Gente corriente

Paco Marín: "Tengo mi faceta profesional oficial y otra que es secreta"

Ha rodado más de 130 películas como camarógrafo con grandes estrellas y ha sido iluminador en TV-3 durante casi 30 años, pero detrás de su perfil técnico late un creador de sorprendentes cortometrajes caseros.

Paco Marín, en el dormitorio de su casa rodeado de películas.

Paco Marín, en el dormitorio de su casa rodeado de películas. / MAITE CRUZ

2
Se lee en minutos
Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

ver +

El protagonista de esta auténtica historia de amor al cine es Paco Marín (Barcelona, 1943), que agarró una cámara a los 13 años y aún no la ha soltado. Ya jubilado, continúa haciendo películas caseras en las que vuelca su necesidad de contar historias.

¡Tiene las paredes de su dormitorio forradas de DVD!

Me gusta mucho el cine, lo vivo, y he preferido colocar las películas en mi habitación, que es mi espacio más íntimo, así las veo cada día. Forman parte de mi vida cotidiana.

Su padre, Francisco Marín, ya era operador del nodo.

Empezó como meritorio de cámara en los estudios Orphea, que estaban en Montjuïc. Tras la guerra acabó preso, pero al salir le ofrecieron la oportunidad de trabajar en el nodo.

¿Un rojo

No debía haber mucha gente que supiera manejar una cámara. Él rodaba mientras hacían las grandes obras, como los pantanos, pero nunca iba a las inauguraciones. Durante los actos oficiales se quedaba en el despacho con un policía. Después rodó muchas películas, entre ellas Los Tarantos.

¿Su primer contacto con el cine fue a través de su padre?

Sí, empecé a trabajar a los 13 años como aprendiz de cámara en Pistoleros de Arizona, el primer spaguetti western que se rodó en Barcelona. Aquello era alucinante: caballos, indios, pistolas, peleas, caídas… Mi siguiente película fue Totò de Arabia.

Rodó más de 130 películas con estrellas nacionales e internacionales como Orson Welles o Klaus Kinski.

En aquel momento trabajaba con ellos como con cualquier otro. Es con la perspectiva del tiempo que dices: “¡Hostia, pero si yo he estado con Orson Welles!”.

¿Se ganaba bien haciendo cine?

De época floreciente solo hubo una, la del spaguetti, entre 1964 y 1972. Había trabajo para todos, hasta la primera crisis. Yo trabajaba mucho, pero entre la crisis y mi relación con el PSUC (había filmado clandestinamente asambleas y manifestaciones) cada vez me ofrecían menos películas. Muchos compañeros dejaron la profesión. Diría que de los años 60 soy el único que queda.

Trabajó en TV-3 como iluminador durante casi 30 años, pero nunca abandonó el cine.

Tengo mi faceta profesional oficial y rigurosa y otra faceta que es secreta. He escrito obras de teatro, artículos y muchos guiones y he rodado 20 cortometrajes de ficción caseros. Siempre he querido explicar historias y mi manera de expresarme ha sido rodando cortos. A nivel técnico no tienen calidad, pero su valor está en las historias porque son mías y me emocionan.  

Ya jubilado ha hecho varias películas sobre los especialistas y secundarios del spaguetti western que habían caído en el olvido.

Desde que me llamaron para colaborar en el documental Goodbye Ringo, que cuenta la historia de los estudios Balcázar de Esplugues, me encantó la idea porque soy un nostálgico. De aquella época quedaban tres vivos: Dámaso Muni, Jaume Mir y Alberto Gadea. Son personajes fascinantes, con vidas fuera de normal y absolutamente desconocidos. Hoy solo queda Gadea, que ahora es mi actor fetiche.

Sus películas solo las ve su círculo íntimo. ¿Le gustaría que tuvieran más difusión?

A mí lo que me da placer es prepararlas, rodarlas y al final compartirlas con la gente que ha participado y con quien pueda estar interesado. Si gustan mínimamente, ya estoy satisfecho.

Noticias relacionadas

¿Haría una película sobre su vida?

No. Me veo capaz de inventar, imaginar, soñar y tergiversar historias, pero no podría decir la verdad.