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Silvia Lana: "La ciencia me ayudó a realizar mi mayor deseo"

Su proceso de maternidad, y la vida de su hija Lola nos remiten a Barcelona. Como tantos otros niños y niñas, este bebé ya no llegó de París, sino de Barcelona

Silvia Lana, con su hija Lola Pecorella.

Silvia Lana, con su hija Lola Pecorella. / VITO PECORELLA

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Cuando casi ya estaba a punto de rendirse en su deseo maternal, ante las expectativas médicas que había recibido en su país, Italia, Silvia Lana (Verona, 1974) se decidió a tentar a la suerte de la inseminación in vitro en Barcelona. En el 2012 subió a un avión con su marido, siguiendo el consejo de una amiga que había pasado por lo mismo. Querían ser padres. Fueron en busca de Lola, y Lola llegó.

¿Siempre quiso ser madre?

De niña me divertí jugando a mamás con mis muñecas. Pero mi deseo real llegó tarde. Tuve a Lola con 39 años, después de tres años de intentarlo, sin éxito. 

¿Sabían que Barcelona es referente en reproducción asistida?

Lo supimos por nuestra amiga que también había tenido graves problemas de concepción y que logró ser madre también en esta ciudad. Nosotros no conocíamos Barcelona, solo Andalucía. En el 2011 hicimos allí nuestro viaje de bodas.

¿Barcelona qué les pareció?

La adoramos desde el primer instante. Vinimos en abril, tres días. Comimos tapas, vimos el mar, pasé las pruebas médicas, y volvimos a Italia con una lista de hormonas para comprar. En septiembre regresamos para estar un mes. En aquel momento ya estábamos perdidamente enamorados de esta ciudad. 

La concepción de Lola debe influir en positivo. ¿Cómo fue?

El primer resultado nos desilusionó. Solo había producido dos folículos. Los médicos nos hablaban de la ovodonación porque mi probabilidad era casi nula. Nos dieron tres días para pensar si probar in vitro o la donación.

¿Qué hicieron?

Estábamos en La Rambla. Llamé a mi abuela -tiene 100 años- para contarle el desastre. Yo lloraba desesperada, ya no sentía esperanza. Ella me dijo, incluso que buscásemos una iglesia y a 'la Madonna' con su niño, y no le reces -me dijo-, le haces una declaración. Mi abuela siempre ha sido muy católica. Yo en cambio soy totalmente agnóstica. Pero lo hice. Y dentro de mí, le declaré la guerra a mi desconfianza y a la imposibilidad de poder concebir un bebé. Dos días después, fuimos a la clínica para continuar con el proceso de inseminación in vitro. 

Clínicamente todo era igual.

Nos explicaron que el 50% de los folículos normalmente son descartados por inmaduros o vacíos. Del 50 que resta, otro 50% se descarta porque no se divide celularmente una vez insertado in vitro el espermatozoide. O sea, cero posibilidades de éxito.

Y entonces vino la espera.

Estábamos en la librería La Central del Raval, cuando nos llamaron de la clínica. Se habían producido las divisiones celulares. Los embriones tenían 6 y 8 células. Al día siguiente me los pusieron. Una semana después volvimos a Italia y a los 7 días supe que estaba embarazada. La llamamos Lola en honor a la nación que nos dio la posibilidad de procrear. Lola es un milagro en todos los sentidos. La ciencia me ayudó a realizar mi mayor deseo. Hay que atreverse a tentar el todo por el todo si es nuestro sueño, creer aunque todo parezca decir que es irrealizable. Claro que en la clínica nos dijeron que nuestro caso no es común.

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Confiar hasta el final.

Yo creo en la vida que se manifiesta en cada instante, que se refleja en la ley de causa y efecto, y en la posibilidad que conquistamos día a día. Ahora nuestra gran ilusión es venir a vivir a Barcelona. Tarde o temprano esperamos poder realizar este sueño. Hemos vuelto casi cada año. Lola vino por primera vez a los dos, ahora tiene seis. No le hemos dicho aún cómo fue concebida, pero creo que cuando llegue el momento justo para explicarle toda la historia, lo sabremos.