nos tacha de "feminazis", de "extremistas", de "ofendiditas".

-¿Cuántos pantallazos puede recibir al día?

-Es constante. Tengo el teléfono llenísimo: pantallazos quizás unos seis diarios, pero además comentarios, artículos... puedo pasarme unas cuatro horas diarias en Instagram: a veces me doy hasta vergüenza del rato que invierto (ríe). El 90% del material que recibo es de mujeres; el resto, de hombres en contextos homosexuales.

-¿Ha percibido algún cambio desde que se abrió el perfil?

-¡Sí! Muchas chicas me dicen que ellas y sus parejas me siguen y aprenden y se ríen mucho, porque yo me lo intento tomar con humor; me dicen: "Gracias, porque ahora veo cosas que antes no veía". Si algo positivo he sacado es que, cuanto más deconstruida estás, más te das cuenta de la cantidad de opresiones que nos rodean. A veces, miro pantallazos míos del principio y digo: "Madre mía, ¿y yo he aguantado eso?".

-¿Ha conocido a alguna de sus seguidoras?

-A alguna, puntualmente, pero normalmente no; eso sí, interacciono con muchas a diario. Las redes sociales pueden ser nocivas pero también muy positivas: te permiten conectar con gente que en tu vida real jamás conocerías. Una de las cosas que más me han hecho conectar con la gente es un lema con el que incluso hemos hecho camisetas: "Las mujeres no os debemos una mierda".

-He visto que también habla de otras minorías.

-Sí, porque a las personas no nos define una sola identidad. Por ejemplo, en mis interacciones con hombres muchas veces tengo que aguantar racismo. Yo hablo con amigas blancas sobre situaciones que ellas nunca se han encontrado en las apps: las mujeres racializadas tienen que aguantar la fechitización racial y los estereotipos asociados, igual que las gordas, las trans y las bisexuales.

-¿Los pantallazos siempre son sobre ligar?

-No; también me llegan conversaciones de chicas intentando educar a amigos, que al final no llegan a nada porque ellos no quieren renunciar: lo peor que puedes decirle a alguien que tiene un comportamiento opresor es ponerle nombre y decirle que es un machista, racista u homófobo. También hay hombres que lo hacen correctamente, claro, pero a ellos no los voy a publicar porque no voy a premiar un comportamiento que debería ser habitual.

-¿Por qué tapa los nombres de las capturas?

-Porque no sé hasta qué punto... Empecé a hacerlo cuando me cerraron mi primera cuenta, por curarme en salud. Eso sí, soy bastante cuidadosa en decir algo sólo cuando puedo ilustrarlo con un pantallazo donde se vea la opresión como prueba. Al final, no se trata de denunciar al fulano de tal, sino el fenómeno global.

-¿Le cerraron una cuenta?

-Sí, últimamente Instagram está haciendo un barrido brutal; no sé si es por las denuncias de los 'dolidos' o qué, pero están cayendo cuentas de activistas gordas, antirracistas... Instagram es un señor blanco; es un machirulo, un señoro (ríe). Ahora me he abierto otra cuenta con candado donde sólo acepto a personas con perfil privado que me manden un pantallazo del perfil o, si no, que me digan por mensaje el motivo por el que quieren que les acepte.

-¿Sigue usando apps 

-Sí. Hay quien me pregunta por qué sigo ahí si son tan malas, a lo que contesto que porque tengo derecho a estar ahí. De la misma manera que se reivindica poder caminar sola por la calle a ciertas horas, yo reivindico que las redes sociales deben ser espacios seguros. Para mí esto se ha convertido en un acto de resistencia: sigo teniendo apps de citas por puro experimento; ahora es ya algo político: "Nuestra existencia es nuestra resistencia".

Noticias relacionadas

-Por último, ¿cómo responde a la crítica de que el feminismo hace en redes 'juicios paralelos'?

-Yo respondo que, si un comportamiento es opresor y discriminatorio, la crítica debe hacerse. Muchas veces, de no ser por esos 'juicios paralelos', muchas cosas seguirían debajo de la alfombra. Si a las cosas no les pones nombre y no las señalas, es bastante improbable que se consigan cambios.