Gente corriente

Joan Vinuesa: "Mi fuerza está en mi coherencia, no en mi éxito"

Pintor y rapsoda, pertenece a una generación que quiso cambiar el mundo y encontró en el arte una vía de liberación personal.

Joan Vinuesa, en su colorida casa-estudio del barrio de la Ribera.

Joan Vinuesa, en su colorida casa-estudio del barrio de la Ribera. / FERRAN NADEU

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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La alegre saturación de colores y objetos de su casa del barrio de la Ribera transporta inmediatamente a la época hippie. Joan Vinuesa Baliu (Barcelona, 1952) pertenece a una generación que quiso cambiarse y cambiar el mundo. Superada la edad legal de la jubilación, sigue pintando cuadros de reminiscencias psicodélicas y ha publicado su noveno libro de poesía, La sardana dels dimonis.

 “La vida es ir adquiriendo parcelas de indefinición”. ¿Le suena esta frase?

Me parece muy bonita. ¿La he dicho yo?

Sí.

En mi juventud pensábamos que podríamos diseñar un mundo nuevo. Creíamos en sociedades más justas y en comportamientos humanos menos rigurosos y nada autoritarios. Pero ya no soy tan exigente. La bandera antisistema la plegué hace mucho tiempo. Practico el antisistemismo con naturalidad, pero he dejado de predicarlo.

¿Con qué no es tan exigente?

Me he vuelto más tolerante con la ideología y el comportamiento humano. Nosotros queríamos desterrar la vida en pareja, los celos, la propiedad privada, el trabajo para toda la vida… Pero esto no se puede decretar, cada uno hace lo que puede.

Como miles de jóvenes europeos de los años 70, hizo varios viajes iniciáticos.

Mi primer gran viaje fue a Egipto, con un Seat 133 que se estropeaba cada 100 kilómetros. Estuve en todos los santuarios de peregrinación histórica de la contracultura: Katmandú, Goa, Cuzco…

¿Qué buscaba?

Lo que buscaba no se encuentra en ninguna parte; ni en los viajes, ni en el arte, ni en el amor, ni en la revolución, ni en nada. Siempre hay un más allá inaccesible.

¿Se refiere al sentido de la vida?

Claro. Aún lo busco, pero ya veo que no lo encontraré. Da igual. Lo importante es la búsqueda.

En aquellos viajes no encontró el sentido de la vida, pero sí su vocación.

Estuve ocho meses solo en la selva de Perú y Bolivia, preguntándome que quería hacer con mi vida. Allí tuve un pequeño satori [un momento de iluminación] y tomé la decisión de dedicarme a la pintura, que después me llevó a la poesía. Me pareció que la vida artística era una continuidad de aquellos procesos de grandes ilusiones individuales y sociales.

¿En qué sentido?

Si alguna revolución me interesa aún es la de la liberación del subconsciente. La pintura es una exploración profunda del subconsciente y la poesía tiene un punto de revelación personal. La poesía y la pintura han sido mis muletas doradas para avanzar.

Siempre se ha movido en un sector minoritario.

Mucho. Nunca me he presentado a un premio, no me gusta la idea de concursar con mi sensibilidad. No critico a los demás por hacerlo, pero a mí no me apetece. Soy un librepensador a quien no le ha tocado otro remedio que ser coherente. Mi fuerza está en mi coherencia, no en mi éxito.

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¿A un artista underground

Doy recitales y me compran algún cuadro, pero vivo con mucha menos seguridad material que la mayoría. No me quejo, pero ya no tengo la fuerza volcánica que me movía cuando era joven y me entran dudas sobre mi futuro cuando veo cómo les ha ido a otros artistas mayores que yo. ¿Cómo puedo escapar de ese destino? Nadie lo sabe. Mi confianza está en mi trabajo, en mi arte.