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Rafael Hincapie: «Siempre he mantenido viva la idea de no olvidar mis raíces»

Tras emigrar sin recursos de Venezuela se convirtió en una eminencia petrolera para seguir cuidando de su familia

Rafael Hincapie posa para EL PERIÓDICO.

Rafael Hincapie posa para EL PERIÓDICO. / ROBERT RAMOS

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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Año 2011. Dublín (Irlanda). Un venezolano recién llegado a Europa, Rafael Hincapie (Barquisimeto, Venezuela, 1982), ofrece a dos chavales catalanes -mi amigo Carlos y yo- una arepa por la calle. De aquella arepa no sólo nacería una amistad genuina, sino también mi interés por una referencia vital y un ejemplo inolvidable: el de un joven que vio venir la crisis humanitaria, emigró de Venezuela sin recursos y logró ser ingeniero y doctor petrolero para seguir manteniendo a su familia desde la distancia, incluso adquiriendo la patria potestad de su sobrino Jesús, en el que tanto se ve reflejado.

-¿Por qué decidió salir de Venezuela con 28 años?

-Estaba cansado y ahogado: ya trabajaba en la industria petrolera, daba clases en la Universidad... pero el dinero no me alcanzaba. Aunque entonces la situación allí no era tan mala como ahora, mis esfuerzos no daban para pagar los gastos de mi familia, así que logré una beca para estudiar el doctorado en Alemania.

-De alguna manera, vio venir la crisis humanitaria posterior.

-Claro: aunque la industria petrolera tenía los sueldos más altos de Venezuela, la calidad de vida decaía y mi situación era de "no puedo seguir aquí". Visitar Europa en 2010 me abrió un universo de posibilidades.

-¿Alguna vez se ha arrepentido de dejar su vida allí?

-Fue la mejor decisión de mi vida. En todos los sentidos. Me dio miedo al principio, claro, pero nunca lo mostré. También es cierto que yo ya estaba acostumbrado al cambio porque vivía solo desde los 16 años y me había cambiado de ciudad siete veces por trabajo.

-¿Por qué su interés por el petróleo?

-Fue una casualidad: nunca pensé estudiar ingeniería de petróleo. De hecho pasé por el seminario, me aceptaron en Medicina... y al final un familiar de un amigo me habló de que el 'boom' petrolero en Venezuela daba dinero. No me empezó a gustar hasta que estaba acabando la ingeniería.

-¿En qué consiste su trabajo actualmente?

-Investigo cómo optimizar estrategias económicas para extraer petróleo más eficientemente con la menor inversión posible. También soy profesor en una universidad alemana y voluntario en el área de liderazgo de jóvenes talentos en la Sociedad de Ingenieros de Petróleo.

-¿Alguna vez se planteó llegar hasta aquí?

-No. Te pongo un ejemplo: hace una semana estuve en París participando como experto en una convención de la Agencia Internacional de Energía. Sentí mucha emoción y lo primero que pensé fue justamente eso: "Nunca pensé estar aquí". Ahí te das cuenta de que el esfuerzo ha valido la pena.

Rafael Hincapie emigró de Venezuela sin recursos para ser en Europa ingeniero y doctor petrolero. / ROBERT RAMOS

-De familia humilde a doctor: ¿nunca le ha dado miedo olvidar sus raíces?

-Nunca, porque siempre he mantenido viva la idea de no olvidarlas. Es lo que trato de enseñarle a mi sobrino Jesús: que venimos de una familia muy, muy pobre; que yo siempre tuve que trabajar para pagármelo todo y que es el contacto con la gente lo que te mantiene cerca del suelo.

-¿Qué le diría a un venezolano que todavía sigue allí?

-Es difícil porque llevo muchos años fuera. Por ejemplo, no logro entender cómo puede ser que vayas al supermercado y no puedas comprar algo. Eso Jesús si lo vivió: cuando llegó, yo le decía: "¿No te vas a cepillar los dientes?". Y él me contestaba: "No hace falta, allí nos cepillábamos sólo una vez para ahorrar crema".

-Hábleme de Jesús.

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-Con él siempre he mantenido una bonita relación; desde pequeño he velado por él. Por la situación en Venezuela, le propuse venir conmigo a Europa y dijo que sí. Ahora yo tengo su patria potestad, soy su tutor legal y la formalización de la adopción está en trámite.

-Qué historia. Toda la suerte a ambos.