Gente corriente

Silvia Serret: "No tengo mentalidad de querer ser la número uno"

Es una de las 'skaters' más veteranas de Europa, ha sido ocho veces campeona de Catalunya y reivindica el compañerismo y la libertad por encima de la competitividad.

Silvia Serret, en el ’skatepark’ de Canyelles con una camiseta del grupo de mujeres Asiplanchaba.

Silvia Serret, en el ’skatepark’ de Canyelles con una camiseta del grupo de mujeres Asiplanchaba. / JOAN CORTADELLAS

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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A llegar al skatepark de Canyelles, en Barcelona, Silvia Serret saluda con un fraternal choque de puños a una chica que da clases de monopatín a un principiante, una escena inimaginable hace no tantos años, cuando el skate era casi exclusivamente masculino. A sus 41 años, esta mujer de cuerpo menudo y fibroso es una de las patinadoras en activo más veteranas de Europa. Viste una camiseta del colectivo de mujeres Asiplanchaba y su gesto adusto se suaviza a medida que avanza la conversación.

En su caso, el skate

En mi caso y en el del 90 por ciento de la gente que patina. Es un momento para explayarse, un antidepresivo, un antienvejecimiento. Después de patinar y sobre todo si he sacado un truco nuevo, es como si me hubiera sacado diez años de encima; me siento más viva, más alegre.

¿Fue así desde el principio?

Desde el día que puse un pie encima del patín. Me tenía que concentrar tanto para no caerme que si me dolía la muela no me enteraba. Eres tú, la tierra y el patín, nada más. Es la libertad de hacer lo que quieras, sin que te digan lo que tienes que hacer, cuándo ni cómo.

Empezó a patinar en 1991 en el Turó Park, en unas pistas que ya no existen.

Ahora se nos considera deportistas, pero antes éramos los delincuentes, los rompebancos… Éramos jóvenes y hacíamos nuestras gamberradillas. Yo venía del Poble Sec y el Turó Park no es precisamente un barrio obrero. Estábamos muy mal vistos.

En casa le prohibieron patinar.

En aquella época era cosa de hombres. A mí me compraban una Barbie o una pelota de básquet o de vóley.  Las tablas me las tiraban al contenedor y me las tenía que guardar un vecino.

¿En la calle la aceptaban mejor?

En la calle había amigos y conocidos. Si hoy en día hay mucho machismo en el skate, hace casi 30 años solía comerme cada día una frase del tipo: “Tú sobras, vete a hacer la cena”. Una tienda de Barcelona me dijo que no me esponsorizaba porque no se me veían mucho las tetas.

Pese a todo nunca lo dejó.

Mi entorno era siempre un “no”, era látigo y presión, y el skate me daba tranquilidad. Suena absurdo pero creo que el skate me salvó, no sé si la vida, pero la infancia y la adolescencia, seguro. Aunque me quede en silla de ruedas, me seguiré tirando por las rampas.

Fue campeona de Catalunya. 

Ocho veces. Cuando empecé había dos chicas más pero lo dejaron. Durante un tiempo fuimos tres y nos turnábamos en el podio, pero ahora lo tengo más complicado. Las generaciones suben muy fuertes y yo no tengo mentalidad de querer ser la número uno por encima de las demás.

¿Por qué no?

En mi época el skate no era una disciplina deportiva, nos ayudábamos como hermanos y compartíamos los trucos. El compañerismo de si te caes te ayudo a levantarte y a mejorar es la esencia del skate, pero eso desaparece con la competitividad. Ahora es una competición, se puede ganar dinero y mucha gente no tiene el concepto de hermandad.

¿Cómo se podría recuperar ese espíritu?

Educando a los padres. Doy clases particulares y he visto cómo les exigen a sus criaturas hasta hacerlas llorar. Eso es explotación deportiva infantil. Estos padres deberían aprender ética y respeto a la libertad.  

¿Dónde va a patinar?

Mientras en Europa hay pistas de nivel 8, en Barcelona no pasamos del nivel 4-5, así que me conformo y patino en rampas de metro y medio. Para encontrar unas pistas donde sentirme libre, disfrutar y evolucionar tendría que irme a Madrid, Bilbao o Almería.

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Bueno, aquí tenemos la plaza del Macba.

Pista, pista, no es. Hemos conseguido que sea zona patinable, pero como no está señalizada es como es como si no existiera. Barcelona es de las mejores ciudades del mundo para patinar de calle, pero faltan pistas actualizadas y en polideportivos, donde pagas tu entrada y tienes seguro, baños y duchas, como otros deportes.